ALICANTE. Se acabó lo que se daba. Pocas veces una decepción fue tan grande en el Hércules como el proyecto de la temporada 2017-2018. Y eso que en verano decíamos que era la mejor plantilla, que Portillo había tenido más dinero que Barroso, que el equipo estaba compensado, equilibrado, con fondo de armario, y que hasta las camisetas eran más bonitas. Todo eso, todo, está ahora en la basura.
Ni les voy a engañar ni voy a ser ventajista. Yo también creí que esta plantilla podría convertirse en la mejor desde el retorno a los infiernos de la Segunda B. Nadie podía sospechar que un proyecto cimentado en hombres como Chechu, Juli, Falcón o Samuel Llorca podría salir mal, pero miren ustedes, el fútbol es así. Desde el fallo del central alicantino en el encuentro inaugural ante el Olot, el desacierto defensivo y la falta de gol se han descubierto como los problemas de un equipo que nunca fue regular.