CASTELLÓ. Marta Linares volverá en los próximos días a representar a Castellón en unos Juegos Olímpicos. Ya lo hizo en Atenas 2004 como gimnasta y ahora repetirá en París 2024 como entrenadora. Esta vez, como ella misma reconoce, "será bastante diferente". La ilusión, eso sí, la mantiene intacta, pues no todos los días se puede representar a España en el epicentro del deporte mundial.
El camino hasta el país vecino, que ya han culminado esta misma semana con su aterrizaje en París, ha sido largo. Concretamente, ha durado cuatro años, pues fue en 2020 cuando la castellonense recibió la llamada que le puso a dirigir a las gimnastas de la selección en sus actuaciones individuales. La ausencia de representación española en Tokio hizo saltar las alarmas en una federación que decidió dar un vuelco al equipo técnico y colocar a Linares en el puesto que ahora ocupa.
La apuesta por la de Castelló no ha podido salir mejor. Linares ha conseguido clasificar a Alba Bautista y Polina Berezina para la cita olímpica, alcanzando así el número máximo de representantes que un país puede llevar al campeonato individual de gimnasia rítmica. Un hito que no se producía desde Sydney 2000.
"El reto como técnico ha sido el poder llevar a dos gimnastas a los Juegos Olímpicos de París. Eso es mucho más difícil que ir tú como gimnasta. Somos de los pocos países que llevamos en individual el máximo cupo de representación", confiesa Linares orgullosa de lo hasta ahora realizado. Orgullo que va de la mano de un trabajo sin descanso "que mejore y lleve al equipo a lo más alto".
Los nervios se acrecientan fuera del tapiz
Por lo general, suele decirse que el deportista sufre menos cuando compite que cuando pasa a ser entrenador o espectador, sensación que confirma la castellonense al "100 %": "Una, como gimnasta, cuando sale al tapiz, lo hace sabiendo lo que va a hacer. Como entrenadora, desde fuera, no puedes guiar a la gimnasta, por lo que acaba siendo ella la responsable de poner en práctica todo lo trabajado. Se pasa bastante peor".