Prandelli arrastra 23 años de banquillo y aúna mucho de lo que llevamos una década exigiendo. Por eso gobierna la sensación, cuanto más sabes de él, de candidato ideal para la etapa en la que se encuentra el club...
VALENCIA. Prandelli, caballeros, supone toda una revolución en la historia contemporánea del Valencia. Desde tiempos inmemoriales un técnico aterriza en Mestalla y tenemos forma de saber qué filosofía aplicó en sus equipos, qué situaciones vivió en el pasado y cómo las afrontó. Llega un tipo que ya se equivocó, y que ya acertó. Que viene a enseñar y no a aprender sobre la marcha. Tenemos testimonios de los que alimentarnos, dudas y certezas que contrastar y poner sobre el tablero para analizar. Acostumbrados a ejercer un constante acto de fe, a tener que sujetarnos en artificios porque no había más, su contratación es todo un avance.
Vale, es otro allegado al círculo de Peter, però què li anem a fer. Prandelli arrastra 23 años de banquillo y aúna mucho de lo que llevamos una década exigiendo. Por eso gobierna la sensación, cuanto más sabes de él, de candidato ideal para la etapa en la que se encuentra el club. Un hombre afable, de disciplina tranquila; gran arquitecto de equipos; trabajador insaciable y meticuloso que ensambla entramados sólidos y equilibrados. Y viene exigiendo condiciones, denotando no ser dúctil, pidiendo como el que viene a tocarlo todo. Mucho de eso lo pudimos ver cuando guillotinó a la generación que ganó el Mundial de 2006, o cuando se dejó fuera de Brasil 2014 a otros tantos por traicionar su código ético; que lejos de gritos y látigo se basa en el respeto mutuo y la ejemplaridad.
De tal manera lo hizo que uno de sus jubilados, como lo fue Gattuso, lo celebró declarando que "si Italia no está en declive es gracias a Prandelli".
Como tiene pasado sabemos que es todo un evolucionador. Es una constante escuchar voces que inciden en cómo cambió la mentalidad de sus jugadores más imberbes allá donde estuvo o cómo rescató de la perdición a chavales confusos; justo lo que necesita este Valencia insulso, desprovisto de carácter y ambiciones, repleto de muchachos a los cuales se los come la ansiedad.
Con él vimos el último gran Parma, ya de retales. Con Prandelli surgió la mejor Fiorentina desde los tiempos de Batistuta y Rui Costa. También con él llegó la mejor Italia desde USA'94 durante la Euro 2012. Y las mejores versiones de Balotelli, Mutu, Montolivo, Gilardino o Luca Toni, entre otros.
Como tiene pasado sabemos que nunca llegó a lugares fáciles. Que creció en proyectos en ruinas que buscaban reconstruirse. Al Parma, en plena quiebra de Parmalat, lo condujo a Europa entre pronósticos funestos. A una Fiore convaleciente tras refundarse en Serie C la convirtió en una squadra triunfante. Cogió a una Italia anquilosada y la regeneró en ausencia de jugadores top. Siempre salió victorioso en situaciones adversas, y así es como llega al Valencia.
Dice ser de centrocampistas, de basar el peso del equipo en la medular, de ganar a través del juego, de apoyos constantes, ballet coordinado sobre el césped y disciplina en el trabajo. Y ahí, en la media, es donde encontrará el primer hándicap en su aventura valenciana. Ahí y en la delantera, carente de nueves. Ahí, y en un equipo mal hecho.
Pero no son esos los miedos que guardo sobre el italiano, ni su encaje en un club tan peculiar, ni la convivencia en un entorno dividido entre la fantasía y el revanchismo. Ni siquiera en la sempiterna ausencia de jugadores capaces de aguantar la intensidad en el campo durante más de cinco minutos. Es la sugestión lo que temo pueda hacerle descarriar.
Tildado en su país de giocare a la spagnola, puede cometer el error de dejar de ser italiano al creer que aquí adoramos el tikitaka, poniéndose a experimentar, o a exagerar su estilo y formas lombardas. Le tengo por cabal, y en eso está la esperanza de que no cometa tal error —que han cometido muchos y en demasiadas ocasiones—.
Pero así y todo entiendo normal que el Prandellismo sea tendencia. Acostumbrados a señores con seis meses en los banquillos como máximo bagaje —y eso los que tenían seis meses— toparse con un hombre que viene de dirigir un cuatro veces campeón del mundo, y en Serie A desde el 2000, hace que emocione su simple presencia. Lo hace porque la desfeta fue tan inmensa que cometimos la insensatez de permitir que lo anormal alcanzara rango de cotidiano.
Por eso está todo para Prandelli, un hombre de valores. Por eso Prandelli lo tiene todo para conquistar Valencia. Nunca un míster encontró escenario más idílico sobre el cual trabajar: nadie espera gran cosa de este equipo y lo regular será recibido con olas en las gradas porque en Mestalla, 85 diputados, hace rato que nos parecen muchos. Incluso su nombramiento acaba con otro foco de disensión, al fin Lim se dio cuenta de algo de lo que lleva haciendo mal desde que llegó.
Y aquí encontramos el siguiente de los miedos: és tot massa bonico. Ahora falta que salga. Que es lo difícil en un Valencia dado a las desgracias.