Estaría bien que aquellas palabras de Alemany sobre el asunto estén cargadas de contenido y no sean más intenciones vacías made in Meriton. Porque Voro puede seguir salvando al Valencia de mil maneras...
VALENCIA. Empecemos confesándonos. Voro me cayó mal en 2008 por culpa de los arribistas y sus mentiras. De pura dejadez, nunca me preocupé por agacharme a recogerlo. No siento nada especial por él, ni surgen en mí trazas de amor platónico por su figura, ni todo eso que veo en otros, que es escucharles y parecer que estén teniendo un orgasmo al pronunciar su nombre.
Voro forma parte de la línea buenista que hoy representa Zidane y antaño abrió Del Bosque. Tienen talento natural para conectar con el futbolista porque nunca dejaron de serlo y de sentirse como tales; les basta para gestionar grupos complicados ya que se preocupan por la persona. La desgracia es que él no entrenará al Real Madrid, ni a la Selección de Villa e Iniesta. Sino a un club con necesidad de tener en el míster a su estrella, a alguien capaz de extraer zumo de una piedra.
Probablemente todos en su situación querríamos que nos tuvieran en cuenta y nos dieran la posibilidad. Leche, es lícito que lo quiera. En una década de banquillos regalados nadie la mereció más. Pero de Voro me aterra la incertidumbre de si sabrá llevar un equipo sin las alarmas de emergencia sonando, sin esos ambientes conjurados ante el abismo del descenso, si sabrá enfrentarse a un cuadro que lo tiene como uno de ellos cuando haya que exigirles algo más que una mera permanencia en primera. Son tantos miedos...
También es verdad que necesito muy poco, por ello no me rasgaré las vestiduras si se queda porque lo que yo quiero es ganar, volver a ganar, y para eso me vale Voro o una rana con pelo. Aunque crea, sinceramente, que para tales menesteres el Valencia necesite algo mejor que Salvador González. Es una cuestión de gustos, supongo.
Y, si como todo apunta, no sigue, ¿qué hacer con Voro? Esa es la cuestión a tratar. No me atraerá el hombre hasta el punto de considerarle un mesías, pero sí soy agradecido y me parece que el personaje merece un trato exquisito y un lugar de referencia. Encontrar, tener, hombres de club en un mundo tan caníbal es un lujo en estos tiempos, y eso es algo de lo que no podemos prescindir.
Tan claro tengo que buscaría otra opción para el banquillo de ser mío el Valencia, como la futura ubicación de Voro tras finalizar la campaña.
Porque esa capacidad suya para conectar con el futbolista, ese don para amistar con ellos, llevarles de cena, solventarles problemas y profundizar es ideal para paliar una de las grandes carencias que tiene la institución: el cuidado del jugador.
Hemos tenido casos de chicos que no salían de su chalet porque no sabían ni dónde ir a comprar el pan. Otros a los que arrancados de su entorno familiar se les vino el mundo encima derivando en sonados problemas de sobrepeso, alcoholismo o carácter. Mujeres ociosas en casa acababan generando conflictos, pidiendo marcharse otra vez al lugar de origen. Avatares todos que afectan a la adaptación de los profesionales, y por ende, a su rendimiento en el campo. Traduciéndose en una inversión millonaria echada a la basura.
Por alguna razón son cada vez más los grandes clubes que tienen una oficina de atención al futbolista ocupándose de que el profesional llegado de fuera sólo piense en jugar al fútbol. Se les busca amistades; colegio para los hijos; casa; ocio; tour por la ciudad para conocerla; acercamiento a la cultura e historia del lugar; trabajo para la mujer/novia/hermano/padres; gestionar la reagrupación familiar si el chico es demasiado joven; médicos; seguros; bancos; psicólogos; montar un minimercado en la Ciudad Deportiva llevándose a casa la comida exacta mientras se les enseña a cocinarla y a comprar lo que deben... (el caso del Liverpool con Klopp). Toda turbulencia que reste un ápice de atención sobre el césped queda contrarrestada.
En mi club, con un sueldo mucho más generoso que el actual, el director de la oficina de atención al jugador sería Voro, con tres o cuatro personas a su cargo y un presupuesto acorde a las necesidades de la parcela. No hay nadie mejor que él para el cargo.
Porque en un mundo tan hiperconectado, cada vez más soez, superficial y dado a la polémica absurda, con unas tentaciones y peligros mayores que los de hace 17 años, este tipo de cosas son necesarias. Tanto que aquellas entidades que las tenían y las perdieron por asuntos varios (casos concretos: Hamburgo y Man.City) vieron descender considerablemente el rendimiento de sus fichajes, necesitando hasta el doble de tiempo de adaptación que antaño o padeciendo problemas de vestuario que anteriormente no conocieron.
Voro ganó el derecho a poder hacer lo que quiera, incluso si despertó el gusanillo intentar entrenar en otro lugar. Pero deberían hacerle la pregunta ya, ¿qué quiere ser usted de mayor?, y empezar a trabajar con él en su permanencia en el club y en aquello que guste si verdaderamente se piensa en otro entrenador.
Estaría bien que aquellas palabras de Alemany sobre el asunto estén cargadas de contenido y no sean más intenciones vacías made in Meriton. Porque Voro puede seguir salvando al Valencia de mil maneras.