VALÈNCIA. En la antigua sede rebelde de la Agrupació de Penyes Valencianistes, hoy Suiza, el catedrático de derecho Juan Martín Queralt y el consultor financiero Antonio Paños, miembros de la plataforma De Torino a Mestalla (dTaM) presentaron la última bala de plata para acabar con el hombre lobo de Singapur, Peter Lim: el Proyecto 112VCF.
La sede de las peñas estaba colmada de periodistas. Cualquier otra convocatoria similar con otros protagonistas de menor pedigrí no habría despertado tanta atención. El magnetismo de Martín Queralt, en su último baile en pro del valencianismo y del fútbol, despertó más expectación que el contenido de su proyecto quijotesco, condenado de antemano al fracaso. Ojalá me equivoque.
Queralt y Paños tienen credibilidad, formación y reputación, pero su proyecto utópico, tan lleno de buena voluntad como falto de dinero, tiene los pies de barro. Son dos quijotes batallando, lanza en ristre, contra el gigante Briareo, con un riesgo extraordinario de chocar contra las astas de un molino de viento.
Apelar al riñón del seguidor del Valencia, suficientemente inflamado, para que amase, moneda a moneda, una bolsa de dinero significativa como para recomprar la mayoría accionarial del club es un delirio. Primero, porque la gente ya tiene suficiente con la carga de su día a día como para suscribir un nuevo préstamo; segundo, porque no sabe qué retorno va a tener ese desembolso; y, tercero, porque Peter Lim no le ha puesto precio al club, entre otras cosas, porque no quiere vender.
Si Queralt y Paños no tienen certeza de si Lim aceptaría una venta y desconocen, además, si el bróker va a acceder a sentarse con ellos a negociar esa transacción, ¿qué sentido tiene esta operación?
La medida es romántica, desesperada, porque el club se muere diga lo que diga la propaganda 'meritoniana'. "Lo imposible es lo que nunca se intentó", defiende Paños. Tampoco le falta razón. Veremos qué responde la sociedad. Ojalá les vaya bien. Ellos, al menos, lo habrán intentado.