opinión

Ser un buen expresidente

Si en la política española, según el mito, ser expresidente es una lucha encarnizada frente a la amenaza de quedar reducido a jarrón chino, en el valencianismo -de una complejidad, a veces, por encima de la política- ser expresidente es un juego táctico entre influir y añorar...

6/09/2018 - 

VALÈNCIA. Si en la política española, según el mito, ser expresidente es una lucha encarnizada frente a la amenaza de quedar reducido a jarrón chino, en el valencianismo -de una complejidad, a veces, por encima de la política- ser expresidente es un juego táctico entre influir y añorar. 

Jaume Ortí, como un floretista de esgrima, sabía combinar la fraternidad con la estrategia, estando ya sin estar, alcanzando la mejor dimensión de un expresidente: más querido después que antes. Paco Roig fue la antítesis, un deseo perpetuo de recuperar aquello que se perdió en aquella tarde con gol de Pauleta. La sustancia de la autodestrucción. En otro extremo, Juan Soler tuvo que soportar callado su propia debacle. Parecido Soriano. Amadeo Salvo calmó con el Ibiza el ansia del que ya no dirige y no deja de ser reconfortante su decisión de no pontificar a cada paso, de no sacar pecho, de alimentar su aura expresidencial solo en la sombra. Llorente, por contra, ha retorcido su memoria para convertirla en objeto punzante, a veces confundiendo la presa, hurgando contra el club y no solo contra los propietarios. 

El candidato a peor expresidente, disculpe usted, es Pedro Cortés. Qué lástima que su posición como artífice de un club entrando en una de sus épocas mejores, que su participación valiosa también en los años difíciles, se degrade por su incapacidad para abstraerse de sus intereses de lobby, con tan poca generosidad para con la entidad que presidió. 

Todo esto viene porque Cortés, hace pocos días, en una entrevista en Radio Esport, dio una lección de cómo no cumplir con las responsabilidades de un expresidente al que se le supone altura institucional, capacidad para ser crítico cuanto toca pero siempre constructivo. 

Sería de un chovinismo atroz pedir a Cortés que dibujara de Disney el momento del Valencia. No, no es eso. Pero sí atender a la línea delgada entre fiscalizar y asestar. Cuando la crítica se enfunda en deseos de revancha salen frases como las que dijo Cortés: "Con Guedes la gente flipa, el año pasado metió 3 goles o así y la gente lo aclamaba como si fuera Kempes… y eso no es así. No", "Para Champions me parece que hay un equipo muy justito, muy justito". 

Opiniones lícitas para un aficionado. Comparto incluso alguna intención de sus palabras. Pero poco estéticas para un expresidente que además ocupa una representatividad federativa. Va en la búsqueda virulenta de un cuestionamiento más amplio. Retazos de un proceso de venta que sigue inflamado en muchos interiores. Frases que buscan desacreditar, enmendar. Casualmente llegan después de una derrota y de las primeras dudas. El momento justo en el que se necesitan expresidentes, tan históricos como él, para guiar, aconsejar, pero no para contribuir a un revanchismo tóxico. Cada cual decide qué expresidente quiere ser.

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