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Tres tristes tigres

26/04/2022 - 

VALÈNCIA. El presente y el futuro del Valencia CF es, ahora mismo, un trabalenguas. Un nudo en la garganta nos apelmaza cualquier expresión esperanzada, cualquier atisbo de palabra que nos pueda alumbrar un poco esta travesía que nos espera. Porque el camino va a ser muy duro: de aquí a final de temporada no, sino de aquí a final de la temporada que viene, donde el Valencia CF volverá a jugarse a una carta un futuro que, cada vez más, se va ciñendo hasta estrangularlo. ¿Pesimista? Mucho, lo reconozco.

Tres tristes tigres…Bordalás, Gayá y el valencianismo. Y cuando digo Gayá hablo de su valor como capitán de una plantilla muy tocada emocionalmente. El técnico se la jugó con un farol en la baraja y no salió. Sabe, mejor que nadie, que estar en esa final era un regalo del destino a toda su trayectoria. Lo supo y así actuó: que nada ni nadie limara sus posibilidades de llevarse un título como entrenador. Mimó los detalles para eso, pero los mimbres no fueron suficientes: demasiadas lagunas en una plantilla descompensada, que vive del corazón del grupo, de la perseverancia de Hugo Duro, de la genialidad de Guedes y del valencianismo de Soler y Gayá. Los demás, aportan muchísimo, pero fuera de esos once hay carencias insalvables. Y Bordalás, que es listo, lo sabe y diseñó un plan de contingencia futbolística que le diese una oportunidad de transformar una temporada mediocre en una muy buena campaña Y a pesar de que algún cafre sigue pensando lo contrario, el éxito era ganar esa final y no solo jugarla. Y a la vista está: a partir de ahora solo queda medianía por delante y morir dignamente en tierra de nadie.

Esta plantilla tiene gente muy válida y que, bien acompañada, hará que se recupere el esplendor del club. Lo malo es si los podrás mantener. Es ahí donde sale el “tristes” del trabalenguas. Esas lágrimas de Gayá no era solo por la final, sino por lo mucho que significaba: adiós a Europa, adiós a los jugadores más relevantes, desmembramiento de la plantilla, venta asegurada, mal rollo en el ambiente, etc. era todo eso y perder una final como se perdió. Porque da rabia, la verdad: ves que el mejor Betis de los últimos años es incapaz de ganar a un Valencia muy mermado y en horas muy bajas. Eso hay que valorarlo en cuanto a lo mucho que hizo este equipo y su cuerpo técnico. Y el valencianismo debe reconocerlo, aplaudir a estos jugadores su esfuerzo y su profesionalidad y levantarse. Lo malo es que este tercer tigre sigue dormido, anestesiado, resignado contra quienes ni son tigres, ni están tristes.

Hay que sentarse muy seriamente y dotar al club de una secretaría técnica de verdad, profesional y seria, que mire más partidos de fútbol por el mundo en lugar de jugar al pádel o invitar a cafés a unos y… a los mismos, porque a los otros no. O pegarse buenos almuerzos cerquita de las oficinas. Hay que sentarse y dotar a este club de unos cimientos económicos que no se fundamenten en las restricciones, sino en el equilibrio y, sobre todo, en la capacidad gestora de dinamizar y optimizar recursos. Y esto es lo que no hacen ni saben hacer. Hay que sentarse y dotar al club de una transparencia que ha perdido, de una cercanía que ha perdido, de una sinceridad que ha perdido y de un valencianismo que no tiene en su base. Porque sin todo esto somos tristes tigres comiendo trigo en un trigal. Y los tigres ni son tristes ni comen trigo.

Pasada la euforia de la final; pasada también la calma que la plantilla y el club necesitaban para hacer frente al envite del pasado sábado; pasada también la fiebre de la alegría por ver al valencianismo levantado, dejándoselo todo por su club (tiempo, dinero, garganta, etc.), cabe dejar de trabarnos la lengua, sacarnos este maldito nudo en la garganta y exigir que se respete a la afición y a los medios. Solo eso: respeto, ya que no nos dejáis ni tan siquiera saber qué se hace o no en nuestro club de toda la vida. Un poco de cariño nos iría mejor a todos y a todas, porque malas épocas pasan todos los clubes, pero con ese cariño se sale adelante: ¡Unión, por dios, unión!

 Meriton, desde su soberbia y su petulancia, distante y despótica, cree que la afición es solo un manantial de dinero cuya voz estorba, pero no su dinero. Creo que es la única empresa (si así lo quieren ver los de Lim) en la que el cliente es el despreciado, el insultado, el que nunca tiene la razón, aunque la tenga y al que nunca se le escucha.

Tres tristes tigres… duermen ¿y si se despiertan y dejan de estar tristes para sacar su instinto a relucir? ¿Rugirá Mestalla o se va a seguir dejando adormilar? Respeto, cariño, responsabilidad: esto hay que exigirlo por todas las partes si queremos que a nuestro club no le devore el tiempo, la tragedia que se atisba, a lo lejos o no tan lejos…ya ni comen trigo en un trigal, pues así, dormidos, morirán de hambre.

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