Un Valencia para los abonados, pero sin los abonados 

VALÈNCIA. Es un error, tal vez una anécdota, que las identidades de los socios queden al descubierto en el proceso de idoneidad para ganarse el pase a Sevilla, como si Anonymous le tuviera tirria a Murthy. También puede ser un error, tal vez una anécdota, que fruto de la confusión comunicativa se generen algunas suspicacias en torno a que la gerencia del club se pudiera quedar para asuntos propios más entradas de las debidas; seguro que un malentendido sin fundamento alguno.

Pero lo que no es ni una anécdota, ni tan siquiera un error, es lo que estos últimos días de reparto de entradas están desnudando hasta reincidir en el problema más grave que tiene el Valencia desde hace más de un lustro: su desubicación respecto a su entorno territorial. 

No es una anécdota que el esqueleto que vertebra buena parte la hinchada estructurada del Valencia, su Agrupació de Penyes, quede fuera de cualquier reparto por criterios puramente caprichosos. Más allá de la habilidad dudosa del colectivo para gestionar su reputación, quien se tira piedras contra su propio tejado es el club, despreciando una red capilar que cuando está bien entrenada lo fortalece y lo hace más competitivo. Que, por el contrario, minifundios de interés como la Asociación del Pequeño Accionista formen parte de la fiesta, tan solo puede entenderse como una de esas cacicadas por las que se confunde a la corte con la sociedad. 

Tampoco parece ninguna anécdota que el club no sea capaz de desgranar el número de entradas para cada colectivo, compromiso o patrocinador. Se trataría de un ejercicio de transparencia mínimo y habitual en muchas otras instituciones. No es sospechosa la cantidad que pueda recibir cada cual, sino que aquello que crea la sospecha es que el club no pueda permitirse hacer público el desglose del reparto,

Y, desde luego, no es una anécdota que esta inmensa cola -formada digitalmente- haya sacado a la luz un retroceso en la masa de abonados de cerca del 25% en apenas tres años. La infranqueable cifra de los 40.000, el viejo mito de que las solicitudes para abonarse al VCF llegaban hasta la luna, ha ido con el tiempo diluyéndose hasta terminar en los 31.534 abonados desvelados.