VALÈNCIA. Hablar de ‘cerrojazo’ informativo no es nada novedoso cuando se trata de Meriton Holdings, pero este jueves sí que hubo un ambiente diferente al de cualquier Junta Ordinaria de Accionistas del Valencia CF celebrada desde 1993. Por primera vez en casi tres décadas, el accionista minoritario quedaba fuera físicamente del recinto. Sólo quedaba la opción de delegar los títulos suficientes, desear que fuesen considerados válidos y esperar que los representantes escogidos estuviesen a la altura de las expectativas. De centenares de asistentes a un puñado de individuos.
Previa a su celebración, los escasos once accionistas con el número suficiente de títulos delegados tuvieron que pasar una prueba de antígenos antes de acceder al palco VIP. La primera anécdota de la mañana llegó cuando Manuel Llorente, poseedor en propiedad de más de 4.000 títulos, denunció no haber sido avisado previamente de la necesidad de la prueba. El expresidente pudo, eso sí, acceder a la asamblea al mostrar su pasaporte covid en regla.
Un palco de autoridades vestido de manera austera para la ocasión, una máquina de café en un rincón y apenas 24 sillas plegables en la platea; no eran precisamente las más cómodas para afrontar casi seis horas de reunión, algo que pocos hubiesen imaginado cuando miraron la relación previa de asistentes y las escasas oportunidades de interpelar al consejo.
Tras el inciso de la versión telemática de 2020 –la pandemia ha servido de escudo a Anil Murthy y colaboradores durante meses-, el 11-D fue la continuación racional y lógica del descontento ya visto dos años atrás. Si a finales de 2019 el valencianismo se hallaba en estado de ‘shock’ tras los despidos de Mateu Alemany y Marcelino García Toral, en esta ocasión el inmovilismo producto del trauma había macerado en una agria oposición, seguramente en la asamblea más dura que ha tenido que afrontar Murthy en los cinco años como máximo dirigente.
Lo desierto de la sala pudo invitar a pensar a alguno de los miembros del consejo que sería una mañana plácida. Nada más lejos de la realidad: el tono, la dureza y el afán incisivo de los accionistas convirtió la de 2021 en la junta más agria de la era Meriton, incluso superando los cónclaves de 2015 y 2016 con Layhoon Chan al frente del club. Entonces, la presencia de centenares de accionistas y el amplio margen de maniobra para la empresa de Peter Lim les daba oxígeno ante las críticas; en esta ocasión, sólo la tímida intervención de Vicente Vallés (Asociación del Pequeño Accionista, más preocupado en defender su propia legitimidad que en fiscalizar al consejo) puede considerarse un trago fácil de digerir. El resto: puro aceite de ricino.
Cargaron los accionistas presentes –con una sorprendente intervención inicial del expresidente Manuel Llorente, que sabe lo que es que varios miles de aficionados pidan su dimisión- contra la opacidad de Meriton y el “atentado” contra el pequeño accionista que supone el incremento de 9 a 3.598 acciones necesarias para acudir a la asamblea. El secretario del consejo Germán Cabrera, como viene siendo habitual en las últimas temporadas, tuvo las manos ocupadas durante gran parte de la mañana con varias batallas dialécticas con el exconsejero Antonio Sesé y con los representantes de Libertad VCF.
Previamente, al reconocido jurista le había tocado jugar el papel de ‘malo de la película’ advirtiendo a los presentes de que cualquier intento de informar sobre lo que estaba ocurriendo podía acarrear consecuencias “al tratarse de un acto privado”. Una advertencia originada en las prácticas de censura habituales en Singapur y que provocó reacciones airadas en el interior de la asamblea, en el exterior, en las redes sociales e incluso de colectivos como la Unió de Periodistas.
Ya entrados en material, Murthy y colaboradores fueron un muro de hieratismo y ausencia de interés, con alguna risa a destiempo que enervó todavía más a accionistas como Sesé. Ante las preguntas, silencio. Ante las interpelaciones más duras, salió Cabrera a escena. Ante las acusaciones, mirada perdida en el fondo de la sala y la mente en otro sitio. Anil Murthy estaba allí físicamente, pero en realidad no parecía demasiado preocupado en el ambiente cargado ni en las cuestiones societarias, deportivas y económicas planteadas por los presentes. Como diría aquel: “Ante el defecto de preguntar, la virtud de no responder”.
Sesé pidió la dimisión de Joey Lim tras su ‘baile’ en Anoeta, calificándolo de “vergüenza”. El consejero asistió impertérrito a la petición, sin darse por aludido. Inma Ibáñez se convirtió en la estrella del tramo final, demostrando su preparación y credenciales, además de dejar una muy buena impresión. Y Murthy convirtió un anuncio importante, como la destinación de 80 millones del préstamo de CVC para acabar el Nuevo Mestalla, en una nota a pie de página. El equivalente a un gol a puerta vacía que acaba en disparo por encima del travesaño. Pura torpeza comunicativa.
Por el camino quedaron ‘enganchones’ entre accionistas y consejeros, acusaciones graves, alianzas sorprendentes, excusas baratas sobre el bloqueo de las redes sociales del club, una defensa a ultranza del acuerdo con CVC, muchas preguntas por responder y pocas respuestas a esas preguntas. Una ausencia de explicaciones que provocó caras de decepción y de frustración de más de un accionista al abandonar el acto.
En realidad, no fue más que un preludio a lo que nos espera el año que viene cuando, si la justicia no lo impide, la ampliación de capital que pretende ejecutar Peter Lim dispare el número de títulos necesarios para asistir hasta las 5.762 acciones. Como vaticinó Manuel Llorente -"hoy somos cuatro gatos aquí"- a Meriton le bastará con quedar una mañana en un local y tomarse tranquilamente un café ante la ausencia de accionistas presentes.