VALÈNCIA. Cada año, cuando empieza la temporada siento esa sensación de empezar de cero que muchos sienten cuando se acaba un año natural. En el caso de los amantes al fútbol o de los que nos dedicamos de manera directa o indirectamente a ello, ocurre algo similar pero en verano, empieza nuestro año futbolístico.
Sí que es verdad que, de un tiempo a esta parte, viene siendo algo extraño al haber competiciones internacionales, cambios de calendario y modificaciones en la vuelta al trabajo pero, cuando se enfundan la nueva ropa de la temporada, es el pistoletazo de salida que tanto nos emociona o, mejor dicho, nos emocionaba.
Este año, por desgracia, llegamos al inicio de la pretemporada con casi las mismas caras que acabaron la anterior, con el principal –y único- aliciente de ver a Bordalás con ropa de entrenamiento dirigiendo sus primeras sesiones. Si bien es cierto que a todos –incluido al técnico alicantino- nos gustaría ver incorporaciones la primera semana de trabajo, también soy consciente de que el mercado va a ser más complicado de lo que pensaba para el Valencia CF.
El club, sin campaña de abonos –por el momento- y sin competición europea apenas tiene ingresos destacables. Si a eso le sumamos que ningún internacional del conjunto valencianista que estaba en el escaparate ha conseguido brillar al nivel de poder ser una gran venta –Guedes, Maxi Gómez…- o que el nuevo patrocinador paga menos de lo que aportaba Bwin, el cóctel es más molotov de lo esperado. Una tendencia bajista que centra el mercado de pases en mínimos equiparables a los de Navidad.
De esta forma, pese a que el club se ha liberado de fichas importantes como la de Mangala o Gameiro, sigue tanteando futbolistas de valor de mercado oscilante entre 4 y 10 millones de euros –con valor de mercado nos referimos a cuánto vale el activo en si en el mercado, no lo que el Valencia CF vaya a pagar por él- con el único convencimiento de tratar de cerrar las operaciones con intercambios de futbolistas, cesiones o pequeños traspasos si el club con porcentajes a futuro si no logra obtener liquidez con la venta de algún jugador. Y así es muy difícil por no decir casi imposible.
Tampoco los que vuelven de cesión suscitan especial interés, ya que jugadores como Sobrino o Jorge Sáenz podrían salir sin apenas llegar al inicio de liga si encajan en alguna operación interesante. Mención aparte los chavales del filial, que van a ayudar y crecer, pero lejos de ser diferenciales o de otorgarles una responsabilidad que no les compete.
De esta manera la única esperanza que nos queda por el momento es confiar en Bordalás, en su criterio y en que el Valencia CF sea capaz de obtener liquidez de alguna manera sin comprometer al equipo. Esto último más difícil que cualquiera de las afirmaciones anteriores.
Es complicado tener ilusión sin ver ninguna cara nueva y temiendo por perder alguna de las que ya hay. Pero más complicado es tener que ver cómo ha pasado un año y no ha habido ningún cambio en la gestión, la propiedad o el rumbo del club. No ha pasado nada. Ni han vendido, ni se han marchado, ni parecen haber cambiado.
Y así, lo de “volver a empezar”, se hace cada vez más un “seguimos igual”.