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Zhang Ziyu, la gigante china que juega con liliputienses

28/06/2024 - 

VALÈNCIA. A la gente siempre le han fascinado los tipos muy altos. Pero no los altos, no, los muy altos. Gigantes que parecen jugar con los liliputienses. Mi primer alto, muy alto, fue Vladimir Tkachenko. Un pívot histórico de los tiempos de la URSS. Un mastodonte de 2,21 en una época, los 70 y los 80, en la que los pívots españoles, a excepción de Fernando Romay (2,13), apenas pasaban de los dos metros. Tkachenko era una especie de ser mitológico, un monstruo a ojos de sus rivales, que imponía por su estatura y el aspecto algo fiero que le daba el mostacho que lucía entre los labios y la nariz. Se hizo tan famoso que aún hay quien usa una expresión popular para meterse con los que se flipaban por su estatura: “¿Qué te crees, Tkachenko?”.

Luego vinieron más gigantes. Arvydas Sabonis, otro pívot de 2,21 que era mucho más talentoso que Tkachenko, un jugador algo tosco. O Rick Smits, con el que me hice una foto en aquel torneo que se disputó en Valencia antes del Mundobasket de España en 1986. Yo ya medía 1,90, pero a pesar de subirme al banquillo, era diminuto al lado del cuerpo interminable, 224 centímetros de piel y huesos, de este jugador de los Países Bajos que llegó a la NBA.

Allí, en la mejor Liga del mundo, irrumpió en los 80 y los 90 el más alto de los muy altos: Manute Bol. El pívot, además de ser larguísimo, 2,31 de altura, llamaba más aún la atención porque era muy delgado y tenía los brazos y las piernas como palillos. Manute Bol se hizo muy conocido, llegó a convertirse en un emblema de la NBA y pulverizó todos los récords de tapones. La casualidad quiso, además, que un año coincidiera en los Washington Bullets con Tyron Bogues, un canijo de 1,60, el más bajito de la historia de la NBA.

No todo fueron hombres. Me acuerdo mucho también de Margo Dydek, una jugadora polaca de 2,18 que tenía buena mano y clarividencia para entender el baloncesto. Dydek llegó a jugar en València, en el Ros Casares, y desgraciadamente murió demasiado joven, con 37 años, cuando estaba embarazada de su tercer hijo.

Todos estos personajes regresaron a mi cabeza cuando esta semana me apareció un vídeo con jugadas de Zhang Ziyu. Zhang Ziyu es una chica que forma parte de la selección de China que está disputando la Copa de Asia sub18. La pívot, según la FIBA, la federación internacional, mide 2,20, pero en algunos portales figura una altura aún mayor. Si Tkachenko, Sabonis, Smits, Bol o Dydek parecían gigantes, imagínense una chica de 2,20. Las rivales que intentan, inútilmente, defenderla, le llegan por el sobaco. Y ella, que ha aprendido lo básico, recibe, sube el balón con las dos manos, donde nadie puede alcanzarlo, y entonces se limita a colocarse para anotar. Nadie puede impedirlo.

Su debut en la Asia Cup U18 se saldó con 19 puntos (no falló ninguno de los nueve lanzamientos de dos que hizo), siete rebotes y tres tapones… en trece minutos. China aplastó a Indonesia por 109-50. Su siguiente víctima fue Nueva Zelanda. Ahí ya se fue a 36 puntos (con un 80% de acierto) y 13 rebotes. Y contra Japón, en el tercer partido, llegó a los 59 de valoración después de anotar 44 puntos (solo falló dos lanzamientos), 14 rebotes y cinco asistencias. Lo más meritorio, aparte de los pocos tiros que necesita, es que lo hizo en 26 minutos.

La prensa internacional se ha apresurado a compararla con Yao Ming, otro de los gigantes que recaló en la NBA y que se convirtió en uno de los deportistas más importantes de China, si no el que más.

La chica solo tiene 17 años y no hay mucha literatura sobre ella. Hay que bucear por los buscadores chinos para encontrar algo de información sobre su vida, para averiguar que en primaria ya medía 1,60 y 2,10 en secundaria. Sus padres, muy espigados también,  habían jugado al baloncesto. Su padre, Zhang Yuquan, medía 2,13 e hizo sus pinitos en la Región Militar de Jinan. Y su madre, de 1,98, llegó a la selección china. A los cinco años empezó a practicar con su progenitor y ya desde pequeña tuvieron que adaptar a su tamaño camas y pupitres.

En el instituto se puso a jugar en el equipo del Tsinghun Affilliates High School mientras ya empezó a tutelarla la Asociación China de Baloncesto. La joven crecía diez centímetros cada año. Un estirón tras otro. Y algunos portales chinos aseguran que ha llegado a los 2,26 metros. En julio de 2021 ganó la liga sub15 y en 2022 fue la MVP de la competición nacional y dejó partidos con anotaciones de más de 60 puntos. El año pasado, ya como sub17, volvió a ser la MVP.

La historia de una adolescente que ha crecido mucho y muy rápido, y de quien ya se especula que dentro de unos años podría acabar en la WNBA. Lo mejor es buscar sus vídeos y quedarse pasmado viendo cómo juega al baloncesto rodeada de liliputienses.


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