VALÈNCIA. Llegamos al penúltimo capítulo de las finales de Copa en color del Valencia CF. 2008 es el paradigma de titúlo atípico. Con el club navegando a la deriva por la manifiesta incapacidad de Juan Soler, la plantilla luchando en liga por no descender de categoría, gana el título de Copa y a los tres días se despide a un entrenador que no gozaba de ningún predicamento en el vestuario. Desde luego, la Copa del 2008 fue cualquier cosa menos normal.
El Valencia consigue su clasificación para Champions al finalizar la temporada 2007/08, pero ya hay una guerra interna abierta entre el entrenador Quique Sánchez Flores (al lado del cual se sitúa la mayoría de la plantilla) y el entonces director deportivo designado por Juan Soler, Amedeo Carboni. Los cruces de declaraciones y los desplantes públicos son notorios. Y cuando parece que Quique va a ser despedido ese verano, Soler sorprende y echa a Carboni. El precio para que Quique siga es el de sacrificar a una buena parte de sus colaboradores más próximos, lo cual le hace comenzar la pretemporada en posición de debilidad ante los jugadores. El sustituto de Carboni, Miguel Ángel Ruiz, un hombre proveniente de la esfera del Atlético de Madrid quien al ser despedido meses después declaró que lo había pasado muy bien en Valencia yendo a los museos y a la ópera.
La temporada no comienza con buenas sensaciones. Hasta el punto que Quique es destituído de madrugada un domingo tras perder 3-0 en Sevilla. Alguien le mete a Juan Soler la idea en la cabeza de Ronald Koeman como hombre duro y de carácter para meter en cintura a una plantilla de la que se decía vivía demasiado cómoda. Koeman comienza rechazando la idea, pero le ponen tres años de contrato en la mesa y manos libres para manejar la plantilla en todos los aspectos.
El ruido de sables cada vez es mayor. Los desencuentros entre la plantilla y el técnico van a más. De manera muy evidente tras un 0-3 en la jornada 16 ante el FC Barcelona 4 días antes de comenzar la Copa ante el Real Unión de Irún... Y Koeman hace saltar la bomba.
Koeman se reúne por separado con Cañizares, con Albeda y con Miguel Angel Angulo y les comunica que no van a jugar más con él en el banquillo: "Mientras yo sea entrenador, no volverás a ponerte la camiseta del Valencia". Más tarde lo comunica en rueda de prensa previa al partido con el Real Unión, y aprovechando el viaje decide no volver en toda la semana a Valencia para tener a los tres apartados lo más aislados posible del vestuario (el equipo jugó miércoles en Irún y sábado en Zaragoza con lo que hasta el día anterior de ir a la capital maña se hospedaron en San Sebastián).
El mismo día del partido por la mañana, Albelda da su versión en una rueda de prensa en Paterna en la que no puede acabar su discurso y se rompe. Las lágrimas no le dejan acabar justo cuando intenta explicar cómo les está explicando a sus padres lo que le está pasando. Y por la noche, para el resto del equipo, primer partido de Copa.
Comienza esta andadura copera 2007/2008 el 19 de enero en el Stadium Gal de Irún ante el Real Unión. Con un ambiente tremendamente enrarecido, el Valencia CF salta al campo con un once compuesto por Juanlu Mora bajo los palos; Lombán, Helguera, Marchena, Moretti; Baraja Sunny, Silva Joaquín; Mata y Arizmendi. El ambiente es muy tenso y el equipo sale descentradísimo al campo hasta el punto que los locales toman ventaja en el marcador al minuto 11 con gol de Sergio Francisco. El encuentro es muy malo y lo resuelve el Valencia con dos pelotazos que caza Zigic en la segunda parte del encuentro (minutos 61 y 70), 1-2 y al tramite de la vuelta. También se atragantó, aunque no tanto porque si bien el equipo ganó 3-0 no comenzaron a caer los goles hasta entrada la segunda parte: Zigic en el 65, Joaquín en el 77 y el mismo extremo andaluz en el 89 finiquitaron una eliminatoria donde los ojos habían estado en todos los sitios excepto en el césped.
Para octavos ya esperaba el Betis. Y para la ida en el Villamarín Koeman se queda sin delanteros que alinear, así que se la juega: su "9" será Joaquín. La apuesta sale redonda y el hoy capitán del Betis marca los dos goles en el 5 y en 12 (uno -testarazo incluido- de ellos de auténtico ariete), Pavone pone el 1-2, pero ya no daría para más que para ir a Mestalla. En Valencia no hubo resistencia verdiblanca. Zigic en el 9 y Vicente en el 68 pusieron tierra de por medio y aunque Juanito acortara en el 78, ya no hubo caso. Los cuartos y las semis serían bastante más moviditos.
Para cuartos, el Atlético en Mestalla con el debut de un joven medio centro holandés demandado por Koeman y que se ficha del Ajax. Hedwiges Maduro (previamente el Valencia CF había gastado un dineral en un jugador argentino de Boca: Ever Maximiliano Banega).
El partido es muy tenso y jugado de poder a poder, pero se lo lleva el Valencia 1-0 gracias a la puntería de David Jiménez Silva. Queda la vuelta contra un Atleti que se estaba reinventando y que ya contaba con futbolistas de la talla de Forlán o el Kun Agüero. El comienzo de partido en el Calderón es agónico y al minuto 18 el equipo colchonero ya ha puesto la eliminatoria en franquía con con goles de Miguel Brito en propia puerta a los 10 minutos y del Kun a los 19. El Valencia CF parecía contra las cuerdas y a punto de ir a la lona en sólo medio partido de vuelta. Pero 11 minutos después irrumpe un futbolista que sería decisivo en aquella Copa y a la larga en aquel Valencia CF. Juan Mata, un chaval de Oviedo criado en la cantera del Real Madrid y que fue la mejor apuesta futbolística de Ronald Koeman tras el ostracismo al que Quique lo había sometido -dicen que por ser una apuesta personal de Carboni-. Su definición al ser preguntado por el futbolista fue: "dónde los demás ven hombres, nosotros vemos proyectos".
Mata inicia la jugada que finaliza en el autogol de Cleber que mete al Valencia CF en el partido en el minuto 28, y en el 35 hace un jugadón para poner el 2-2 antes del descanso. Por el valor doble de los goles en campo contrario al Atleti le hacen falta dos dianas para eliminar al Valencia. Sólo consigue una (Valera en el 60), las buenas intervenciones del alemán Hildebrand y la defensa colectiva del grupo obran lo que parecía el milagro. El Valencia CF se mete en semis y ahí espera otro coco: el FC Barcelona de Eto´o, Henry y compañía.
A esas alturas del año ya no hay ningún feeling entre Koeman y su entorno (fundamentalmente el más próximo, la plantilla). Con Koeman sólo se han sumado tres victorias en liga y el equipo cae posiciones en picado, pero la Copa parece ser otra cosa.
Los de Koeman llegan como víctimas al Camp Nou ante un Barça tercero en la liga, y salen muy vivos del feudo azulgrana. Se adelantan 0-1 con gol de David Villa en el minuto 64 a pase de Arizmendi. Con una actuación descollante (de las pocas que tuvo en su paso por Mestalla) del guardameta internacional Timo Hildebrand, los blanquinegros no se llevan el triunfo gracias a un gol de Xavi precedido de una mano clarísima de Eto´o en el primer control que Iturralde Fernández no vio pese a la insistencia de los jugadores blanquinegros en la protesta.
La vuelta en Valencia sería espectacular. Aquellos partidos con un sabor especial en los que Mestalla y la noche se citan para mirarse a los ojos, se cogen de la mano y se dejan arrastrar por un sinfín de vaivenes que provocan carruseles de emociones sin filtro sólo aptas para corazones con el murciélago labrado a fuego.
El once de aquella noche fue el compuesto por: Hildebrand, Miguel, Marchena, Albiol, Moretti; Maduro, Baraja, Joaquín (Arizmendi, m. 65) y el Silva (Banega, m. 75); Mata (Caneira, m.82) y Villa. El primer gol lo consigue Baraja de un impresionante zapatazo desde la izquierda desde muchos metros que se coló en la escuadra de la meta de Víctor Valdés en el minuto 18. En el 44 una contra con Villa, Joaquín, Silva y remate final de Mata acaba en el 2-0 en la noche que consagró al asturiano como ídolo para su afición. En el minuto 72, Henry pone en 2-1 (el empate a más de un gol daría el pase a los azulgrana por el valor doble de los goles en campo contrario). Pero en el 73 aparece Mata para abrir las puertas del manicomio en el que se convirtió Mestalla que ya se veía en la final, Nada más lejos de la realidad porque en el 80 Eto´o hacía el 3-2 y en el descuento Henry envió al palo el balón que hubiera supuesto una máxima decepción. Cuando Mejuto González pitó el final, una riada de alegría inundó Mestalla por poder vivir una nueva final. En el interior del palco VIP ya sabían que Koeman era carne de cañón. El certificado de defunción ya estaba redactado, sólo faltaba ponerle la fecha.
El Valencia volvía al Calderón para disputar una final ante un equipo madrileño (como en 1979), pero esta vez el sorprendente rival era el Getafe de Michael Laudrup.
Los de Mestalla volvían a ser el patito feo ante la campaña promovida por los medios de comunicación madrileños con difusión en todo el territorio nacional, e incluso hubo que aguantar alguna declaración de favoritismo del actual Rey Emérito en esa misma dirección.
En el Valencia CF las cosas no mejoran, más bien todo lo contrario. Albelda denuncia al Valencia CF y a Juan Soler por su situación apartado dentro de la plantilla. Cada vez hay más jugadores (Joaquín, Vicente, Miguel Brito) en el punto de mira de un Koeman aislado de todo y de todos por su nula empatía y sus malos resultados. El equipo juega en liga 4 días antes de la final y pierde 1-2 contra el Racing de Santander en Mestalla y se sitúa a 5 puntos del descenso directo con una plantilla decidida a salvar la situación (liga y Copa) tirando de autogestión sabiendo que el entrenador no va a acabar la campaña.
Y así sucede cuando Koeman avanza el once tras el último entrenamiento antes de la final. Los jugadores no lo pueden cambiar pero si a algunos jugadores de posición. Del 4-3-3 (obsesión del holandés que dijo que no iba a variar durante la temporada bajo ningún concepto), se pasa sobre el campo a un 4-4-2 (con el cual el equipo se sentía más cómodo sobre el terreno de juego) tras un cónclave de futbolistas sin cuerpo técnico de por medio.
El once aquella tarde noche fue el formado por: Hildebrand; Miguel, Alexis, Albiol (Caneira, m. 58), Moretti (Edu, m. 63); Marchena, Baraja, Arizmendi, Mata, Silva y Villa (Morientes, m. 76). El Getafe salió con Ustari; Cortés, Contra (Pablo Hdez, m. 56), Tena (Braulio, m. 78), Cata Díaz; Licht, Casquero (Celestini, m. 66), Albín, De la Red; Granero y Manu Del Moral.
Lo que debió convertirse en un aliado del Getafe lo fue a la postre de los valencianistas, la sede. La población de Getafe acabó su jornada laboral y se dirigió en transporte público a las gradas del Calderón y no las ocupó hasta 20-15 minutos antes de comenzar la final. La afición valencianista, desplazada en la capital desde la mañana, ocupó sus asientos en cuanto se abrió el estadio. Los componentes de la plantilla valencianista destacaron en su momento el subidón de adrenalina que les dio al pisar el terreno de juego dos horas antes del comienzo del partido y ver medio estadio vacío y el otro medio de color naranja cantando y animando a los suyos. Fue otro pasito más hacia la conquista del título.
Ese fue el canto del cisne de la mejor época de la historia del club que se abrió 11 años atrás en La Cartuja. Fue el último título (hasta el Centenario) de futbolistas que habían sido campeones con los de Mestalla (Cañizares, Angulo o Albelda, pese a no participar en el torneo, Albiol, Marchena, Baraja, Vicente...). Y todo ello unido a los valores emergentes (Villa, Silva, Mata) y determinados experimentados (Edu, Morientes, Joaquín) hizo que la mezcla saliera perfecta en la final.
El equipo tenía claro que la manera de salir en los primeros minutos podía decantar la final. Y en esos detalles a veces radica la diferencia. La manera de salir al terreno de juego de unos y otros, determinaba quien sabía que podía ganar la final y quien se veía ganador antes de disputarla (lo mismo que le pasó al Valencia del 2000 en París). Unos parecían un escuadrón preparado para la batalla de sus vidas. Los otros, un grupo de futbolistas agradecidos por estar ahí y preparándose más para un divertimento que para una lucha por cada palmo del terreno de juego; error.
El Valencia CF sale junto y muy compacto. Al minuto 3, en el perfil zurdo del ataque Villa ve que le dobla Silva. El canario amaga y la pone al punto de penalti donde entra Mata libre de marca y conecta un cabezazo que aunque parece en un primer momento que pueda haber desviado Arizmendi, entra sin ayuda superando a Oscar Ustari; 1-0.
En esos primeros minutos y pese a la alegría del tanto inicial a Koeman se lo llevan los demonios. Sabe que el once que está jugando es el que él ha decidido, pero que el dibujo y las decisiones sobre el terreno de juego nada tienen que ver con su voluntad.
Sin tiempo para aumentar su cabreo, llega un córner en el minuto 10 por la derecha del ataque valencianista. Otra vez el guante de seda de Silva sirve una pelota aérea para que Alexis Ruano remache de cabeza a la red; 2-0 en diez minutos. La víctima demostraba el peso de la historia y ponía muy de cara la final para el Valencia CF.
Sin embargo, aquel Valencia estaba condenado a sufrir, y al final de la primera parte un derribo de Moretti a Contra lo acaba sancionando como penalti Undiano Mallenco a instancias de su asistente. Granero pone el 2-1 al filo del descanso.
Durante la segunda parte el Getafe apretó buscando el empate y estuvo a punto de lograrlo de no ser porque el larguero repelió un balonazo del Pirata Granero y porque Hildebrand estuvo inspirado ante un cabezazo de Braulio, aunque Villa en dos ocasiones pudo haber puesto anteriormente el tercero en el marcador.
Y cuando todo apuntaba a un final más que agónico una falta algo lejana a diez minutos del final la ejecuta Baraja. Ustari rechaza apurado pues no espera semejante latigazo, y lanzándose con todo de cabeza a por el rechace Fernando Morientes puso el 3-1 definitivo que le daba al Valencia CF su séptima Copa del Rey.
Con el pitido final la ese año sufrida afición valencianista festejó muchísimo el título. Un respiro a punto de jugarse la permanencia en la categoría a partir de ese fin de semana que Baraja y Marchena levantaron recogiendo de manos de SM El Rey Din Juan Carlos I.
Al comienzo dijimos que la Copa tuvo su miga: antes, durante y después. Y el después (aunque de manera resumida, merece un capítulo propio.
Como hemos reflejado anteriormente, el certificado de defunción de Koeman estaba redactado, la idea primigenia fue ejecutarle a la mañana siguiente de conseguir la Copa. Los capitanes consiguen convencer a Rafa Salóm (vicepresidente deportivo) de que no lo haga, dado que opacaría la resonancia del triunfo conseguido.
El club juega el domingo en San Mamés y pierde 5-1 ante el Athletic de Bilbao, al acabar el partido Salóm se reúne de nuevo con los capitanes y les dice que ya no hay ninguna razón para mantener al entrenador holandés que sería destituido el lunes 21 de abril junto con todo sus ayudantes y el secretario técnico Miguel Ángel Ruiz. El sustituto del holandés en el banquillo sería el hasta entonces delegado, Voro.
El equipo con el de l´Alcudia gana 4 de los últimos 5 partidos y se salva. Paralelamente, y dada la gravedad de la situación, el club decide dejar los clásicos festejos por el título de Copa (visitas a Basílica, Generalitat y Ayuntamiento) para el sábado 17 de mayo (previo a la disputa de la última jornada de liga y ya con el equipo salvado).
El autobús del equipo partió desde Paterna esa mañana para hacer el recorrido, y ahí las caras ya eran muy tensas en toda la expedición por la decisión que la plantilla había tomado: no se saldría al balcón del Ayuntamiento a ofrecer la Copa a la afición. La poca gente que hubo al principio para acompañar al equipo en Basílica y Generalitat se fue multiplicando esperando en las vallas dispuestas para contener al gentío en la plaza del Ayuntamiento.
Allí comunicaron los jugadores que tras la temporada, no había nada que celebrar y que por tanto no saldrían al balcón por más que fuera la gente les increpara instándoles a ello y que la desaparecida Rita Barberá se lo pidiera tres veces en público y dos en privado (según cuentan testigos presenciales en un segundo encuentro en el que la tensión fue de gran magnitud): "Quiero pediros un favor, que salgáis al balcón para mostrar la Copa a la afición. Ellos mueren por vosotros, sufren por vosotros, porque movéis sentimiento".
No hubo respuesta positiva mientras la gente aumentó las protestas en la calle que no dieron fruto alguno. Evidentemente, esta Copa del 2008 (tal y como dijimos al comienzo). Fue de todo menos normal.