VALÈNCIA. Iban demasiados minutos en las piernas. Muchas lesiones, muchos días dándole vueltas a los futbolistas que podían salir del sanatorio para afrontar la cita del año. Muchas cosas conseguidas con los grilletes de un mes de febrero tan apasionante como agotador. Y la resistencia dijo basta mientras agonizaba una oportunidad histórica para meterse en una final de Copa. El Levante se quedó anoche a las puertas del sueño.
El Athletic fue muy superior a los de Paco López. Primero en cuanto a fútbol y ocasiones, después en lo que atañe al físico. Marcelino no hizo ningún cambio en 90 minutos, ni siquiera movió piezas en los corrillos previos al arranque de la prórroga. Fue como si el asturiano quisiese dejar claro y patente que la barra de energía de sus chicos estaba a rebosar frente a un cuadro granota ya con el marcador bajo mínimos. Y por ahí empezó a perder el encuentro el Levante, por el plano físico ante un rival muchísimo más fresco.
Y es que fueron muchos los jugadores levantinistas que quedaron desfondados. Miramón se vació en la brega con Muniain, Roger estuvo físicamente más entero pero dio todo como de costumbre y De Frutos recibió golpes de todos los colores. El agotamiento fue tal que los granota acabaron el tiempo reglamentario pidiendo la prórroga, y la prórroga demandando los penaltis siempre que el empate se mantenía a flote. Esta vez la épica fue en contra y el Athletic, carambola mediante, logró meterse en la final en el 112.
Y con el cansancio a cuestas, el planteamiento de Paco López sorprendió. Se decantó por Róber Pier para sentar a un Vukcevic que en la segunda parte demostró no estar todavía para los trotes con los que le llegó la lumbalgia. El central gallego actuó en la medular y la jugada no salió tan bien como ante el Atlético. Al margen de la decisión en la portería, el técnico de Silla armó durante el encuentro tres centros del campo diferentes.
Arrancó con Malsa y Róber Pier en el doble pivote y Rochina, por delante, escoltando las alas con De Frutos y Morales. Al quedarse Róber Pier en vestuarios, Bardhi entró para compartir interior con el de Sagunto y con Malsa como escudero en el pivote. Al final, terminó con Vukcevic y el '10' jugando en el mediocentro, como ya hiciera en el Metropolitano. Con todos esos dibujos y los retoques finales en banda derecha, el Levante terminó sucumbiendo al mismo guión durante todo el encuentro.
Sin embargo, el equipo supo achicar agua. Mientras la ilusión inundaba el Ciutat, las piernas aguantaron para sacar de área propia casi todo lo que llegaba. Y lo que no pudo sacar la zaga, lo hicieron los palos de Aitor, que besaron hasta cuatro balones perdidos a milímetros del marco granota. Vezo y Duarte estuvieron serios, muy fiables a los centros laterales de los bilbaínos, tarea siempre en el debe de la retaguardia del cuadro de Paco López y que en el día de ayer -y sobre todo en las últimas citas- está incluyendo en la columna de facetas mejoradas.
Y aún con ese guión, el Levante pudo ser finalista. No solo porque estuvo a ocho minutos de forzar unos penaltis no aptos para cardíacos, sino porque también dispuso de sus ocasiones. La de Roger y su tanto de cazagoles fue la primera, pero también Morales probó fortuna desde la frontal en el primer tiempo, Yeray estuvo a punto de meterse en propia un centro de Miramón que acabó en el poste y Bardhi hizo volar a Simón en una falta escorada ya en la prórroga.
El cielo tendrá que esperar para un Levante que veía en este 2021 el año para hacerle justicia a aquella Copa de la República no reconocida por la Federación. Eso sí, los meses de ilusión ya nadie se los podrá quitar al levantinismo. Ni el recibimiento al bus en el Ciutat. Ni unos nervios prepartido hasta esta temporada desconocidos. La emoción ya no inunda Orriols, ahora lo hace el orgullo.