VALÈNCIA. Fue el 18 de febrero. El viaje a Ponferrada prometía feliz por el momento en que el Levante visitaba El Toralín. La concatenación de tres jornadas consecutivas con victoria por primera vez en el curso, en medio de la famosa racha de invencibilidad -en ese momento de 18 encuentros-, empujaba en la clasificación a un equipo radiante. Los de Javi Calleja recién estrenaban la segunda plaza con 50 puntos tras haber doblegado a Burgos, Cartagena y Andorra, aventajaban al Alavés en uno y tenían al líder, entonces Las Palmas, a solo dos. El contexto invitaba a la categoría prácticamente a otorgar uno de los billetes de Primera al Levante: entrenadores, como el propio Luis García Plaza o Paco López, aseguraban públicamente que los de Orriols eran los más temibles de Segunda en una mezcla entre traspaso de presión y huida de etiquetas de favoritismos.
Y entonces el Levante empató a nada. La Ponferradina sostuvo al elenco de Calleja y pareció pararle el reloj de golpe. Los tres triunfos seguidos se diluyeron en un mix de sensaciones que, primero, se saldaron con el punto de El Toralín y, después, fueron en picado. Ante el Lugo se regresó a la senda de la victoria, pero el equipo lo hizo con un añadido de dudas después de que, tras ponerse por delante, volviese a nublar sus ideas y cediera un empate deshecho, de repente, por un golazo de Pablo Martínez. Después, el triunfo iba a ser algo más placentero por el rocambolesco tanto de Rober Ibáñez que representó el fin de la luz granota. Porque desde aquel 18 de febrero han transcurrido dos meses de ultratumba.
Entre subidas y bajadas de la montaña rusa, desde las tablas en El Bierzo el Levante ha cosechado solo dos victorias en nueve partidos. En esos últimos 60 días, el cuadro de Calleja ha perdido sus dos únicas citas con el técnico madrileño al frente: la de Huesca, contundente, y la del lunes frente al Mirandés, desoladora. La plantilla salió del Ciutat visiblemente tocada. Más que nunca. Por la oportunidad que se perdió y por cómo se había tirado por tierra, aventura por el penalti de Wesley mediante. Además, con la sensación de que a Calleja se la ha caído un plan cuyos resultados marchaban... hasta El Toralín.
Ahora el Levante abre un escenario desconocido desde el aterrizaje del entrenador. Calleja está para algunos miembros del club en el foco. Sin Tregua adelantó en la noche del lunes una reunión entre el presidente, Quico Catalán, y el director deportivo, Felipe Miñambres, por la preocupación que genera el momento del equipo, disparado -por sensaciones- a jugar un playoff que, salvo sorpresa mayúscula, tiene prácticamente asegurado. Además, en el levantinismo la figura del entrenador está más en entredicho que nunca, aunque el equipo sigue estando a tiempo de alzarse.
Las sensaciones están a años luz, pero la segunda plaza sigue a tres puntos con el golaverage particular ganado contra el Granada. La cita de El Insular el próximo sábado es clave para no perder comba y para mantener coleando la confianza sobre el técnico en las altas esferas de la entidad de Orriols. En caso de caer en Las Palmas, los canarios se irían a cuatro puntos y el segundo puesto posiblemente a seis a falta de 15 por disputar. Ganar, no obsante, supondría dar el primer paso para salir de una tumba ahora profunda.