VALÈNCIA. El Levante se ha atascado. Esa es la sensación que se ha apoderado del mundo granota después de un mal mes de noviembre en Orriols. El plan inicial no sale -los cambios ya llegaron en el choque ante el Elche- y las soluciones, tampoco. No han funcionado las remiendas de Paco López en los últimos cuatro partidos de su equipo, tras el poker de empates que deja al Levante en descenso después de las diez primeras jornadas de Liga -nueve en clave granota-.
El parón por fecha FIFA de octubre dejó a la plantilla con un mal sabor de boca, sobre todo después del partido para olvidar de San Mamés, y desde entonces la cosigna fue levantarse de los tropiezos con una misma idea reforzada desde que arrancó la temporada y el ADN reconocible de siempre del técnico de Silla. Desde entonces, uno tras otro: ahuyentos de catastrofismos antes de cada partido para, a la postre, terminar alimentando el debate en la hinchada del Ciutat.
Ese debate no existe, al menos por ahora, en el seno del club. El vestuario confía, de momento, en Paco López y Paco López en el vestuario, pero es evidente que la positividad que el preparador exporta en sus comparecencias previas a los duelos y la tranquilidad posterior a los empates se traduce en conversaciones dirigidas a tocar teclas. Así lo aseguró tras firmar las tablas ante el Alavés y se confirmó al observar sobre el tapete al Levante el pasado sábado. Aunque, eso sí, el cuerpo técnico ya había movido muchas piezas en los partidos anteriores y también en el inicio de curso ante la falta de refuerzos que, más allá del caso de Malsa, no ha entendido como futbolistas de rendimiento inmediato.
Sin embargo, en este caso el cambio fue perceptible desde el pitido inicial: Morales ya no formaba en punta de lanza con el deber de jugar a tirar líneas con la defensa rival; De Frutos disponía de su primera titularidad para caer a banda; y Melero volvía a ejercer de nexo entre el enganche y la punta de ataque. El engranaje funcionó engrasado y sin tiranteces al comienzo con el propio Melero como tuerca madre -fue el mejor del Levante en el primer tiempo-, pero empezó a atrancarse cuando vinieron mal dadas.
El descanso pasó como el plomo por el vestuario local y el segundo acto sirvió para retrasar unas líneas que habían ahogado durante muchos minutos al rival. El empate de los franjiverdes fue una parálisis. A partir de ahí, las soluciones devolvieron al Levante al dibujo y, sobre todo, el plan que no había funcionado en tres jornadas atrás: Roger y Morales en punta, y Rochina y Campaña a los costados arropando a un doble pivote. Una idea que sacó sobresaliente hace ya mucho tiempo en El Sadar y que tuvo rendimientos notables en partidos como ante el Sevilla, pese a la derrota final, pero que lleva un mes sin aprobar.
Esta semana ha arrancado reflexiva en Buñol. No es la primera vez. Ocurrió tras el desastre de Bilbao y después de otros partidos que el Levante tuvo en la mano pero no supo cerrar. Dentro, pocos son los que dudan de los planes y muchos los que confían en que la folosofía que cursos atrás cumplió objetivos con creces vuelva a reinar en el Ciutat. Un punto a favor es que los resultados granotas decepcionan, sí, pero no pierden. La sensación es que los últimos cuatro partidos han arrastrado los mismos problemas y desconexiones de siempre que han impedido la llegada de triunfos -tanto en defensa como en creación ofensiva-, pero el Levante, por X o por Y, no ha merecido caer derrotado.
Todo eso hay que confirmarlo con puntos. No hay otra receta para agarrar la confianza y no dejarla caer. El próximo viernes el partido ante el Valladolid sí se antoja clave ante un rival que, a diferencia del Levante, ha resurgido y ya está fuera de los puestos de descenso. Una victoria granota dejaría al equipo muy probablemente fuera de la zona roja y supondría, dentro de la tensa situación actual, cierto golpe sobre la mesa ante la desazón generada este noviembre.
El KO de Rubén Vezo ante el Elche hizo saltar todas las alarmas en la defensa granota. El central de más nivel y más utilizado por Paco López renunció a terminar el partido por unas rampas que le complicaron la existencia en los últimos minutos del partido. Tras un salto en un córner, tuvo que pedir la sustitución y dejó a todo el mundo pendiente de su cojera.
Sin embargo, fuentes del club apuntaron que los problemas del luso no tenían por qué revestir, en principio y tras una primera exploración, una gravedad mayor. Vezo se entrenó ayer en Buñol con el resto de sus compañeros y con aparente normalidad, por lo que el mejor zaguero levantinista se apunta, si no existe ninguna dificultad añadida, al duelo de Zorrilla.