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Ganar en tiempos de guerra

28/03/2023 - 

VALÈNCIA. El Levante ya es campeón de Copa. Hoy el título figura en sus vitrinas -ya lo hacía desde 2013, cuando la RFEF aceptó exhibir el trofeo incluso en su propio museo histórico, de manera ciertamente contradictoria a la negación del campeonato al entender que no fue organizado bajo su manto- y hondea en el palmarés nacional de manera oficial. A partir de ahora, en álbums de cromos y wikipedias aparecerá el asterisco con la nueva anotación, y los medios nacionales deberán nombrar al campeón del 37 cuando el Levante vuelva a colarse por sorpresa en la fase noble de alguna Copa del Rey, como aquella de 2021. La del 37 es una Copa ganada por partida doble -que no en los despachos, como algún titular inocente pero mal tirado dictaba este fin de semana-: en un terreno de juego en tiempos de guerra, y en otra batalla de memoria histórica vencida ya en democracia.

Lo que ocurrió entonces nadie lo puede contar de primera mano. Al menos, ninguno de los futbolistas que vivieron aquel triunfo -sí algunos de sus descendientes, como el propio Ernesto Calpe, por ejemplo-. De ahí el valor del incansable trabajo de Emilio Nadal, el Área de Patrimonio Histórico del club y otros historiadores que honran la memoria levantinista. Son ellos los que cuentan cómo se jugó aquel torneo en el 37 en un enrevesado contexto socio-político, con el período de la Guerra Civil española iniciado y a punto de acentuar su intensidad cuando el 18 de julio de aquel año el Levante FC se alzó campeón de, sí, una Copa de cuatro equipos. Es lo que la realidad del momento permitió en una competición que, si bien no fue arrancada a proposición de la FEF (no Real por aquel entonces) y su presidente Ricardo Cabot, sí contó con su beneplácito.

Aquello de los "cuatro equipos" sirve a algunos -ajenos a todo el trabajo histórico realizado- como arma arrojadiza para renegar del reconicimiento legítimo del título en el palmarés granota. Como si importara. Como si el Barça no añadiera la primera Liga de la historia a sus 26 entorchados aunque la jugasen solo 10 equipos y no 20; como si el Real Madrid no exhibiera en sus vitrinas Copas de Europa a las que clasificó por defecto; o como si Italia borrase dos estrellas del escudo de su combinado nacional porque fueron conquistadas en el 34 y el 38, con solo 16 selecciones, sin fases de grupos y con países que no participaron en el torneo por condiciones absolutamente extrafutbolísticas. España fue vivo ejemplo de ello: quedó fuera de la Copa del Mundo por su condición especial en pleno conflicto bélico y con dos federaciones de fútbol reconocidas por la FIFA: una por bando y sin lazos posibles, pero reconocidas por el ente, un argumento que ha servido durante los años para reforzar la petición de oficialidad del título del Levante.

Cada competición tiene sus asteriscos y la Copa de la España Libre, tan legítima como los Mundiales italianos o las ligas de diez clubes, también tiene los suyos: cuatro equipos del Mediterráneo -aunque también se estudió la participación de otros como el Atlético Aviación o el Madrid-, siete partidos, una victoria ante el Valencia y una Copa alzada en tiempos de guerra. 

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