GRUPO PLAZA

análisis | la cantina

La zarzuela, Topuria y Ricky Rubio

23/02/2024 - 

VALÈNCIA. La gente da por sentadas muchas cosas que no entiendo de qué tabla de Moisés las ha sacado. A mí me dicen que ya no se leen artículos largos, pero yo escribo un artículo muy largo cada domingo en Valencia Plaza y parece ser que funciona. Creo que, en realidad, esa gente confunde que los jóvenes consumen contenidos muy breves y visuales con que no se pueda reconducir esa tendencia y educarles a que hay otro tipo de entretenimientos más profundos y, en el fondo, placenteros. Me pasa algo parecido con los gustos. Que cada uno cree que los suyos son los buenos, y los de los demás, si no coinciden, son los malos. Cuando no son más que eso, los suyos. Va un ejemplo: a la gente la hace mucha gracia que a mí me guste la zarzuela. Y a mí me flipa la zarzuela. Siempre que lo comento, escucho alguna risita condescendiente. El miércoles estuve en el Teatro Olympia viendo ‘La Revoltosa’ y algunos amigos se burlaron de mí. Pero si digo que me gusta Extremoduro o Leiva, todo está bien. O sea, que está bien ser un borrego, uno más de la manada, supongo.

Ya hace tiempo que dejé de recorrer el camino inverso. Que a ti te gusta ver ‘Sálvame’ (¿aún existe?), adelante. Que no abres un libro ni aunque tropieces con él, es tu decisión. Que te encanta ir los fines de semana a un centro comercial con tus hijos, todo tuyo. Si a ti te gusta, está bien. Durante años no. Durante años discutía con mis amigos diciéndoles que era mucho mejor llevar a sus hijos a un parque, o a un museo entretenido, o al cine. Pero ya no. Si a ellos, padres e hijos, les gusta el centro comercial, comer en La Tagliatella y comprarse una camiseta en el Bershka, pues está fenomenal. Ya dejó de importarme porque entiendo que cada persona es diferente y lo que tiene que hacer cada uno es proporcionarse su propia felicidad.

Eso ha hecho que tampoco me guste competir con los demás por imponer mi opinión. Hace un par de años que preferí el silencio a un debate absurdo que no lleva a ningún sitio. Un amigo que sabe de mi tendencia ‘foodie’, me pregunta a veces por sitios para comer. Y muchas veces, cuando nos juntamos los amigos, me pregunta por la mejor hamburguesa o la mejor pasta de València. No me da tiempo ni a responderle. Rápidamente saltan los demás y le dicen que las mejores hamburguesas son las de Hundred, o las de Fitzgerald, o vete tú a saber cuál. Entonces, al ver su necesidad por hacer valer su opinión, me callo. Y al acabar la conversación, el amigo que me ha preguntado se queda con muchas respuestas y ninguna es la mía. ¿Y qué mas da? ¿Es tan importante? Pues no. El caso es que el próximo día que quiera comerme una hamburguesa iré a Moflete o a donde a mí me guste.

No me gusta la UFC. Creo que soy el único español que no ha visto el combate de Ilia Topuria. El otro día me alegró leer una columna de Fernando Carreño, histórico periodista del ‘Marca’, diciendo que a él tampoco le gustaba. En este caso no me cae antipático el personaje. Más bien, al contrario. Le he visto un par de entrevistas (creo) en La Resistencia y me pareció un tipo humilde y despierto. Creo que ha sido inteligente en la manera en que ha comunicado sus éxitos y en cómo ha proyectado su figura entre la sociedad. Igual no ha sido él sino un experto en comunicación. Pero si es así, habrá demostrado inteligencia también al dejarlo en las manos adecuadas. Pero el deporte, la verdad, no me atrae. No me gusta ver a dos tipos llevar una pelea callejera a un recinto deportivo.

Tampoco creo que sea un melindre. Me gusta el boxeo, aunque casi más su literatura que su deporte. Pero he ido a ver combates de boxeo y tengo colgado en mi casa un retrato de Arturo Gatti, uno de los púgiles más feroces y valientes que he visto nunca en un cuadrilátero. Y aunque ha habido veladas salvajes, creo que tiene unos límites que no se traspasan y que aleja al boxeo del otro tipo de lucha.

Me pone mucho más Ricky Rubio que Ilia Topuria, la verdad. Me gusta el deportista: para mí es el jugador con más talento nacido en España. Muy pocos ven el baloncesto como el base del Masnou. Siempre me ha emocionado verlo jugar. Desde que Aíto García Reneses le hizo debutar con 14 años. Me gustó en la ACB y en la NBA. Pero donde más lo disfruté fue con la selección española. Especialmente en aquella final olímpica contra Estados Unidos en los Juegos de Pekín, en 2008. El día que España estuvo más cerca de Estados Unidos. La única vez que he visto una opción real de ganarles en una final.

Pero también me gusta el personaje. Su sensibilidad, sus debilidades. Ese corazón roto por su madre. El MVP de un Mundial que, de repente, un día, se desmorona y se hunde en el pozo. Me gusta que cuente lo que le pasa. Y me gusta verle regresar al nido para intentar volver a volar. No sé si será la misma estrella que brilló donde jugó, pero creo que ahora muchos, casi tantos como los que celebraron el triunfo de Topuria, aplaudirán la vuelta de Ricky Rubio después de muchos meses entre tinieblas.


Noticias relacionadas

next

Conecta con nosotros

Valencia Plaza, desde cualquier medio

Suscríbete al boletín VP

Todos los días a primera hora en tu email