VALÈNCIA. El Valencia CF acaba de ser arrasado en casa contra el FC Barcelona mientras el abatimiento comienza a asomar en quienes deberían ser los pilares fundamentales del proyecto actual.
Las primeras andanadas surgen de la boca de Carlos Soler con frases contundentes: "Ha sido un baño de realidad. Acabar 0-3 la primera parte es para estar tristes y jodidos. Contra el Barça dar la vuelta luego es casi imposible. Tenemos que mejorar mucho la faceta defensiva. Jugando cómo la primera parte no podemos optar a esos puestos, sería engañarnos a nosotros mismos. En la primera parte lo hemos echado todo a perder".
El segundo golpe es la imagen de Gayà. El capitán se queda sólo en el banquillo con la cara apoyada en la mano y la mirada perdida. En su rostro se reflejan la impotencia, la preocupación la amargura y hasta un punto de vergüenza por el nivel exhibido por el colectivo. La estampa finaliza cuando precisamente Carlos Soler acude hasta esa dependencia del terreno de juego para hablar con el capitán y subirle el ánimo. La nueva lesión, la pésima imagen dada ante el Barça, y la deriva del proyecto han sumido al primer capitán en una imagen de abatimiento que representa a una gran cantidad de aficionados.
Casi al mismo tiempo que los dos capitanes diseccionan la crisis en el banquillo, Bordalás desnuda la realidad en una rueda de prensa sin paños calientes. Sus frases son una sucesión prolongada de cargas de profundidad que ahondan en la distancia que desde el mercado de invierno se ha producido entre Anil Murthy y su entorno y el entrenador: "Ahora debemos centrarnos y pensar en sumar puntos para no sufrir en la recta final del campeonato. Estoy triste por la afición porque no se merece la imagen que hemos dado hoy, puedes perder pero no te pueden superar con tanta facilidad. Hoy hemos dado una pobre imagen de impotencia. La verdad es que tengo mucha frustración porque esto no es lo que yo quiero. No nos da para competir con los de arriba. A día de hoy esta es la realidad, podemos asumirla o seguir viviendo del pasado".
Por primera vez Bordalás mostró públicamente su abatimiento y frustración con una realidad que no quiso contemplar a su llegada: este no es el Valencia CF que se esperaba. Ni los refuerzos son los esperados por nivel futbolístico, ni por especificidad para los puestos demandados. Desde los roces producidos en el mercado invernal que acabaron con el preparador alicantino desentendiéndose de los jugadores que acabaran llegando en enero y de la salida de algún futbolista en plantilla (especialmente la de Wass), la distancia entre entrenador y el binomio Murthy-Corona cada vez es más grande y evidente. A este respecto cabe recordar que el contrato que une al entrenador y al club tiene cláusulas de escape para resolverlo al final de esta primera temporada.
Y en otro orden de cosas cabe recordar que el club se encuentra en el intento de renovar a Carlos Soler y a José Luís Gayà. Y pese que desde el club se vende optimismo a la hora de la renovación del lateral y se apunta a las altas exigencias de Soler para explicar las dificultades para prolongar al centrocampista, la realidad es que el abatimiento puede cambiar cualquier decisión de un profesional ante la falta de proyecto y la perspectiva de completar una carrera en la mediocridad ante la realidad de tener mejores destinos en los que realizar su actividad profesional.
Bordalás negó en la rueda de prensa que su mensaje haya dejado de calar en la plantilla, pero la realidad es que ayer los futbolistas se encerraron 20 minutos en el vestuario para hablar entre ellos sin la presencia del entrenador. Es una evidencia que todo se fía a la Copa. Tan evidente como que el ánimo desde Bilbao está por las nubes y aquí Gayà se quedó petrificado en el banquillo rumiando el amargo sabor de la impotencia. No es un dato definitivo, pero de entrada no parece el mejor escenario para un duelo con una carga de profundidad importante con vistas a los últimos meses de la temporada.