VALÈNCIA. Y de repente, la nueva temporada. Un mes y medio después del final de LaLiga, el jovial y pizpireto Valencia del Pipo Barraca puso en liza su primera alineación del nuevo curso en un amistoso ante el Nottingham Forest. Un once que a muchos aficionados le dio escalofríos, y no precisamente porque los muchachos de la formación le pongan pocas ganas o poca actitud.
Mientras los aficionados del cuadro inglés bostezaban en la distancia porque, según ellos, la escuadra presentada ayer en Paterna “no tiene nada que ver con el equipo que jugará dentro de unos días” (sic), aquí se daba el caso contrario: Baraja sacó a lo largo de los noventa minutos todo lo que tiene a día de hoy, toda vez que el técnico ya ha marcado con una raya en la arena quiénes son ‘los suyos’ y quiénes son los que deben ir haciendo las maletas. El mensaje fue contundente al ‘fumárselos’ de la convocatoria: al margen de Mamardashvili y Yunus, dos piezas que el mercado sí codicia, sólo falta que el Pipo le pegue con una puerta de aglomerado en la cabeza a futbolistas como Marcos André, Edinson Cavani y Samu Castillejo para dejar aún más cristalino su punto de vista.
Particularmente tétricos están siendo los últimos días del interior malagueño, que parece empeñado en guerrear con el mundo a través de sus redes sociales y se muestra más preocupado de desmentir a periodistas que del hecho de que su entrenador haya perdido la confianza en él. Prioridades. ¿Sabéis aquello del manual de la reputación corporativa? Castillejo y familia han optado por leerlo para, a renglón seguido, hacer justo lo contrario. Ayer, tras el amistoso, un video del futbolista mostrando un golpe en su tibia –razón aducida por el club para no incluirle en la convocatoria- no hizo sino echar más gasolina al fuego.
¿Opinión impopular? Castillejo está en su derecho de recuperarse como le dé la gana, irse a Ibiza en su día libre si le da la gana y a postear lo que le dé la gana en sus redes sociales. Porque, para desgracia del Valencia y de Baraja, Meriton ha empequeñecido tanto al club en los últimos años que ese tipo de comportamientos se han convertido en demasiado habituales. Cuando se abren las puertas del corral… ay amigo, a ver quién es el guapo que las cierra. Esa es una de las primeras ‘guerras’ de Baraja en su segundo curso como técnico, y la cosa no parece haber arrancado con buen pie. Entre otras cosas, porque una dirección deportiva competente –siento volver siempre a lo mismo, pero es que las cosas son así- ya habría alcanzado un acuerdo de desvinculación con el jugador lo menos gravoso posible hace muchas, muchas semanas.
En el extremo opuesto, los chavales. Mientras Corona y colaboradores siguen a la caza y captura de medallas que ponerse y los asuntos de Castillejo, Cavani o Marcos André siguen enquistados, ver tantos chicos de la Academia ante el Nottingham fue de lo poco potable en un partido sin demasiada ‘chicha’. Javi Guerra fue el autor del gol del triunfo, y volvió a demostrar hechuras de futbolista capacitado para cargar con el equipo a la espalda siempre y cuando le den tiempo, paciencia y le rodeen de buenos compañeros. Un Guerra que llegó al primer equipo casi de rebote, por pura necesidad vital, y agarró del cuello la oportunidad de su vida para no dejarla escapar. Guerra, en definitiva, fue capaz de hacer en un puñado de apariciones lo que llevamos esperando que Racic haga durante cuatro temporadas. Y ahí les tenemos a los dos. Y sus status en el equipo. Ser futbolista es mucho más que tener físico y condiciones.
Porque, más allá de los Diego López, Alberto Marí o Cristhian Mosquera –a los que el gran público ha visto más a menudo-, y de un Koba Lein de regreso de Oviedo –donde fue de más a menos y acabó exasperando a Álvaro Cervera-, la segunda mitad nos ofreció esas caras de ilusión y hambre que sólo se observan en un canterano excitado ante la oportunidad de su vida. Pablo Gozalbez, Martín Tejón, Rubo Iranzo, Hugo González, Javi Navarro o Diego Moreno saben que lo tienen en su mano: Baraja ha demostrado con hechos que, como entrenador, otorga la oportunidad a quien de verdad la reclama.
Y con esa sensación empezamos la pretemporada. Con la percepción de que, ante el pasotismo de un máximo accionista que cerró el grifo hace años y la inoperancia de una estructura deportiva más preocupada de sacar músculo por el ‘local management’ que de fumigar los errores pasados y currarse una plantilla a la altura de lo que merece la institución, siempre quedan esos chavales a los que les da igual jugar en un club desnortado… porque lo que ellos quieren es jugar en el Valencia.
Si Baraja logra ese grado de motivación y que los niños ‘muerdan’ a los titulares para robarles el puesto, sacaremos dos certezas para este año: la primera, que el Valencia tendrá sus limitaciones –muchas o pocas-; la segunda, que la implicación de todos sus integrantes estará fuera de toda duda.