VALÈNCIA. Si algo ha caracterizado a la grada de Mestalla vista desde el césped es su capacidad para generar ruido. Multitud de jugadores te dicen que cuando Mestalla aprieta de verdad, sus peculiares condiciones sonoras hacen casi imposible escuchar a tu compañero a metro y medio de distancia.
Alguna vez he podido asistir al testimonio de algún colegiado ya retirado que reconoce que cuando Mestalla aprieta no hay estadio igual. Incluso alguno ha llegado a decir que no es una cuestión de decibelios si no de la capacidad para generar un ruido que te hace estar molesto a cada segundo, te sitúes en el metro cuadrado del césped en el que te sitúes.
También en los cánticos Mestalla ha sido diferente y en ocasiones absolutamente original. Sin ir más lejos, mientras en la mayoría de estadios se corea el clásico "hijo de p..." para atronar contra los colegiados, Mestalla siempre fue de llamarles "Burro". He asistido a la reacción atónita de compañeros de otras ciudades que han visitado Mestalla y se han marchado sorprendidos por esta circunstancia.
El cántico espontáneo de Mestalla para mostrar desaprobación suele ser tan espontáneo como hiriente. Igual que el valencianismo sociológico está lleno, en cuanto a defectos, del ADN valenciano, también se nutre de sus virtudes.
Esta semana se han cumplido 25 años de una de esas noches de paroxismo en Mestalla. El valencianismo estaba asistiendo -sin saberlo, evidentemente- al nacimiento del mejor Valencia CF de la historia que comenzaría a gestarse en esa Copa del Rey conquistada en verano de 1999 en La Cartuja.
Pero antes de llegar al "Probe Migué" hubo una noche que dio pasó a un canto que encerraba en sí mismo toda la socarronería valenciana que un estribillo de tres palabras puede encerrar.
El contexto de esta situación exige que nos situemos 4 días antes y a pocos kilómetros de Valencia, concretamente, en Vila real. En el entonces estadio de El Madrigal se enfrentaron el 5 de junio de 1999 (en partido de la fase clasificatoria para el europeo del 2000) la España de Javier Clemente y la débil selección de San Marino. El resultado fue incontestable para los españoles que se impuso por 9-0 a un conjunto amateur.
Sin embargo, la atención del valencianismo estaba centrada en el partido de las semifinales de la Copa del Rey que el equipo entonces entrenado por Claudio Ranieri iba a jugar contra el Real Madrid. La ida sería en Mestalla, y la vuelta se jugaría una semana más tarde en el Santiago Bernabéu.
El Valencia CF ya venía de unos cuartos de final brillantes en los que eliminó ganándole los dos partidos al FC Barcelona. Marcador favorable de 2-3 en el Camp Nou y de 4-3 en Mestalla en los tiempos en los que Claudio "El Piojo" López se bastaba y se sobraba para desmontar a placer a la defensa culé.
El Madrid de Toschack no se encontraba en su mejor momento, así que había confianza en Mestalla en poder llegar a la final de la Copa 20 años después de la ganada en el Calderón (precisamente al Madrid).
Mestalla se engalanó para empujar a los suyos la noche del 9 de junio de 1999. Claudio Ranieri alineó a Cañizares bajo los palos; Anglomá, Bjorklund (Soria, m.46), Roche, Carboni, Mendieta; Milla (Juanfran, m.68), Farinós, Angulo (Popescu, m.79); Vlaovic y Claudio López.
En el minuto 15 el Valencia se adelantó en el marcador con gol de Claudio López. Y en el 26 el colegiado malagueño López Nieto expulsó a Fernando Redondo. Al quedarse el Madrid con uno menos, la "máquina de guerra" del general Ranieri no tuvo compasión del rival y fue a sentenciar la eliminatoria en la ida para evitar sorpresas una semana más tarde. Alain Roche hizo el 2-0 en el 31 y Vlaovic el tercero en el 34, para rematar el primer tiempo con otro gol del central Alain Roche.
El 4-0 desató la euforia en el descanso, mas por la sensación de rodillo y de sometimiento del rival que por el marcador en sí. Esa sensación fue en aumento, porque pese a que en el minuto 63 Vlaovic vio la doble amarilla y se igualó numéricamente el partido, el Valencia ya volaba sobre el césped y el Real Madrid era un púgil groggy sobre la lona.
Porque antes de la expulsión Angulo hizo el quinto en el 54 y el Piojo remató la faena de un tenístico 6-0 sobre el terreno de juego.
Mestalla se frotaba los ojos y gozaba tras años de mucha irregularidad; y de repende, sucedió. Nadie sabría a ciencia cierta apuntar en que parte del estadio nació la idea de corear al ritmo del "Guantanamera" el "¡Sois San Marino, vosotros sois San Marino!". La comparativa del equipo más rico del país convertido en un pelele ante el rodillo blanquinegro era tan ingeniosa como hiriente. El estribillo se extendió como la pólvora por la grada de Mestalla, quien durante varias ocasiones hasta el final del partido atronó de manera unánime con el cántico de mofa para el equipo capitalino.
San Marino jamás ha jugado en Mestalla (ni como selección, ni club alguno), pero esa noche del 9 de junio de 1999 en la que el Valencia le hizo un 6-0 al Real Madrid, el diminuto país centroeuropeo presidió los cánticos en la grada.