Así que imagina el lugar de una mujer cuyo paso por la presidencia se sume en la intrascendencia. O más bien en una retahíla de brochazos populistas con intención de agradar que siempre tornaron en falsedades.
VALENCIA. Entra dentro de lo lógico esperar que una vez estrenada la vía de los propietarios la senda se alargue en el futuro; al igual que el avance de la sociedad y la masificación del fútbol siga abriendo puertas y derribando barreras para la mujer. Salvo que el Trumputismo se convierta en tendencia y nos veamos abocados a un mundo distópico muy chungo.
Quitando ese inesperado contratiempo, fantaseo con personas escribiendo dentro de 98 años algo como "LayHoon, la presidenta olvidada". La historiografía se centrará, ligeramente, en Lim, el numberone, quedando la figura de la primera (de muchas) en el trono de Mestalla diluida en el tiempo, incluso entre nosotros mismos, sus coetáneos. Siempre fue así.
En el imaginario valencianista pocos saben mentar a un presidente clásico fuera del cuarteto Casanova-Ramos Costa-Tuzón-Roig; y tengo dudas con lo de Casanova y Ramos Costa. La lista de gerifaltes olvidados con hitos de importancia en su gestión es tremendamente larga, y eso tratándose de eras donde los socios mandaban.
Así que imagina el lugar de una mujer cuyo paso por la presidencia se sume en la intrascendencia. O más bien en una retahíla de brochazos populistas con intención de agradar que siempre tornaron en falsedades.
Uno de los ejemplos más tremendos nos lleva al aperitivo de la llegada de Gary Neville, "El próximo entrenador será un hombre con una larga trayectoria y experiencia y de un incuestionable liderazgo". Ropajes de seda para vestir una mona mancuniana.
Todo alcanzó su zénit con aquel "yo soy la referencia" definitorio de una situación de crisis que escondía a una lideresa ausente, incapaz de ejercer como tal, despreciada por el vestuario e incapaz de acercarse a éste para generar confianza o aumentar exigencias alumbrando con la inacción (made in Meriton) un profundo sentimiento de desamparo entre los futbolistas.
No contenta con ello, en momentos de mayor zozobra, arremetió públicamente contra los jugadores que tenían que sacarle del atolladero, intoxicando todavía más el ambiente y la relación plantilla-club en desesperado intento de desviar las iras del pueblo hacia los del pantalón corto.
Acciones siempre ilustradas con fotografías vacuas en Paterna reafirmando su posición usando la coctelera del agitprop.
Es triste, porque pocos contaron con el caudal político de LayHoon, y menos fueron los que tuvieron su arte para desperdiciarlo con tal facilidad. Es innegable, dichos estratagemas sirvieron durante un tiempo. Tiempos en la sombra, dotándole de un aura de respetabilidad fuera del fango de un mundo fútil y caínita que no entendía; ni entendió nunca. Dicha ignorancia es el monstruo que acabó devorándola al situarse bajo el foco, rodeada de embaucadores tildados de asesores, productores de una orgía de la confusión tan loca como la padecida.
Tal vez la hicimos más lista de lo que es, tal vez, los hicimos a todos más listos de lo que realmente son. Puede, como comenta Martín Caparrós sobre la clase política argentina, que "nos gustara cada imbécil que nos dijo un versito. Dos o tres frases apropiadas, una sonrisa turbia, cayendo en las fauces de bobos que pocos años después odiábamos con saña. Los odiábamos, supongo, porque nos odiábamos por haberlos amado".
No se puede calificar de otra manera a gentes que desatendieron su responsabilidad durante la crisis, escondiéndose, encerrándose en un aura de superioridad moral, pecando de arrogantes (la culpa siempre fue de los otros), incluso llegando en los instantes más oscuros a definir el origen de las críticas en la misoginia obviando su inutilidad. Cuanta más falta hicieron, menos estuvieron.
Actitudes tan viejas como el desencanto de la grada con su clase dirigente.
Será ese, tal vez, su mayor error. Vinieron a modernizar, a revolucionar, a expandir y mejorar, y acabaron pareciéndose demasiado a sus antecesores. Usando sus mismas armas, discursos o pecados, implantando una estrategia semejante al apalancamiento en lugar de practicar la evolución. Agotaron el kit de artilugios de quienes se saben derrotados ante la escena pública.
Está ahí el gran debe de Meriton. Fiarse de las familias que habitaron las entrañas del club, concienzudas tejedoras durante años de redes e influencias que han jugado demasiadas veces en contra de una propiedad poco hábil a la hora de relanzar la SAD con personal nuevo y cualificado en zonas sensibles. La lista de responsables del marketing y la volatilidad de las estrategias comunicativas nos advierte de esto.
Tanto como ver a gente que no entiende la industria del fútbol tratando de gestionar un club de fútbol. O a témpanos hablándonos de sentimientos.
Todo eso amarga y ensucia sus cosas buenas; el arreglo de pufos financieros y ladrilleros que no solucionó nadie más que ellos. La dejadez, una entidad dirigida a distancia, empantanada en los puentes aéreos, las guerras civiles vividas en las oficinas del club durante el curso, incapaces de ver que estaban siendo víctimas de fuego amigo, esas designaciones o acercamientos a elementos tóxicos del pasado, y todo lo demás, ha minado el crédito y la confianza de Meriton en Valencia.
Tampoco nadie se atrevió a mentirle a la afición como lo hicieron ellos en la convención de peñas del pasado verano. La muestra definitiva del manejo del juguete.
Si LayHoon es Peter Lim, no hay mejor resumen del paso del singapurés por la propiedad que la presidencia de la señora Chan.