VALÈNCIA. No acabo de comprender esta moda última de algunos rivales cuando hablan del equipo de Bordalás, apelando a la ruptura del ritmo, al atasco de juego, al colapso del movimiento de balón, a las interrupciones que provocan las faltas, etc. Suena un tanto pueril escudarse en algo así, la verdad, es como si en plena batalla el capitán de los enemigos nos lanza una protesta por tener cañones mientras que ellos luchan con espadas, mientras piden, voz en grito, que se dejen de usar no vaya a ser que ellos no puedan ganar la guerra a base de espadazos. Tan absurdo como esto, sí, sí, tan absurdo como esto. Y es que mola mucho esto de ir de progre en el fútbol, de admirar el toque, la posesión como estrategia defensiva elegante, inflar el menosprecio que supone que el rival se venga muy atrás, ponga su autobús en la frontal del área y de ahí no salga: criticar es gratis, así que mejor si, ante mi falta de claridad para encontrar una solución ante esto, me protejo apelando al anti-fútbol como una imposibilidad real, visible y dañina, que no me permite sacar adelante todas mis virtudes.
Y ya que estamos de moda, me parece horrible que, al hablar de Vinicius (que está extraordinario, todo hay que decirlo) se monte toda una campaña de protección casi profiláctica, para que nadie le haga ni una falta ni media, porque hay que cuidar (los árbitros deben de cuidar) el espectáculo del fútbol. Son los mismos que atizan al Valencia CF por su juego brusco, sí, pero no dicen que Guedes es el futbolista de primera división que más faltas recibe (o uno de los que más) y que, por tanto, también cabría protegerle o mejor aún, a todo el Valencia CF, que es, igualmente, uno de los equipos que más faltas recibe. Pero es más bonito, de cara a la galería, mostrar tarjetas amarillas al feo de la película siempre, por eso, el domingo, a Maxi Gómez, por cubrir el balón con los brazos a la altura del pecho, le enseñaron la amonestación sin dudarlo, pues parecía que le había aventado un sopapo de narices a Tapia, jugador del Celta de Vigo, cuando en la repetición se vio claramente que el impacto fue en el pecho. No obstante, el enérgico codazo en la cara de Galán a Gayá, por ejemplo, fue señalado como falta sin más y no fue el único de estas características que nos encontramos. No vende tanto esto. Y es que vengo observando que es un poco más fácil desenfundar tarjetas contra el equipo de Bordalás, ya que algunas son bastante baratas frente a otras que, sin embargo, no se dan, sobre todo cuando el equipo monta contras y el rival las corta sin tapujos. Entiendo que en el Valencia CF nadie dirá nada de esto, pero qué mal acaba eso de que te pongan una etiqueta de agresivo o de violento o de marrullero, sea o no sea cierto: acaba mal porque, al final, ya no cuenta lo que hagas y te hagan, sino lo que ya ven que haces, aunque no lo hagas. En “El arte de la guerra” de Sun Tzu se dice claramente: “golpea a tu enemigo donde no está”. Y de eso se trata, porque si el Valencia CF está en el campo y no sabes cómo golpearle, entonces tienes que hacerlo fuera del terreno de juego, donde le falta defensa institucional, pero donde se intenta desequilibrar su planteamiento futbolístico, predisponiendo a un juicio previo a cada partido. Y a nosotros, en cambio, nos piden que dejemos de usar nuestras armas...de niños pequeños, lo que yo te diga. O quizá es que creen que somos ingenuos y que nos vamos a retractar de nuestra filosofía solo para que la guerra (el partido) sea más sencillo para aquellos que se ven superiores en juego y en altura moral. Es como la política: siempre la oposición (o los partidos rivales) da lecciones de ética y moralidad, sin reparar ni medio segundo en la miseria que tiene en su propia casa.
Sabe Bordalás que el equilibrio del equipo pasa por que los chavales hagan oídos sordos a tanta queja llorica y se centren en potenciar este ariete de juego, un tanto tosco y rudimentario, pero efectivo cuando las cosas no salen como uno quiere y la plantilla tiene lo que tiene. Ranieri, Cúper, Benítez, Quique, Nuno y Marcelino lo entendieron exactamente igual y por eso construyeron la base de su exitoso proyecto sobre la defensa, férrea, contundente, por todo el campo y no solo a diez metros de la frontal del área. No nos fue mal, la verdad. Los demás técnicos, dentro de ese tramo de tiempo del siglo XXI, con sus aciertos (Emery los tuvo, pero le faltaba más competencia en el campeonato) y sus muchos errores, quisieron hacer de este equipo un compendio de jugones, descuidando todos los valores que han caracterizado a este club. Así nos fue y así les fue, excepto en el caso de Pizzi, que no le dejaron acabar y de Valverde, que no quiso continuar, pero que aquí hubiera hecho un excelente trabajo, sin lugar a dudas. En todo caso, lo único que le pido a Bordalás, es que busque fórmulas para mejorar el juego ofensivo del equipo y asentar, algo más, el defensivo, porque a ti te sigue marcando todo el mundo en Primera División y tus goles vienen por regalos o derivados de algún balón parado: el equipo se atasca y su porcentaje de acierto en el pase es muy bajo para ser un equipo de elite. Si sumas que tu posesión es casi siempre la mitad del equipo rival, entonces tenemos que tienes poco el balón y, cuando lo tienes, tampoco eres preciso, fallando la mitad de los pases (de cada dos, uno lo fallas). Y así es muy difícil que ganes a equipos que no te hagan regalos. Queda demasiado por delante para ver cómo este proyecto de Bordalás se consolida y comienza a ofrecer aquello que realmente puede ofrecer, lo malo es que, cuando esto ocurra, habrá que desmantelarlo de nuevo (y ya no sé cuántas veces ha hecho esto Meriton) porque las ventas están más que aseguradas. A veces, el peor enemigo es aquel que comparte cada noche contigo la mesa o el brindis. Esto también lo dijo Sun Tzu.