VALÈNCIA. Calma. Mucha calma. Y sobre todo, trabajo. Queda mucho por hacer. El Valencia venció al Villarreal en su primer amistoso de pretemporada, en uno de esos partidos en los que lo menos importante es el resultado. Sin embargo, he leído crónicas que se pasan de frenada resaltando el triunfo. El aluvión de elogios ha sido desmedido. De la noche a la mañana, el optimismo se ha desbordado. Es algo muy propio del valencianismo. Igual o tanto como olvidar el pasado y ser del último que llega a Mestalla. Aquí nos entregamos a un cualquiera. Se llame Tavano o Carleto. Esos mismos que elogiaban la contratación de jugadores de medio pelo son los mismos que ahora aseguran que descubrieron a De Paul. Es esa clase de gente que, al conocer la noticia del fichaje del futbolista argentino por el Atlético, no dudaron en sacar pecho: “Ya lo decía yo. Al chico no le dieron oportunidades en el Valencia”, he llegado a escuchar. Pues eso.
Por suerte o por desgracia, Mestalla es así. Vamos a llamarlo pluralidad por no ofender a nadie. Que tampoco quiero entrar en polémicas. Como decía Jorge Valdano, “yo elijo mis polémicas y mis polemistas”. Muy cierto. El Valencia venció al Villarreal. Es una verdad irrefutable. Un dato objetivo. Hasta ahí todo correcto. Pero no es nada nuevo. Eso es algo que ya sucedió en la pretemporada del curso pasado gracias a un doblete de Maxi Gómez. Tras aquel triunfo ante los Parejo, Coquelin y compañía, asistimos a un aluvión de elogios (algunos interesados; otros impostados) hacia el buen hacer del equipo de Javi Gracia. Se destacaba el juego, la actitud y la intensidad del grupo. “Este Valencia quiere”, apuntaban. Incluso lo más atrevidos dejaron entrever que el Villarreal era un balneario para veteranos que ya no servían para la causa. No hay más que tirar de hemeroteca, como se dice, y sacar los colores a más de uno.
A mí, el encuentro del Valencia me dijo poco. Pero menos aún me dijo el resultado. El partido quizás, siendo generoso, me dio algunas pistas sobre aspectos puntales de la temporada. Aunque, conociendo a Bordalás, son cuestiones que ya me esperaba. Porque van implícitas en todos los equipos por los que ha pasado el entrenador alicantino. Lo del compromiso, sacrificio e intensidad es algo que para Bordalás no se negocia. Lo hemos visto tanto en el Getafe, como en el Hércules o el Benidorm. No era de extrañar que el Valencia llevara ese sello marca de la casa desde el primer momento. Incluso en un amistoso. Por eso, hablar de la actitud de los futbolistas, sobre todo tras la penosa pasada campaña, es lo mínimo exigible. Es algo que, al igual que el bolo del viernes, ya sucedió en el amistoso del año pasado con Javi Gracia en el banquillo. ¿O no recuerdan el partidazo que se marcó Guedes?
Tras lo visto en Oliva, saco dos conclusiones del partido. La primera es que el Valencia necesita fichajes si quiere dar un salto cualitativo importante. La segunda, que al equipo le sobran futbolistas. No por cantidad, sino por falta de calidad. Es cierto que con Gayà, Carlos Soler, Guedes y Maxi Gómez en el once, el Valencia pintará distinto. Pero aún así, son necesarios varios refuerzos para poder competir con garantías de éxito. Porque la segunda unidad de la plantilla, al igual que la incorporación de un nutrido grupo de chavales de la cantera, deja más dudas que las resuelve. Los suplentes del equipo, por llamarlos de alguna manera, no tienen nivel. Y para los chavales, el salto a Primera desde la quinta división, esa en la que militará el filial, se me antoja demasiado grande.
Lo que más clama al cielo es la imperiosa necesidad de firmar un medio centro sobre el que pivote el equipo. Un seis de toda la vida. Si se puede elegir, que lo dudo, me pido a Arambarri. Pero tan necesario como la llegada de un jugador para esa posición, es fundamental el fichaje de un delantero contrastado. Lo digo incluso tras ver una nueva exhibición de carácter y goles de Manu Vallejo. Aunque Maxi llegue enchufado, que está por ver, y Vallejo siga a lo suyo, hay que incorporar con urgencia un buen punta. Tan imperioso como lo primero es dar boleto a jugadores que sobran en esta plantilla. Y que están en boca de todos. Ahí el club tiene una difícil papeleta con futbolistas devaluados como los Jaume, Diakhaby, Lato, Jason, Cheryshev o Sobrino. Porque, a veces, tan importante como fichar, es necesario abrir las ventanas para airear el vestuario. Y ahora, más que nunca, es imprescindible.