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La cumbre

23/05/2022 - 

VALÈNCIA. Amanece una nueva semana en Orriols y no es una cualquiera. Es la que pone en marcha el nuevo proyecto de Felipe Miñambres -al menos de manera oficial, porque en realidad la máquina lleva tiempo funcionando en el Ciutat- y la que va a decidir el futuro de Alessio Lisci en el Levante. A inicios de esta semana el italiano se sienta en el despacho del astorgano como un estudiante que va a buscar su boletín de notas a final de curso: sin saber qué es lo que se va a encontrar. Intuye que su examen está aprobado -sus números, sus sensaciones y gran parte de sus jugadores le avalan- pero nadie le ha comunicado una decisión concreta. Al menos hasta el final de Liga el pasado viernes, cuando el equipo firmó una de las mejores segundas vueltas de su historia, el técnico no tenía ni un sí ni un no en su buzón. Mala señal. 

En cualquier entidad con una dirección del nivel que Miñambres ha traído al Levante no es habitual que un entrenador que va a seguir en su puesto no haya tenido un feedback positivo acerca de su futuro. Más todavía cuando su contrato vence en poco más de un mes y la decisión es solo cuestión de dejar correr el tiempo sin meterle la tijera a ningún papel. Lo común, con los pasos seguidos por el club, es que el míster coja la puerta de salida. Si Alessio no va a ser renovado, el 'silencio' toma todo el sentido; si continuase, ya lo sabría. Así que o muy bien nos han regateado las partes o el modus operandi augura un final cantado. Lo contrario sorprendería porque el banquillo es el primer ladrillo para edificar el proyecto más importante del último lustro y hay que moverse rápido: es clave volver a Primera en 2023 y no más tarde

La realidad es que Alessio se ha ganado a pulso ser el entrenador que lo consiga. Tiene credenciales. Construir el nuevo Levante en torno a su figura es caminar sobre cemento y no en el alambre. Entiendo el peinado del mercado de técnicos, porque además es necesario, y comprendo el deseo de dar con un director de orquesta con más conciertos en su currículum. Sobre todo, por el escenario en el que va a tocar actuar. Alessio no ha entrenado nunca en una Segunda División que siempre se acaba enmarañando a no ser que el equipo salga disparado como un cohete desde el principio. Y eso, más allá de aquel Levante de 2017, ocurre poco en la categoría de plata. El romano solo tiene unos meses de experiencia en la élite, pero lo que de verdad ha aprobado, con nota, es un máster en resucitar muertos. El cuadro anímico y físico que se encontró cuando llegó al primer equipo solo se podía levantar pegándose contra una pared. Y se pegó. Le costó hacer respirar al cadáver y tropezó con un vestuario hundido, pero hizo el boca a boca y se acabó haciendo con la plantilla.

Los resultados le avalan. Como diría Juanlu, se puede debatir sobre todo, menos con los datos. Nunca una segunda vuelta con 27 puntos le había costado tan cara al Levante. Así fue, de dramático, el primer tramo en que el italiano también participó. Solo Paco López, Joaquín Caparrós y Luis García consiguieron una puntuación mayor en Orriols en la segunda parte de una campaña; en todas ellas el equipo se salvó con más o menos solvencia. No hubo que lidiar con un inicio tan desolador, eso sí. Alessio, además, ha aguantado carros y carretas de algunas piezas del vestuario que, en algún momento, han puesto las cosas todavía más complicadas, y aún así ha acabado con el beneplácito de los que han estado a relativamente poco de aflojarle la corbata a la temporada. Incluso me atrevería a decir que también tiene el consentimiento del 90% de la parroquia granota, aunque es evidente que la opinión del aficionado no ha de tener efecto -al menos, en su justa medida- en la decisión de los que saben de esto.

Normal, Alessio tiene novias. No sé cuáles, pero supongo que proyectos muy interesantes -porque ya los ha palpado en otras ocasiones-, aunque no tanto como el que podría proponerle Miñambres. Que al italiano le observan no es nuevo. Ya antes del pasado verano pudo poner rumbo al Real Madrid para dirigir a uno de sus Juveniles, una plaza en la que su amigo Pau Quesada, otro exlevantinista, ha toreado con éxito este año. Es tan comprensible una cosa como la otra: buscar traseros pelados o apostar por el talento de la casa -y con ello, además, evitar quemar la bala de un entrenador que estaba llamado a llenar el futuro levantinista-. Quizá la oportunidad le alcanzó demasiado pronto y probablemente tendrá que despedirse del escudo que ha portado durante más de una década -con el baile de preparadores en la cantera, el italiano ya no regresará sobre sus pasos-, pero Alessio sí ha aprobado su examen por más que no le dé la nota de corte que establece Miñambres. Pendientes de la cumbre.

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