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Místeres

20/06/2021 - 

VALÈNCIA. Sinceramente creo que en general la función de entrenador está sobrevalorada en exceso, fundamentalmente por algunos medios de comunicación y también por una parte nada desdeñable de los aficionados al fútbol y por extensión a otros deportes de competición. Decía Johan Cruyff que de cada diez entrenadores siete son nocivos para su equipo, dos neutros, y uno bueno. Don Johan trataba con esta afirmación manifestar que la capacidad de hacer daño de un mal entrenador resulta mucho mas amplia que la de un buen entrenador para hacer el bien. Desconozco si las cifras dan una referencia exacta de la situación, o la sentencia del holandés peca de exagerada, pero en líneas generales y a grandes rasgos coincido con ella.

No estaría de más que emulando al juramento hipocrático que afecta a los médicos y que se sintetiza en la recomendación, de sobre todo no agravar mas las situaciones, ya de por sí bastante complicadas, los entrenadores tuvieran siempre presente que tal vez la primera medida y mas saludable sería no perjudicar.

El máximo responsable técnico de una plantilla, tiene una dependencia total y absoluta del acierto del jugador a sus órdenes, que es en definitiva el encargado de plasmar sobre el terreno de juego las directrices que determina el técnico. Se puede planificar un partido perfectamente desde la pizarra, con la ayuda de videos y los informes técnicos de los analistas que tanto han proliferado. Vale. Todo muy organizado y estudiado, expuesto con claridad meridiana en la correspondiente charla técnica prepartido. Ahora bien si todas estas acciones previas no cuentan con el acierto del jugador sobre el terreno de juego, la cosa se complica hasta extremos de convertir en desastre una aceptable planificación del encuentro.

El discutido Luis Enrique seleccionador español, puede establecer, por ejemplo, un correcto sistema de marcajes, ordenar realizar sobre el rival una presión asfixiante, jugadas de estrategia que salen perfectamente en los entrenamientos, todo bien concebido y explicado, pero llega el día del partido y todo es susceptible de que salga mal, por desacierto del futbolista o cualquier otro imprevisto y en esos casos el foco se sitúa indefectiblemente en la cabeza del entrenador. En fútbol el éxito y el fracaso son dos conceptos que caminan cogidos de la mano.

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