VALÈNCIA. Llegó el final de temporada. Se acabó la campaña 23/24, la que iba a ser la del reset, aquella en la que veríamos como el club iba a "Aprender de las duras lecciones de esta temporada", e iba a "reconstruir nuestro Club para los tiempos exigentes que se avecinan tras una mala temporada".
Lo que podemos esperar de quienes dirigen el club está tan claro que no creo ni siquiera necesario repetir el verano que nos espera: tan largo como decepcionante.
Pero sí creo interesante ofrecer mi manera de ver un axioma repetido por Meriton y sus altavoces hasta la saciedad para proteger de manera falsa una parte de su política empresarial, me explico.
Las dos premisas fundamentales sobre las que Meriton basa su política empresarial en el área deportiva son la casi nula inversión en los fichajes y el traspaso de futbolistas. En este último apartado cabe recordar que cuanto más queridos o apreciados son por la afición, más malestar produce su salida, y por tanto más se multiplican las críticas. Y de todos es sabido que la tolerancia de Meriton a las voces críticas es igual a cero.
Es entonces cuando Meriton propaga una media verdad sobre el futbolista que se traspasa: si un futbolista se va es porque quiere irse. Y siendo innegable que hace falta el "sí" de un futbolista para cambiar de equipo, esta es una mentira a medias.
Primero porque para que un futbolista se marche por un euro menos de lo que estipula su cláusula de rescisión, el primero que tiene que tener ganas de vender es el club propietario.
Y segundo, y lo más importante porque a la hora de que el futbolista dé el "sí" no es lo mismo querer irse que aceptar marcharse. Querer irse es ir a hablar con tu club, decirle que no quieres seguir, plantear incluso el declararte en rebeldía y si es necesario poner frases -directas o indirectas- en redes sociales (y yo diría que Meriton esto sí lo ha utilizado en su beneficio en alguna ocasión). Eso es querer irse de un club.
Algo muy diferente es aceptar marchar. Cuando el club lleva meses hablando con tu representante para ponerte en el mercado, cuando te han dicho por activa y por pasiva que necesitan el dinero de tu traspaso, cuando te han avisado de todas las maneras posibles de que si te quedas no hay posibilidad de progresar deportivamente porque van a desmantelar el equipo (¿Qué proyecto le puede ofrecer el Valencia CF a un futbolista ambicioso con una prometedora carrera por delante?).
Un ejemplo claro -aunque Gayà sólo hay uno y es la excepción que cumple la regla- está en los famosos audios que le pescaron a Anil Murthy ¿Los recuerdan? ¿Recuerdan que le dijo Anil a Gayà? "Pero al final si yo le digo: ‘José Luis, el año que viene voy a fichar poco, vas a pensar ¿Qué hago aquí? Van a cantar ‘Anil canalla, fuera de Mestalla’ pero lo van a cantar por ti (refiriéndose a Gayà)".
Cuando todas estas circunstancias se dan, cuando además el jugador sabe que hay acuerdo entre dos equipos, cuando se le plantea un futuro mejor a todos los niveles, el futbolista acaba aceptando marchar Pero eso no es lo mismo que desear irse.
Esa es la media verdad que suele utilizar Meriton para echarle siempre la culpa al futbolista. Aquello de que "si no da el 'sí', un futbolista no se marcha de un equipo", es la peor de las mentiras que esconde que en muchas ocasiones es el equipo vendedor el que saca a empujones al futbolista del equipo.
Eso de que "el futbolista juega donde quiere", no siempre es un axioma irrebatible, hay muchos condicionantes detrás. Un servidor ha escuchado a más de un futbolista y de dos diciendo que ellos no hubieran cambiado de equipo por voluntad propia, pero que determinadas circunstancias les obligaron a hacerlo (ojo, tampoco son santos, ni les espera una vida de sufrimiento).
Pero cuando este verano toque poner el foco del descrédito sobre alguna de las ventas piensen si antes de dar el "sí" para abandonar Mestalla, el futbolista en cuestión quiso marcharse o simplemente aceptó irse.