VALÈNCIA. Una decepción absoluta. Tras la victoria del Granada el pasado martes, probablemente nadie daba por seguro que el Levante iba a lograr salvar otro match ball por la permanencia. La derrota del Cádiz en Anoeta justo antes de empezar la noche en el Santiago Bernabéu otorgaba a los levantinistas la esperanza de que un empate a contracorriente y ante el Real Madrid podría dejar abierta una pequeña -casi invisible- posibilidad de llegar con vida al final del túnel. Perder ante el campeón de Liga, con toda su constelación de estrellas sobre el tapete, no solo sonaba viable, sino totalmente convincente. Los casi 500 granotas que acudieron in situ a la cita se lo olían: el Levante podía caer, con la cabeza alta y tras mucha lucha sobre la bocina, en la capital. Se equivocaron: contra los precedentes, el equipo se rompió a las primeras de cambio.
Es por eso que el encuentro fue decepcionante. Porque las hechuras del cuadro de Alessio durante el último tramo de campaña -ese que si computara de manera independiente sacaría al club del agujero de la tabla- invitaban a un optimismo tenso. El optimismo del que se siente en el precipicio, pero sabe que, de caer, lo hará con la seguridad de haber intentado volar. El camino hacia el milagro, de hecho, ha sido así con el italiano a los mandos, pero no lo fue en el Bernabéu. Dijo el entrenador que, después de varios meses de jugar finales al "todo o nada", la tensión de apoderó de los suyos. Tanto fue así que la imagen del equipo fue comparable a aquella noche aciaga de enero en que el Levante se desmontó en La Cerámica y los jugadores tuvieron que verse las caras con el respetable a su llegada a Valencia. Aquel 5-0 frente al Villarreal sobrevoló por momentos Concha Espina.
Al final, fueron 6. Pudieron ser 16 de no ser por un gran Dani Cárdenas. Sea cual fuere el acierto del meta, que también pudo hacer más en alguno de los goles del set, el Levante volvió a hincar la rodilla. Y como los descensos no son cosa de un día, el paseo madridista evocó inevitablemente a otras tardes más para el olvido: Sevilla, Betis, aquella tarde ante el Cádiz que lo rompió casi todo en el Ciutat. Un cúmulo de partidos de los que resultan estos lodos y la asfixiante necesidad en la clasificación. Demasiado rastro de aquel equipo pre-Alessio y, precisamente, aquel "cúmulo" de malas decisiones que tomó el Consejo de Administración comandado por Quico Catalán y que el propio presidente reconoció en los micrófonos de 'El Matx' de Plaza Radio. "Me siento con fuerzas de seguir", también subrayó tras consumarse el descenso y después de que Morales desease públicamente un buen proyecto para el curso que viene, abriendo de par en par la puerta de su continuidad.
¿Y ahora qué? Es la gran pregunta. El autoexamen de Quico no debe tardar, pero por lo pronto restan dos citas más sobre las que habrá que caminar con el llanto en la garganta. El próximo domingo el Ciutat dictará sentencia, mirará al palco y, probablemente -porque ya lo ha hecho en otras ocasiones- vitoreará a Alessio. Pedirá también, de paso, la continuidad de Pepelu. Al fin y al cabo, demandará proyecto. Algo a lo que agarrarse para confiar en que la próxima temporada los suyos puedan regresar a Primera División. Será el turno de Miñambres. El astorgano decidirá si es Alessio, Vicente Moreno u otro su técnico. De cualquier modo, llegan tiempos de cambio. De muchos cambios en Orriols. Y mientras, el Levante se despide de la Primera División con su cara más amarga.