VALÈNCIA. Vestida esta vez con el traje de la arrogancia, tal vez porque estuviera siendo monitorizada desde Singapur, Layhoon Chan se quito el velo de mojigata y asustadiza y, como suele hacer de tanto en cuanto, sacó las uñas. Pidió la pelota en la Junta y en la rueda de prensa posterior; la pisó, la bajó al suelo y luego la escondió.
Jugo de falso '9', claro. En la falacia, Meriton se desenvuelve como un falso lento en el centro del campo. Y ese, el de la Junta, era el momento para que su alicaída primera dama luciera galones ante los amigotes/monigotes que Lim ha colocado de consejeros. Chan acaparó todos los flashes.
En su discurso, la presidenta protegió, como un chaleco de kevlar, a su directora financiera Inma Ibáñez, y a su portavoz Javier Solís. Ibáñez, la maquilladora de unos números terroríficos, apenas intervino. Javier Solís no lo hizo. El portavoz del silencio estuvo más cómodo que en una entrevista con DAZN. Quizás lo veamos este sábado pavonearse ante las cámaras porque llega el Barça a Mestalla. Que es un día grande.
Me pregunto que anotaría Khojama Kalimuddin en una libreta. Aunque a su izquierda tenía a Kim Koh que también escribía algo de vez en cuando. ¿Hacían garabatos? A lo mejor estaban jugando a Hundir la flota. Kalimuddin ha sido presidente del Valencia CF por si alguno no lo recuerda. Kalimuddin el breve, pero presidente al fin y al cabo. En la esquina derecha de la mesa había dos consejeros, que yo no sé quiénes son y ellos no sabían dónde estaban, con cara de estar muy pendientes de cuándo les iban a servir una buena paella de pollo y conejo.
Obviando un discurso lleno de humo, interpretable y reinterpretable porque juegan a eso, a sembrar dudas, la Junta me dejó una sensación de cambio. En paralelo a la decadencia del club que se ha acentuado los dos últimos años, los 'Yes Men' de Peter Lim en Valencia han perfeccionado su modus operandi. Funcionan como autómatas. Se sientan, emiten su blablablá lleno de medias verdades y de recovecos verbales, disfrazan la realidad, y vuelven a su rutina diaria de pulverizar el club.
Cierto que eso es lo que han hecho siempre, pero ahora hay una diferencia y es que son imperturbables. Ya no titubean. Ni sienten ni padecen. Saben que nadie les cree, pero les da igual porque, pese al ruido de la crítica, la prensa o la oposición, en cualquier escenario, son ganadores. Están cómodos, eligen cuándo, dónde y con quién comparecer. Han evolucionado, se han mejorado. Su piel, como su cara, es más dura. Esa es su victoria.