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NUNCA HE ESTADO EN TURQUÍa / OPINIÓN

Militancia resiliente

10/01/2024 - 

VALÈNCIA. Que Mestalla ha cambiado en su comportamiento como afición en los partidos es tan innegable como que el tiempo pasa. Y con el tiempo, hay un tipo de aficionado que se pierde y otro que llega. Ni peor, ni mejor, diferentes. 

Quizá la gente de mi generación prefiera el Mestalla de antes, el batallador, el que era capaz de pitar al equipo y girarse al palco aún cascándole 5 al Burgos porque la semana anterior se había hecho el papelón en un campo cualquiera de los que componían la primera división en la década de los 80. Muchos de aquellos ya no están entre nosotros y las posteriores generaciones están moldeados de otra manera.

A día de hoy, el aficionado al fútbol es el que ha ido modelando la propia liga con su planteamiento y sus altavoces. Consumidor de merchandising y en algunos casos fiel a la grada de animación del estadio de su equipo. Dejarse la voz animando al equipo de su corazón es casi una religión entre los más jóvenes.

No escapa Mestalla a este perfil aunque sí hay determinados matices que la diferencian de otros estadios. El momento sociológico que vive el valencianismo empuja a la grada a transmitir algo de lucha "de pares a fills". Se puede entender que es poca para la importancia de la batalla que se libra. Seguro que en otra época Mestalla se hubiera asemejado más a la escena de "Apocalypse Now" en la que suena la "Cabalgata de las valkirias" de Wagner. Ahora el problema es que el relato de apoyar y proteger el equipo le ha ganado la batalla al de protestar contra una propiedad que ha conducido al Valencia a la intrascendencia y todavía lo celebra. No nos engañemos, cansa menos el movimiento para convertir en héroes a los chavales que están dando la cara por el equipo que la constante guerra de guerrillas (y si no, que le pregunten los sinsabores del desgaste a Libertad VCF).

Por el momento las banderas amarillas y el minuto 19 son las señas de identidad de una lucha desgastada eficientemente por Meriton. En eso sí son realmente efectivos. Del resto del carácter beligerante de Mestalla hace tiempo que perdimos toda noticia.

Sin embargo, sí hay algo que une a las distintas generaciones de valencianistas que acuden a Mestalla a la hora de entender el valencianismo. Y ese algo es la percepción de ser necesarios cuando vienen mal dadas, de poblar más la grada cuanto peor es el momento y la situación. Ese algo es la imperiosa obligación de no poder fallarle al escudo.

Que el club está viviendo una de las peores épocas de su historia, es algo que no escapa a nadie (hasta Baraja lo nombró en su brindis navideño). Desgastado, empequeñecido y reducido a la insustancialidad por un propietario que abandonó el club a su suerte y que mantiene al frente de la entidad a ejecutivos que actúan a la perfección de correa transmisora de una gestión negligente encaminada a que el amado líder gaste lo menos posible a la hora de mantener su inversión, al Valencia CF sólo le quedan los valencianistas.

La respuesta del valencianismo ante la hecatombe es idéntica a la que ofreció la grada ante el drama del descenso del 86: militancia resiliente. De todos es sabido que el club de Mestalla sumó muchos más socios en su año en segunda división que en las campañas previas a perder la categoría. Y ahora, la respuesta en cada partido metiendo 43.858 personas de media en la grada de Mestalla en la primera vuelta es una muestra de que el valencianismo sabe que sólo quedan ellos para intentar que especulador de Singapur no se lleve con sus chanchullos por delante lo poco que queda del club que aman.

Es una lucha desigual, injusta y si me apuran, abominable. Pero cuando llevas la militancia resiliente en la sangre, lo de menos es el tamaño del rival.

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