VALÈNCIA. Una resurrección a medias. El Levante de Felipe Miñambres frenó en seco el pasado sábado con la derrota contra el Amorebieta y dejó atrás una racha que le colocaba como el tercer equipo con mejor dinámica de la categoría. Ahora el conjunto granota ha vuelto a la 11ª posición y tiene en Santander un duelo prácticamente a vida o muerte este próximo fin de semana. En juego está acercarse de nuevo a las plazas de 'playoff' -ahora a 4 puntos de distancia- o despedirse definitivamente de tal avance. Incluso de perder en El Sardinero, tal y como está la jungla en la que se ha convertido la Segunda División, se podría seguir en disposición de alcanzar la promoción si se encadenan triunfos, pero el mar de clubes en la pomada es cada vez mayor y el técnico astorgano ya lamentó, tras caer en Orriols, que "ahora sí hace falta una gesta" para poder optar al ascenso.
Y es que a Miñambres le está costando lavarle la cara a los suyos. Lo hizo en cuanto a resultados por un tramo, no tanto en cuanto a juego. Dos triunfos tan agónicos como épicos en los últimos minutos -frente a Elche y Zaragoza- ubicaron al Levante en la senda de la resurrección, pero se ha vuelto a la casilla de salida. De una derrota inicial de etapa en Oviedo a redondear los ocho primeros partidos en el banquillo con otro encuentro perdido -el segundo desde que 'bajó' del despacho-. Así es como ha transcurrido el primer mes de Felipe como cabeza visible en el timón de la nave blaugrana. Y la última vez que 'abandonó' la planta noble de un club para pisar césped le pasó algo parecido.
Fue en 2010, en su penúltima aventura como entrenador -confirmado hasta final de curso, y no como interino-. Los tiempos, además, también son similares al periplo actual del leonés. Porque en febrero de aquel año cesó a Pepe Mel como entrenador del Rayo Vallecano y cogió él mismo las riendas del equipo en Segunda. En el momento de la destitución, tras la jornada 24, el conjunto madrileño estaba, como hoy el Levante, en 11ª posición y a cinco puntos del sexto -en una época en la que, eso sí, ascendían de manera directa los tres primeros clasificados, por lo que el ascenso quedaba lejos, a doce puntos-. ¿Cómo acabó aquel Rayo? No avanzó. Se metió en la peligrosa rueda del hámster en la que también parece estar caminando el Levante a día de hoy.
El conjunto de Vallecas terminó 11º y, en la franja de ocho primeras jornadas con Miñambres autoproclamado entrenador, solo consiguió ganar dos citas y sacar ocho puntos. Ocho en ocho partidos. La diferencia con el Levante de hoy es que los granota han amasado un puntaje ligeramente superior: 12 de 24. La mitad de los que se han disputado. Aquel Rayo no dejó de hacer 'la goma'. Desde que el ejecutivo astorgano bajó a la hierba hasta el final de curso se sacaron 22 puntos de 54 posibles y registró más derrotas que victorias. Es el oscuro precedente del propio Felipe cuando hubo de levantar a un club que aspiraba al regreso a la élite. Eso sí, la siguiente temporada, tras contratar a José Ramón Sandoval para el banquillo y volver a 'subir' al despacho, el Rayo cogió velocidad de crucero y logró su ansiado ascenso. El suspenso de la aventura como entrenador pasó a un acierto para elegir al siguiente inquilino. Miñambres lucha contra un pasado paralelo.