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opinión 'politizada' / OPINIÓN

Ni un paso atrás

27/12/2023 - 

VALÈNCIA. Acaba 2023. Un año duro en lo deportivo y en lo social, a pesar de los intentos propagandísticos de hacer creer al valencianismo que hay un plan, que todo está encarrilado y que el Valencia CF va en la buena dirección. 

Me viene a la mente Layhoon Chan, en su intervención inicial de la Junta de Accionistas hace apenas un par de semanas: “Lo visto en la temporada 22-23 indica que estamos en el camino correcto”, afirmó con aplomo y seguridad. Desde luego, si el objetivo es ver al equipo en Segunda División a corto plazo y con espeluznantes consecuencias, no podemos hacer otra cosa que quitarnos el sombrero ante la gestión de Peter Lim, constructor de una plantilla ‘de autor’ fundamentada en la venta de los mejores, la subasta pública de los que sobresalen (Layhoon ya puso en el escaparate a Mamardashvili y Javi Guerra) y la promoción a marchas forzadas de todo canterano con un mínimo de cualidades. 

Todo lo que sea no gastar dinero y sí ingresarlo para maquillar los balances es válido para el bróker de Singapur, aunque suponga pegarse un tiro en el pie a nivel futbolístico. Ante esa estrategia de no gastar ni saliva basta con poner sobre el tapete el ejemplo de Carlos Vicente, flamante fichaje del Deportivo Alavés por unos miserables 600.000 euros que Lim no autorizó a gastar en su propio club de fútbol hace mes y medio.

La austeridad que Lim impone con mano de hierro sobre una de sus empresas contrasta con la alegría con la que culmina operaciones de compra en otras latitudes, como los 350 millones de dólares que ha desembolsado por la empresa sanitaria Far East Medical Vietnam. Un contraste llamativo, pero no lo suficiente para autoproclamados expertos en Limismo que corrieron a explicar por qué Lim sí invierte su dinero en unas cosas y en otras no permite el dispendio, como si la masa social valencianista fuese estúpida y no conociese la respuesta de antemano: 

“Porque algunas de sus empresas sí le importan… y el Valencia se la sopla”.

La defensa a ultranza de pagar por un complejo hospitalario el equivalente a setecientos Carlos Vicentes no es más que otra canción desafinada más que añadir a los grandes éxitos escuchados por estos lares en los últimos años, que pasamos a recordar a continuación.

- “Yo quiero que Lim se vaya PERO…”;

- Cánticos de un minuto contra Lim y la propiedad dentro de Mestalla: “Mirad qué poco duran”;

- Cánticos de varios minutos contra Lim y la propiedad dentro de Mestalla: “Distraen a los jugadores, no ayudan, anteponen sus intereses a los del equipo”;

- Manifestaciones de dos mil o tres mil personas: “Lamentable, sois cuatro gatos”;

- Manifestaciones de diez mil personas: “Así no, no estáis ayudando al equipo que está en una situación delicada”;

- Si montan una concentración a las afueras del estadio y piden que se entre tarde al campo: “A mí nadie me dice lo que tengo que hacer y voy a ir a Mestalla a mi hora";

- Si montan una protesta dentro del estadio: “Eso es porque no os sigue nadie en la calle”;

- Si la oposición a Lim se organiza: “Están organizados, eso es que algo quieren y tienen a Pepito detrás con intereses ocultos”;

- Si cada colectivo opositor hace la guerra por su cuenta: “¡Menuda oposición! Cada uno por su lado. Normal que no consigan nada”;

- Si los contrarios a Meriton protestan y critican con cánticos a los directivos en Valencia: “Lim está en Singapur y no se entera de estas cosas, vaya tontería”;

- Si los contrarios a Meriton viajan a Londres, a Madrid o a Singapur, a montar alguna acción reivindicativa pagándose los costes de su bolsillo: “Vaya ridículo, vaya imagen nacional e internacional damos”.

Quizá escritas así, una detrás de otra, se entienda mejor lo que intentan hacer: desanimar, desmoralizar, desarmar y dividir. Todo a golpe de tuit, de columna, de soflama. Y todo, claro, desde el sofá de casa y sin la valentía y arrojo que muestran todos aquellos que sí pisan la calle y sí se mueven activamente para despojar al Valencia del parásito Meriton.

Imagino que cada una de estas personas tendrá sus motivos para mantener estas actitudes. Hablar sobre dichos motivos es especular. Yo sólo conozco a ciencia cierta a dos perfiles muy definidos y que sí puedo radiografiar con cierto conocimiento de causa, por haber tenido que lidiar con ellos en los últimos diez años.

El primero, el de personajes desequilibrados que buscan sus cinco minutos de fama a base de lametones a viejas glorias de los medios, servilismo con el poderoso y actitudes psicopáticas que rozan lo denunciable con los demás. Individuos que no dudarían en vender y apuñalar a quien hiciese falta a cambio de protagonismo, y que –como suele pasar- acaban encontrando a sujetos de similar filosofía que los acogen con gusto en su círculo de colaboradores.

El segundo, el de un reducto increíblemente pequeño de sectarios que, allá por 2013, no podían concebir un Valencia peor que el presidido por Manuel Llorente, a pesar de que la realidad de los resultados deportivos y económicos tumbaba su enconada oposición. Se echaron en brazos de Salvo primero y, luego, de Peter Lim. Y ahora, reunidos al calor de las redes sociales –algunos con relación directa a nivel empresarial con el club-, justifican todo lo que hace el magnate, con la boca más o menos pequeña, porque carecen de la gallardía y la humildad para admitir que vivían equivocados, que la cagaron bien cagada, que el remedio que eligieron fue mil veces peor que la presunta enfermedad y que lo de ahora es insostenible.

Cuando Lim se vaya –y se irá, que no lo dude nadie-, todos ellos recularán en sus preceptos, echarán tierra sobre todo el daño que han hecho y hacen, y tratarán de convencer al resto de aficionados de que ellos siempre estuvieron contra el tirano. Veletismo, desmemoria y poca vergüenza. Así ha funcionado siempre esta ciudad y parte de esta masa social. De ello puede dar fe la persona que encabeza estas líneas: Pepe Serrate, uno de los aficionados más longevos del Valencia, socio de honor de Libertad VCF y auténtica punta de lanza en casi todas las manifestaciones callejeras que se suceden desde hace tres temporadas.

El 2 de febrero de 2024, Pepe cumplirá 94 años. Y sigue a tope, en primera línea, sin miedo a nada. Verle tan pleno de vigor, de vitalidad, de ganas de luchar por recuperar un club que es suyo por sentimiento y por tradición, es algo que debería avivar la llama en épocas de ánimos bajos. 

Ni un paso atrás. Ni ahora, ni nunca. 

Si un tipo que las ha vivido de todos los colores, que ha superado una Guerra Civil y su correspondiente posguerra, que ha disfrutado de algunos de los mejores Valencias de la historia y sufrido en épocas de escasez de gloria, que ha vivido un descenso a Segunda y el posterior resurgimiento… 

Si un tipo así, que ya lo ha visto todo, que disputa ya los minutos de descuento de una vida plena y exprimida al máximo, sigue encontrando motivos para salir a la calle a luchar por su club, puño en alto y actitud desafiante… ¿cómo no vamos a hacerlo todos los demás?

Pepe encarna muchas de las cosas que me enseñaron mis mayores y que aspiro algún día a que mi hija siga a pies juntillas. Por ellas me rijo. A ellas les debo lealtad. Y con ellas cierro esta última columna en Plazadeportiva. Ni un paso atrás. Jamás doblar la rodilla ante las presiones, ni renunciar a lo que pensamos ni a lo que somos a cambio de una vida profesional más fácil. Mejor libres con poco, que encadenados con mucho. Y en estos dos años escribiendo he gozado de una libertad absoluta a todos los niveles. Gracias a Miguel Miró y a Vicente Fuster por haber confiado en que haría buen uso de ella. Y a todos los lectores que, en este tiempo, hicieron suyas mis cavilaciones, y me enseñaron y ayudaron a hacer mías las suyas.

Ni un paso atrás, amigos. Queda mucho partido todavía. Y, entre todos, lo acabaremos ganando.


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