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de la ilusión al no ascenso y la depresión

2023 negro: los momentos del año del Levante

29/12/2023 - 

VALÈNCIA. Adiós, 2023. Vete y no vuelvas. Orriols te quiere olvidar. El año inicia su cuenta atrás y el levantinismo necesita guardar en su cajón más profundo 365 días de contrastes. Sobre todo, de tristeza. De mucho desconsuelo y decepciones con nombres propios. Lo que empezó bien, siguió mal, continuó peor y acabará este domingo en una vorágine de sinsabores, con muchos retos -deportivos y eminentemente societarios- en el horizonte. Pero el futuro se escribe en otro capítulo. Lo vivido hasta hoy marca un 2023 negro en el Ciutat de València.

El récord de imbatibilidad

Porque el año arrancó con un halo de ilusión. El Levante no se paseaba, pero sí sacaba pecho de gallito por la Segunda División. 2023 llegó al calendario con el equipo, ya propiedad de Javi Calleja, tercero en la tabla, a solo un punto de las plazas de ascenso directo, y a dos del liderato. El presente era, cuanto menos, esperanzador. Porque el técnico madrileño había caído de pie en Orriols: desde su llegada a finales de octubre, su Levante todavía no conocía la derrota. Es más, el grupo comió uvas con 12 partidos consecutivos sin caer, a dos empates del récord de imbatibilidad de Mané en la temporada 05/06. Calleja tenía al cuadro blaugrana a ritmo de plusmarca. Acabaron siendo 23 citas sin derrota a principios de marzo, contando las tres eliminatorias de Copa que se lograron superar ante Olot, Andorra y un Primera como el Getafe. 

Es el récord que hoy comanda la historia granota y que quedó frenado por una goleada del Huesca en El Alcoraz. Allí se rompió algo, porque desde entonces el Levante solo ha sido capaz de encadenar más de tres victorias en la recta final de la pasada campaña, entre la conclusión de la liga regular y la primera fase del play off. Sin embargo, aquel 3-0 en territorio oscense supuso un antes y un después en la credibilidad que se había ganado Calleja a base de fiabilidad, más que de convencimiento. Su equipo especuló hasta el punto de que, aquello que inició con aires de grandeza, acabó en drama.

Un drama de categoría

Es, sin duda, el peor momento del año. El que lo cambió todo, a pesar de que la gestión del anterior Consejo de Administración ya dejaba un plano económico de soluciones drásticas. Sobre todo, si no se lograba el regreso inmediato a la élite. Quico Catalán lo apostó todo al rojo y salió tan negro que no pudo ser más cruel la forma en que el club, de un plumazo, tenía que activar un plan de economía de guerra que hoy aprieta, y mucho, el gaznate granota. Fue un sábado, 17 de junio, cuando el Levante enfrentó al Alavés en el Ciutat en la final de la promoción, arrastrando un favorable 0-0 de la ida en Mendizorroza. Era suficiente de no ser por un penalti de Róber Pier en el descuento de la prórroga que hoy todavía duele de rememorar, aunque sea negro sobre blanco, para muchos por "injusto", para otros por "temerario". Para todos, doloroso como pocas desventuras vividas en la resiliente acera granota de la ciudad.  

Incluso los más veteranos del lugar todavía lo recuerdan como la noche más horrible de su militancia levantinista. "No recuerdo nada igual, y mira que hemos vivido penurias", aseguraba entonces, en petit comité, un longevo empleado del club. Fue en pleno luto, días después del no ascenso que a casi nadie entraba en la cabeza. Y menos cuando, a pesar de la especulación constante del equipo sobre el césped, pasaron los minutos sin que el rival, para colmo dirigido por uno de los mejores técnicos de la historia de la entidad, supiese perforar la meta de Femenías. Villalibre anotó de penalti y todo se fue al garete. La ilusión del niño que deseó festejar un ascenso y la del consejero que, con la mirada perdida, atistabó muchas curvas en el palco de autoridades ante una grada ya vacía. 

La despedida de Quico Catalán

Ese directivo era el propio presidente. Inconsolable, Quico Catalán todavía hizo de tripas corazón para calmar a algún pequeño familiar que todavía sollozaba un buen rato después del drama de categoría que había silenciado Orriols. Ahí el presidente ya meditaba su adiós, por mucho que diez días más tarde, el 28 de junio, asegurara que se hubiese marchado también con otro ascenso en su currículum. "En Primera, me hubiera ido igual", dijo Catalán cuando se hizo oficial su marcha y se abrió el escenario de las dudas sobre quién ocuparía el sillón de la presidencia. Aquel día ya trascendió el paso adelante de uno de sus consejeros, Pepe Danvila, aunque no sería a la postre para ocupar el mismo puesto.

El caso es que Quico anunció su marcha, dejó a las claras que la estructura de élite de la entidad iba a ser necesariamente reducida en todos sus estamentos y defendió su gestión a regañadientes hasta el último día. Fue el fin en diferido del presidente, porque todavía entonces trabajaba de la mano con el director deportivo en cuestiones como la continuidad de Javi Calleja, que aunque cerrada por la clasificación a play offs se tambaelaba en un fino alambre. Quico se acordó de Pedro, su padre, un hombre que le guió y también dejó su piel en el club antes de fallecer durante la temporada. Y así le puso el lazo, al menos de cara a la galería, a la etapa más dorada de la historia del Levante con él en el trono.

Adiós, Pepelu

De lo que también habló el expresidente en aquella comparecencia fue de Pepelu. Porque Quico murió matando. Y perdiendo la batalla. Se enrocó en una situación descontrolada desde que el Levante se quedó en el camino del ascenso. Pidió la cláusula de 5 millones del dianense al contado al mismo tiempo que, días antes, el director deportivo le había transmitido -a Pepelu y otros futbolistas- la necesidad de hacer caja con su salida. El problema, para el Levante y para el centrocampista en aquel momento, fue que el club que, a junio de 2023, quiso poner esa cantidad -a plazos- fue el Valencia. "El Levante no va a venderle por menos de la cláusula porque tenemos más jugadores apetecibles para muchos clubes". Pues bien, el club vendió por esos 5, pero no al contado. "Si se quieren plazos, aumentaremos la cantidad", aseveró el expresidente. No se hizo.

También tiró dardos al propio Pepelu, que a la postre le omitió en su fría carta de despedida al levantinismo. Una frase quedará para la historia del club: "Las cosas se pueden hacer bien, mal o muy mal; y bien ya no lo vamos a hacer", comentó Quico. Una flecha que acabó con el jugador contento por firmar en el otro lado de la ciudad, sin moverse demasiado y en Primera, a pesar de que contaba con intereses muy firmes de otros clubes de la categoría pero no con la intención inmediata de incorporarle. El Girona fue uno de ellos en aquel momento, pero la situación no resuelta de Oriol Romeu le llevaba directo a la sala de espera. Total, que al dianense le convenció aquello de fichar por el eterno rival y abandonó la que fue su casa durante más de una década, después de haber aceptado la renovación más amplia del fútbol español -hasta 2032, 10 años- exactamente un año antes. Los dudosa gestión del anterior área deportiva con el jugador y la complicidad del propio presidente en ello llevaron a la ejecución de una operación con una fecha de caducidad mucho más breve de lo que ponía en el paquete.

Nueva era... todavía en construcción

Hubo que meter las tijeras, claro. Con una planificación de plantilla mucho más austera y una calidad futbolística mucho menor que la temporada pasada a pesar de las comparaciones y el trabajo de Miñambres durante el verano. Se vendió por más de 20 millones de euros, y se redujo en alrededor de la mitad el valor de plantilla deportiva. Aún así, el límite de coste de plantilla del Levante, que marca La Liga, se sitúa por debajo del coste total. Y eso deja al club, por ahora, petrificado en el momento de acometer movimientos en el mercado de invierno. Se realizaron 10 incorporaciones en la última ventana y solo se pagó una cantidad simbólica por una, a pesar del montante que entró en caja por la salida de buques insignia. El regreso de otros, como Iborra, se tuvo que dar por imposible.

Eso en cuanto al plano deportivo. El societario tiene un resumen más enrevesado. Danvila cogió el testigo y compitió, aunque la palabra se pueda quedar larga ante los ojos de la Fundación -todavía máxima accionista de la entidad-, contra otras dos propuestas a la viabilidad del Levante, representadas en las figuras de Carlos Ayats y Miguel Ángel Valiente. Primero, Danvila propuso la compra del 50% de las acciones de la Fundación por 5 millones de euros y un préstamo participativo de 10 'kilos'. Capital propio. Patrimonio del actual consejero delegado. Un préstamo a cinco años en el que, en principio, iba a participar Vicente Boluda, pero el empresario naviero no quiso "competir" y se negó a la demora de un proceso que, en realidad, sigue vigente. 

Han sido algunas las variaciones del plan de Danvila, que todavía no ha podido convocar una Junta General de Accionistas que, entre otras cosas, ha de dar el visto bueno al nuevo Consejo presidido por Pablo Sánchez, otro de los hombres ya presentes en la anterior etapa con Catalán a la cabeza. Maribel Vilaplana, Ruth García y Héctor Blasco se unieron a la directiva y restan consejeros por nombrar en consenso con la Fundación. Eso sí, la refinanciación de la deuda todavía no se ha desbloqueado con Gedesco y la ampliación de capita gana enteros. To be continued...

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