VALÈNCIA. El fútbol es gol pero el nuevo fútbol, incomprensiblemente, no quiere arietes. Prefiere otro perfil de delantero que se adapte a unos tiempos en que todos buscan efectividad en el pase, circulación y elaboración para llegar a las inmediaciones del área y filtrar balones. El nuevo fútbol es, en realidad, como el de los patios de colegio de toda la vida, donde había que entrar con el balón en el pie hasta la portería, tras haber regateado al portero y al poste. Practicar hoy un fútbol vertical y entregado al remate y la finalización es algo grosero y antiestético, casi tan “inmoral” como defender una falta con dos tipos en la raya de gol. En el nuevo fútbol el ariete clásico, que no sabe hacer nada especialmente bien pero que atesora el don del olfato de gol, tiene que hacerse hueco a codazos en el once para reivindicar sus virtudes.
¿De qué sirve una posesión insultante sin un ariete sobre el césped? La final de Copa que el Valencia de Marcelino le arrebató al Barça de Valverde contra todo pronóstico nos da la respuesta: para rondar el balcón del área rival sin capacidad de penetrar una defensa ordenada.
Cada día cuesta más encontrar arietes que desequilibran partidos con su fútbol, con o sin balón, que desatascan una tarde sin ideas con un remate inverosímil, que saben pegarle hasta con el muslo, que son peleones y cancheros, que retan a los centrales hasta cuando respiran, que liberan espacio para sus compañeros, que hacen arte del engaño, pilar del desmarque, equilibrados con codos y punteras para llevar al límite a rivales y árbitros, que saben estar allá donde se olisquea el gol. Pienso en Roger Martí y me vienen a la mente Raúl o Tamudo. Que cada uno salve las distancias que considere. Arietes, hombres de gol, hombres de club. Céntrense en el concepto, por si no me he explicado lo suficiente.
La semana en que ha fallecido Paolo Rossi, el espigado icono del Mundial 82, Roger Martí renueva con el Llevant hasta 2024. Al de Torrent en el 82 le faltaba una década aún para nacer, pero quizá haya visto el hat-trick de Rossi ante Brasil: testarazo ganando en carrera al rival; robo en una salida de balón, un prodigio de anticipación, velocidad y remate; pícaro desvío delante del meta. Ante Polonia, en semifinales, el primero fue similar: el balón prolongado lo pesca el más listo de la clase. El 2-0 fue tras un desmarque en una contra. El gol del título ante Alemania fue otro testarazo en carrera. Los seis goles azzurri en la fase final fueron todos de Rossi, todos de ariete de raza.
Roger debutó con el Llevant en 2011 y acaba de renovar hasta 2024. Catorce años en la casa, pese a sus graves lesiones y sus cesiones a Zaragoza y Valladolid. El domingo disputará su partido 176 con la elástica del primer equipo granota, con el que ha anotado 57 goles. Roger se ha vinculado hasta los 33 años, algo inusual, si bien, a punto de cumplir los 30, se encuentra en un momento dulce, es potente, se cuida, está en forma y, pese a su timidez, siempre mostró su firme voluntad de triunfar en Orriols. Tito lo convenció de que sería un jugador importante en el Llevant que recuperaría la élite, tras un añito en el infierno. Y así fue. Hasta hoy.
Roger no es amigo de grandes alharacas ni tiene la prensa palmera de otros, pero va a seguir desenvainando las pistolas y dedicando goles, que es lo que mejor sabe hacer, hacia el cielo, ante el alborozo de una grada que no siempre sabe valorar el compromiso y entrega de la gente de la casa. Por eso lo de Roger aún tiene mucho más mérito. Está en camino de convertirse en un ariete de leyenda en la historia del Llevant. Y de entrar en el top de los jugadores que más campañas han vestido la zamarra levantina. Desde 1909.