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la cantina

Un equipo que te enamora

16/04/2021 - 

VALÈNCIA. Un partido de baloncesto tiene la magia suficiente para convertirte en un adolescente. Así me sentí cuando Raquel Carrera encestó el segundo tiro libre y el Valencia Basket se proclamó campeón de la Eurocup. De repente, sentado en mi sofá nuevo, me sorprendí como aquel chaval con melena, pendiente y camiseta de los Ramones que solo pensaba en el basket.

Un poco antes, con apenas un segundo por delante y un punto abajo, me estaba resignando. “Bueno, al menos ha estado bien. Vi una buena semifinal y hoy he visto una final trepidante que me ha hecho disfrutar como hacía tiempo que no disfrutaba con el baloncesto”. Pero este deporte tiene estos giros inesperados y poco después estaba intentando desentrañar el rostro de Raquel Carrera para saber si el Valencia Basket iba a ser campeón con esos dos tiros libros para los que ya se estaba preparando.

La imagen de la televisión -para días así À Punt es imprescindible- era inmejorable: Raquel Carrera botaba el balón y, tras ella, en un segundo plano, Queralt Casas juntaba las manos como si estuviera rezando. La gallega no falló y el resto ya lo saben: título de campeonas, euforia, celebración…

Pero con esta final me ha pasado como con las buenas películas que veo en el cine, que me tiro días saboreándolas, pensando en los matices, disfrutando de lo pequeño, del poso que dejan. Por eso he llegado a la conclusión de que esta victoria ha sido mucho más que la conquista de un trofeo europeo. Creo que el valor de este éxito es mucho mayor.

Primero porque fue un partido vibrante que nos emocionó a muchos. El rival, el Reyer Venezia, estableció un desafío con su defensa que muchos equipos no hubieran sido capaces de enfrentar. Porque, además, los árbitros dejaron claro desde el primer cuarto que iban a permitir el contacto, que no iban a pitar cualquier roce. Muchos confunden esto, si te perjudica, con una confabulación judeomasónica contra el Valencia Basket. O lo que es lo mismo: es que el profe me tiene manía.

Cuando vi que los árbitros tampoco pitaban nada bajo el aro del Valencia Basket entendí de qué iba esto y temí que las jugadoras se enzarzaran en discusiones baldías y se olvidaran de su trabajo. Pero entonces contemplé a Marie Gülich repartir estopa en su zona. La alemana fue la primera que comprendió que esto no iba de una persecución arbitral sino de ponerse a defender duro, muy duro.

Gülich me ha terminado de seducir en esta Final Four. La pívot, con esa mascara que ya es casi un símbolo de la resistencia de este equipo, es una de esas jugadoras que desean todos los entrenadores: luchadora, solidaria, intensa, valiente…

Ese ego bajo control a pesar del talento creo que es el santo y seña de esta formación. Por eso Bec Allen, con una muñeca que es la envidia de medio mundo, se pegó por sumar también unos rebotes que fueron vitales. O por eso a Celeste Trahan-Davis no le importa ceder el protagonismo cuando tiene el día torcido. O por eso Queralt Casas decidió vestirse de MVP cuando vio que en los minutos finales a muchas compañeras les costaba encontrar el aro.

No me sorprende que la vanidad de un gran equipo como este se mantenga dentro de la cordura porque al frente de todas estas jugadoras está el cuerdo Rubén Burgos, que siempre fue un tipo muy humilde y honesto. El entrenador ha inculcado en el grupo la pasión por el trabajo como único camino hacia el éxito que ya han saboreado.

Y me parece que es un técnico ideal para guiar el crecimiento de Raquel Carrera, llamada a ser una de las deportistas españolas más importantes de su generación. La niña que moldeó Cristina Cantero en Galicia, y que presumiblemente hará carrera en València, en la selección y en la WNBA, es un pelotazo.

El triunfo también es importante porque es un rápido premio para Juan Roig por su decidida apuesta por el baloncesto femenino. Y, visto lo visto, quizá se haya convertido en el camino más corto hacia su capricho más antiguo: ganar la Euroliga. Ya le ha cedido la gestión a José Puentes, Esteban Albert ha acertado con los fichajes y Rubén Burgos sigue sin fallarle a nadie.

Los nuevos tiempos se palparon hasta en la modesta celebración en la Fonteta. No hace falta convertirlo todo en una falla y el acto, guiado con ritmo y buen gusto por Alberto Chilet, se convirtió en un reflejo de lo que es este equipo: sencillez, solidaridad y empatía.

A mí ya hace tiempo que este equipo me tiene enganchado. Solo falta que el puzle se complete con la afición valenciana. Porque puede haber jugadoras que se marchen de la ciudad este verano sin haber visto nunca la Fonteta en su punto de ebullición. Y sería una pena por ambas partes. Por las jugadoras que se irán sin disfrutar de esa experiencia y por los seguidores que no van a poder emocionarse con este equipo fantástico.

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