Hoy es 10 de octubre
VALÈNCIA. Instantes después de que Alberola Rojas y Jaime Latre se negaran (uno en el campo y otro en el VAR) a señalar un claro penalti a favor del Valencia CF en el Camp Nou, apareció Miguel Ángel Corona ante las cámaras de televisión para, en principio mostrar el malestar del club con la infracción no señalada de Kessie sobre Fran Pérez. Corona tarda tres preguntas y un minuto y diecisiete segundos en verbalizar la palabra penalti desde un discurso aséptico, frío y carente del más mínimo viso de indignación. Sin embargo, fue la voz elegida por el club como representación institucional para expresar una queja que puede ser a la larga decisiva en el intento de evitar el cataclismo que supondría el descenso a segunda división.
Mientras que en semanas recientes fueron los presidentes de Elche y Cádiz (sus máximos representantes) quienes saltaron a la palestra para comunicar a la opinión pública su malestar de una manera vehemente, el Valencia CF acudió de emergencia y sobre la marcha a la desgastada figura de su director deportivo, cuyo impacto mediático es prácticamente nulo.
El Valencia CF, que lleva alimentando desde 2020 la sospecha de la persecución arbitral al ser los colegiados dependientes de la RFEF con la que el club mantiene un contencioso en los tribunales por el reparto del dinero de la Supercopa de aquel año, es incapaz de tener una figura con peso que levante la voz.
Descartado que lo hagan jugadores o entrenador por el precedente de la sanción a Gayà de esta temporada, el Valencia CF que ha emitido comunicados públicos contundentes en los últimos años contra Ximo Puig, contra el Ayuntamiento, contra determinados medios y periodistas e incluso contra Libertad VCF, no tiene la misma firmeza cuando se trata de elevar la voz ante los atropellos arbitrales, ni tiene una figura representativa de peso en el organigrama del club para hacerlo. Mientras el portavoz Javier Solís se ha significado en su firmeza para ponerse enfrente de los ediles del PSPV (Sandra Gómez y Borja Sanjuán), no parece entrar en otros temas también de importancia para la entidad.
Las críticas más acertadas han venido de uno de sus embajadores, Ricardo Arias, quien en su condición de figura respetada por el valencianismo ha sido el más contundente -con diferencia- a la hora de hablar de los colegiados. Sin embargo Arias no pasa de ser un embajador del club, sin peso alguno en la toma de decisiones en la entidad, lo cual rebaja mucho lejos de Valencia el peso e impacto de sus aseveraciones.
Desde el Valencia CF se apunta -aunque nunca de manera oficial- a las malas relaciones con la RFEF para explicar lo que ellos entienden que es una persecución arbitral. Sin embargo, no es menos cierto que escudados en esa mala relación el club ha dejado de acudir a la sede federativa a reuniones como la del pasado 2 de febrero de la comisión delegada de clubes de primera división en la que se habló (además del reparto del dinero derivado de los derechos televisivos de la Copa del Rey) de temas arbitrales y de funcionamiento del VAR.
Por el momento, el comunicado público de la entidad de Mestalla sobre el colectivo arbitral, sigue sin producirse y la única voz escuchada hasta el momento (la de Corona) no tuvo la mínima contundencia exigible teniendo en cuenta todo lo que está en juego. Mientras tanto se instala cada vez más en todo el entorno futbolístico la idea de que el Valencia CF es un club con muy poca presencia para exigir el respeto que reclama en voz baja.