El exentrenador del Valencia recibió este sábado el Premio Guillem Agulló tras pedir la retirada de una bandera nazi de Mestalla en 1992
VALÈNCIA.
Nada más ponerse en pie para recibir el galardón de manos del president de Les Corts, Enric Morera, el exentrenador holandés Guus Hiddink echó una furtiva mirada a su grupo de acompañantes, entre los que se encontraba su mujer, y también a alguno de los futbolistas que tuvo a sus órdenes en su etapa valencianista, como Fernando Giner o Robert Fernández. “Un amigo me ha preguntado si estaba nervioso”, dijo para comenzar, “y la respuesta es que me encuentro más tranquilo en Mestalla, ante 60.000 forofos gritando y chillando, que aquí, en la casa de la democracia”.
Hiddink fue una de las primeras figuras públicas en nuestro país (desde luego, la primera en el ámbito del fútbol) en propiciar una reacción de calado nacional e internacional cuando, en los prolegómenos de un Valencia CF – Albacete el 9 de febrero de 1992 en el Camp de Mestalla, se negó a iniciar el partido tras detectar una bandera nazi en uno de los fondos del estadio. El preparador fue rotundo en su día (“ante lo que vi, no pude callarme”) y no aceptó que la pelota echase a rodar en el coliseo blanquinegro hasta que la pancarta fue retirada.
Treinta años después, el tiempo ha dotado de una potencia “extraordinaria” a aquel gesto, como se reconoció en Les Corts en el acto conmemorativo en el que se libraron las distinciones del Día de les Corts Valencianes. Hiddink recibió el Premio Guillem Agulló ‘ex aequo’ junto al docente Miquel Álvarez Dolç, profesor de un centro educativo de Bétera en el que sufrió una agresión homófoba en febrero de 2022. La distinción se libra a todas aquellas personas y entidades destacadas en la lucha contra el racismo, la xenofobia y los delitos de odio. También se reconoció al pueblo ucraniano con la Alta Distinción Francesc de Vinatea, galardón recogido por la refugiada ucraniana Mariia Stepanenko.
Hiddink pide a las fuerzas democráticas “estar atentas” ante los discursos de odio
En su improvisado discurso de agradecimiento, en el que recalcó el orgullo que él y su familia sentían por el galardón, el neerlandés apuntó que siempre contó “con el respaldo de mis jugadores” cuando tocó ‘plantarse’ en febrero de 1992 y negarse a jugar hasta que no retirasen el símbolo nazi de la grada de Mestalla. “Ellos me apoyaron mucho con lo de la bandera. Siempre tenemos que estar atentos ante las fuerzas que puedan violar nuestra democracia. Tenemos que luchar contra la intolerancia y celebrar la palabra ‘libre’”, añadió al final de su parlamento.
El president de Les Corts se sumó a las palabras del exentrenador al recordar que “lo que denunció Hiddink es ilegal en la sociedad valenciana, porque una bandera nazi es un símbolo que no tiene cabida en ninguna sociedad democrática”. Morera destacó el “respeto y admiración” a todos los premiados y bromeó con las cualidades de Hiddink en su discurso, apuntando sus maneras “de gran parlamentario” y admitiendo que “gobernar es ‘pastelería fina’, porque requiere consenso y llegar a acuerdos”, por lo que en ocasiones “casi es más difícil que entrenar a un equipo como el Valencia”.
Hiddink siempre se ha mostrado muy concienciado respecto a los discursos de odio. Nacido en Wisch (una pequeña localidad junto a la frontera alemana) el 8 de noviembre de 1946, no vivir la Segunda Guerra Mundial en primera persona no le salvó de notar sus efectos: su padre fue un héroe de la resistencia holandesa durante el conflicto armado, que dio cobijo en su casa a refugiados judíos y ayudó a aviadores ingleses derribados durante el combate. Nunca olvidó el sufrimiento de su familia y, ya durante su carrera profesional como técnico, mostró en numerosas ocasiones su rechazo a actitudes o movimientos fascistas.
Una semana de reencuentros en Valencia
El que fuera entrenador del Valencia en dos etapas entre 1991 y 1994 aprovechó la concesión del galardón para ponerse al día con viejos amigos. “Cuando me llamaron no dudé ni un minuto en venir, yo quería volver a la tierra valenciana. Aunque sufrimos mucho, también tuvimos una muy buena experiencia. Y, aunque en cuatro años apenas hablé castellano y casi nada de valenciano, estoy muy orgulloso”, rememoró.
Desde principios de semana, Hiddink se reunió en varias ocasiones con algunos de sus exfutbolistas para compartir mesa y mantel en comidas y cenas (“hubo muchas bromas”, dijo entre risas tras el acto), algunas de las cuales también compartió con miembros de la clase política. Aprovechó para ver a varios amigos, jugar al golf (es un enamorado del Parador de El Saler) y también al tenis. De hecho, entre los presentes en el acto en Les Corts se pudo ver al presidente de la Asociación de Futbolistas VCF, Fernando Giner; a Miguel Tendillo, embajador del Valencia CF; a Robert Fernández, exjugador de Valencia CF y Barça, entre otros equipos; y también a Pepe Rico, que fue abogado del club en los años noventa y artífice de la creación de la Asociación en 1996.
“Yo he estado muy bien en muchos sitios del mundo, pero Valencia… Fue mi primera aventura fuera de Holanda, por eso tiene siempre un lugar especial en mi corazón”, confesó una vez finalizada la ceremonia. El haberse retirado de los banquillos en septiembre de 2021 no le ha quitado el ‘gusanillo’ por la pelota al holandés; de hecho, en la tarde del sábado Hiddink aprovechó para ver en directo el derbi entre Valencia y Levante en el Camp de Mestalla, “que siempre es un derbi muy caliente”. Tampoco se perdió lo sucedido en La Cartuja una semana atrás: “Vi la final de Copa, caer en los penaltis fue horroroso. No os podéis imaginar la sensación cuando se pierde de esa manera”, comentó.
A su salida del hemiciclo, Hiddink fue abordado por representantes de la Penya Colla-Blanc-i-Negra, que le hicieron entrega de una camiseta con la leyenda “Estima al València. Rebutja el racisme” como agradecimiento “por un gran gesto antifascista hace treinta años”, según indicaron desde el colectivo.
