LLÍRIA. Carmen volverá a ser olímpica. Así lo sentenció este domingo en Llíria la selección española de balonmano femenino frente a Argentina, a la cual superaba en el partido que determinaba quien acompañaría a Suecia en la cita de este próximo verano en Tokyo.
Allí ha estado ella, en un equipo que parece haber crecido a imagen y semejanza de la almeriense. Buena muestra de ello fue el primer choque que les medía a las escandinavas. Siempre por detrás en el marcador, el equipo nunca se rindió, tirando de coraje, de ambición y de carácter, para así lograr un punto a la postre fundamental para sacar el billete a Japón. Todas ellas, junto a otras características, la hacen ser una deportista, como diría el bueno de Paco Caro; "de talla superlativa".
Siete goles; cinco de ellos desde los siete metros, fueron su aportación en números. Pero lejos de eso, lo que traslada a la pista, lo que contagia a unas compañeras que la miran con los ojos del joven que consigue conocer a su ídolo y esa defensa en avanzado, que a la postre resultó fundamental para recuperar una desventaja que parecía insalvable, se convirtieron en diferenciales en la consecución de un primer objetivo.
En el partido decisivo se encontraría con la horma de su zapato en el conjunto albiceleste. Enfrente había garra, compromiso, lucha, pasión, eso que define siempre a los combinados sudamericanos de habla hispana. Pero ella es más. Es calidad, es talento y es definición.
Caramela es también caramelo. Dulce como tal para deslizar la bola sobre su mano desde el extremo y definir con elegancia. Así hasta cuatro veces desde ese extremo derecho de las pistas, que es casi como parte de su familia y otras dos desde los siete metros.
Compañera ante todo. Una auténtica "barra brava" de la roja, animando y apoyando desde un banquillo ardiendo por lo mucho en juego a otra andaluza, una estelar Marta López convertida en un cuchillo sobre la defensa blanquiazul.
Una arenga en la dificultad, un grito para salir del letargo, un aplauso en la necesidad, una sonrisa en la adversidad; esa es Carmen. Una auténtica estrella que aprendió a brillar con luz propia desde la humildad que mamó en ese cortijo roquetero y que tras hacerlo en Londres y Río de Janeiro, volverá a deshojar su talento en ese lugar donde se citan los dioses y diosas del deporte.