Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. El pasado es uno de esos lugares comunes en los que uno se refugia de las miserias del presente. La nostalgia se presenta como ese mecanismo recurrente y, a menudo idealizado, que hemos limpiado meticulosamente de malos recuerdos y hemos archivado en un disco duro que visitamos con mayor frecuencia cuanto mayor es la penuria del presente. Pero el fútbol -aunque no sólo el fútbol- y el Valencia CF nos brinda ocasiones en las que no es necesario idealizarlo. No es necesario pulirlo y eliminar impurezas porque, aún recordando también lo negativo, el pasado gana por goleada al presente y hace sonar con simpar musicalidad aquel fragmento de las Coplas de Jorge Manrique que decía que ‘cualquiera tiempo pasado fue mejor’.
Vaya por delante que no creo en la receta de recrearse en el pretérito con demasiada asiduidad porque hacerlo no te garantiza, ni mucho menos, reunir las fuerzas suficientes para coger el toro del presente por los cuernos para solventar los problemas que hoy nos acucian.
De la misma manera que el valencianismo nos ha legado grandes glorias del fútbol que debemos respetar y nunca olvidar que vistieron la camiseta blanca, también en por el banquillo de Mestalla hemos visto pasar entrenadores que han dejado la huella de la eficacia. De esa eficacia que en el fútbol se transforma en victorias y en títulos que llenan vitrinas que acaban siendo fotos imborrables que quedan grabadas en el imaginario valencianista. Cuando sólo queda la foto, es un buen recuerdo. Cuando se trata de un entrenador que todavía está en activo... aparece la controversia y si hablamos de algunos muy recientes, de los que se han sometido al tribunal supremo de las redes sociales, se levantan trincheras entre ‘viudas’ y ‘colaboracionistas ’. Los crueles descalificativos endosados en su día a Marcelino por parte de quienes querían -ellos sabrán por qué o a cambio de qué- justificar su rocambolesco cese, similares a los que en épocas pasadas han tenido que sufrir tantos entrenadores, me parecen tan injustos como los que tuvieron que encajar muchos otros buenos entrenadores asumiendo perfectamente que todos han cometido errores y son susceptibles de someterse al espíritu crítico que mantiene viva a una afición de un gran Club de Fútbol. Sí resulta curioso ver quién levanta según qué banderas pero lo bien cierto es que la victoria del Athletic Club de Bilbao de Marcelino ante el Real Madrid en la Supercopa ha contribuido a encender la nostalgia y a enardecer el debate. Los colaboracionistas de Meriton increpan a las ‘viudas’ poniendo en entredicho la veracidad de su valencianismo por aplaudir a un entrenador que defiende otros colores y los nostálgicos enaltecen la figura del asturiano en recuerdo de su paso por Mestalla pero... ni los primeros encontrarán jamás, por mucho que lo intenten, una justificación solvente al desacato cometido por los dirigentes del Valencia cortando abruptamente la trayectoria de un muy buen entrenador ni tampoco los triunfos de Marcelino en el Athletic Club van a solucionar ninguna de nuestras miserias presentes.
Por lo que a un servidor respecta, le deseo lo mejor a Marcelino y a todos los entrenadores que porfiaron con honradez por el Valencia y se lo deseo todavía más si sirve para ver perder al Real Madrid o al FC Barcelona pero... lo que de verdad me gustaría sería no tener que mirar por el retrovisor con tanta frecuencia para encontrar la paz. Me gustaría que aquellos que dejaron al valencianismo sin aliento al desmantelar un proyecto competitivo dotaran al vestuario, de una vez por todas, de los refuerzos necesarios para poder comprobar si también Javi Gracia podría llegar a convertirse en uno de esos entrenadores que podamos, en un futuro, guardar en nuestro baúl de los buenos recuerdos.