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LA CANTINA | ANÁLISIS

Julián Miralles ya suma cuatro campeones del mundo

20/11/2020 - 

VALÈNCIA. Dice Julián Miralles que tiene una fotografía que ha ido cogiendo valor con el paso del tiempo. Es de 2011, de cuando Nico Terol ganó el Mundial de 125 cc. Y ahí están él y Rodrigo Rato, que fue quien entregó el trofeo, rodeados de pilotos. Además de Terol hay otros dos campeones del mundo: Jorge Martínez 'Aspar' y 'Champi' Herreros. Pero, por detrás, se ve a otros críos por ahí, chiquillos que entonces conocían muy pocos, que también acabaron convirtiéndose en campeones del mundo.

Uno de esos aprendices era Joan Mir, quien el domingo, también en Cheste, se proclamó campeón de MotoGP, la cumbre del motociclismo. Joan y Julián se abrazaron dos veces. El piloto mallorquín quiso agradecerle al maestro todo lo que le enseñó cuando estuvo en la Cuna de Campeones, la prestigiosa cantera del Circuito Ricardo Tormo que dirige desde hace 21 años Julián Miralles.

El director de la Cuna de Campeones es de Alberic. Y eso, nacer en ese pueblo de La Ribera de 11.000 habitantes, marcó su vida. "Es un sitio muy motero y tiene un moto club muy potente", aclara. Con ocho o nueve años empezó a frecuentar, sobre todo en verano, el taller de un tío suyo, donde terminó de hacerse adicto a la gasolina y al aceite.

Los fines de semana salían de excursión. Se subían todos a una furgoneta y seguían a los pilotos del pueblo, como Vicente 'El Molinero' o Bernat Martínez, el padre de un chaval nacido en el 80 que llegaría a correr en Moto2 y en Superbikes, y que, desgraciadamente, falleció en 2015 en un accidente en el circuito de Laguna Seca.

El vehículo era más bien modesto, puesto que viajaban en una Formichetta (en italiano, la hormiguita), un 600 convertido en mini furgoneta. Y en ese trasto, el pequeño Julián, que prácticamente no había salido de Alberic, sentía que emprendía un largo y emocionante viaje por España, cuando, en realidad, no iban más que a Cartagena, veían la carrera y volvían.

Cada salida enganchaba más y más a Julián, que soñaba con ser algún día como Bernat, El Molinero o José Vicente Blau, pues abundaban los buenos pilotos en Alberic. "¡Si había 18 pilotos en un pueblo de 11.000 personas! Y creo que diez llegaron a ser campeones territoriales. Eso es una barbaridad. No hay otro pueblo igual; somos una potencia mundial".

Julián iba de pinche a esas carreras. Ayudaba en lo que podía y en lo que le dejaban. Hasta que, pasado el tiempo, un día era él quien estaba encima de la moto. Y no lo hacía nada mal. Julián Miralles llegó a ser campeón de Europa de 80 cc y cuarto en el Mundial de 125 cc. Luego se atrevió con lo que no se había atrevido ningún valenciano, con una de las grandes, una moto de 500 cc. Pero escaseaba el dinero y los resultados eran malos, así que a mitad temporada, en 1994, lo dejó.

Tenía casi treinta años y entonces, nada más bajarse de la moto, se dio cuenta de que no había hecho y no sabía hacer otra cosa. Por eso se montó un taller de motos en su pueblo y empezó a ayudar a jóvenes como Xavi Forés, David Micó, Dámaso Nácher... Y descubrió que la mejor forma de enseñarles, mucho más efectiva que la teoría, era subirse a la moto, ponerse por delante y mostrarles cómo hacer cada trazada, cuándo frenar, cómo colocarse... Y así, guiando a sus chicos, aún se llevó dos subcampeonatos de España en 1996 y 1997. Y ese último año, ya con 32 años, colgó el mono definitivamente.

Su ocupación pasó a ser la de guía de todos los pilotos de la zona. Él mantenía sus contactos con las factorías japonesas y eso le permitía conseguir buen material para los chavales. Y, además, la providencia hizo que dos años después se inaugurara el circuito de Cheste. "El entonces director general del Deporte, José Emilio Cervera, nos reunió a todos los que estábamos en el mundillo y nos pidió un proyecto para formar una cantera de pilotos valencianos. Jorge (Martínez 'Aspar') tenía muy buena relación con Aprilia y yo con Derbi. Cada uno presentó su idea y al final se hizo una cosa conjunta entre lo mío, con minimotos, y lo de Jorge, con la Fórmula Airtel, la precursora de la Cuna de Campeones, que aún duró un par de años".

De ahí salieron muy buenos alumnos, como Nico Terol, Xavi Forés, Héctor Barberá o su hijo, Julián Miralles. Y en esa órbita, aunque ya iban más aventajados, Rodri, un portento de Elche que se perdió por el camino y la mala vida, y Héctor Faubel. Cada año se evolucionaba el proyecto para que los pilotos pudieran tener continuidad y seguir creciendo en una categoría superior. Cuando llegó la Fórmula 1 a València, Aspar dejó la Cuna de Campeones y está quedó en manos de Julián Miralles.

Su hijo fue creciendo y demostrando que tenía talento para ir muy rápido encima de la moto. Julianet llegó al Mundial, pero sufrió dos graves accidentes que cortaron su proyección cuando empezaba a destacar, cuando se codeaba con rivales de la talla de Thomas Lüthi, Jorge Lorenzo, Álvaro Bautista o Sergio Gadea. Primero se estrelló en Albacete y se rompió dos vértebras y se fisuró otras dos. En 2004 recuperó el tono y acabó segundo en el Campeonato de Europa y en el de España, pero en 2005, con el Team Aspar, salió volando y tuvo otro grave accidente en Mugello, donde se reventó la pierna. Le hicieron ocho operaciones, pero ya no volvió a ser el mismo.

Ese fue el momento más duro para el padre. Porque es imposible no fustigarse por un absurdo sentimiento de culpabilidad. Pero han dominado los momentos alegres. Y por encima de todos, el título mundial de Nico Terol, un piloto valenciano que pasó por todas las etapas de formación de la Cuna de Campeones y que sería el primero de sus campeones del mundo, algo que también lograrían Jorge Martín (Moto 3), el ganador de Moto 2 el domingo en Cheste, Franco Morbidelli (Moto 2) y, el último, Joan Mir, el primer campeón de la escuela en MotoGP. Y luego hubo otro dos que también lograron acabar primeros en algún Mundial pero que tuvieron un paso más efímero por la cantera valenciana, como son Julián Simón y Tito Rabat.

Un palmarés imponente que Julián, ya con 55 años, mira con satisfacción. Porque la felicidad que produce el agradecimiento de todo un campeón de MotoGP como Mir es insuperable. Y más para alguien de Alberic, el pueblo motero.

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