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La cantinA

València es el séptimo 'major'

Foto: KIKE TABERNER
11/12/2020 - 

VALÈNCIA. Vi a Paco Borao emocionado y a Juan Roig desatado después del festival atlético que, una vez más, llenó de júbilo València, la ciudad en la que, solo en 2020, el año de la pandemia, el año del confinamiento, se han batido cuatro récords mundiales: el de 10K de Rhonex Kipruto, el de 5.000 de Letesenbet Gidey, el de 10.000 de Joshua Cheptegei y el de medio maratón de Kibiwott Kandie.

O el caso del maratón, que da un nuevo paso, al quedarse en la frontera de las 2 horas y tres minutos exactos, y se coloca ya únicamente a la sombra de Berlín y Londres. Y la certeza, o eso pienso yo, de que València ya es el séptimo ‘major’, pues salvo algunos datos de censo, capacidad hotelera y conexiones aéreas, nada tiene que envidiarles. Más bien al revés, pues no ha habido ninguno de esos ‘majors’ oficiales con una profundidad de marcas como la del Maratón de Valencia Trinidad Alfonso EDP. Y ahí sí incluyo a Berlín y Londres.

Porque hubo diecisiete atletas por debajo de las dos horas y ocho minutos; trece por debajo de las 2h07; once en menos de 2h06; seis en menos de 2h05 (hay un récord del mundo de este siglo por encima de esta barrera), y cuatro por debajo de 2h04 o, lo que es lo mismo, el último récord del mundo del legendario Haile Gebrselassie (2h03:58), hace solo doce años en Berlín.

Y luego está el medio maratón. Sin duda el mejor de todos los tiempos. Con un atleta, Alexander Mutiso, que batió el récord del mundo y no subió al podio porque hubo tres rivales, Rhonex Kipruto, Jacob Kiplimo y Kibiwott Kandie, el nuevo plusmarquista mundial (57:32), que fueron más rápidos que él.

Los cuatro se beneficiaron de los caprichos meteorológicos que siempre sonríen a esta ciudad afortunada: que a la ida, en la parte del circuito donde debía soplar el viento en contra que arruinara la plusmarca, no se levantara a tiempo y no molestara, y, en cambio, que en la segunda, ya a favor, soplase empujando a los africanos hacia un récord que, por este motivo -una primera mitad en condiciones ‘normales’ y una segunda con todo a favor-, podría durar un par de lustros. Porque los cuatro que bajaron de los 58:01 de Kamworor hicieron el parcial del kilómetro 15 al 20 en 13:33 y los últimos 1.097 metros, en 2:49, una salvajada.

Y la diferencia entre València y el resto -insisto, incluidos Berlín y Londres- es que también cuidan a los grupos de atrás -Ayad Landassem, el casi cuarentón que batió el récord de España cuando nadie le esperaba, disfrutó de tres liebres-. Y eso hace que 61 atletas se vayan de la ciudad con una mínima para los Juegos de Tokio. Que 77, ojo, ¡77!, mejoraran su marca personal -y otros 23 en el medio maratón-, y que once volvieran a su país con un nuevo récord nacional.

Las zapatillas, y quién sabe qué más, han llevado a los fondistas a una nueva era. Ahora todos corren dos o tres minutos más rápidos un maratón y eso ya es irrebatible. Pero muchos también sospechan que las limitaciones a la hora de perseguir a los tramposos por todo el mundo han favorecido el atrevimiento de estos mentirosos. Y ni un aspecto ni el otro desmerecen al Maratón de Valencia, que juega respetando las reglas.

Pero estoy convencido de que el atletismo se ha desvirtuado con estas mejoras. Creo que al récord femenino de medio maratón aún falta que le peguen un buen bocado. E incluso al de maratón. Y ahí mi apuesta -un penique-: que hasta el récord del mismísimo Eliud Kipchoge caerá el próximo otoño, un otoño loco en el que se han apelotonado todos los ‘majors’. Aunque València, el séptimo ‘major’, conserva su proverbial suerte y sigue siendo el que está más alejado en el tiempo del maratón olímpico de Sapporo. Y por qué no, ahora sí lo creo, quizá sea València, mi ciudad, la que vio nacer humildemente su carrera hace cuarenta años gracias a los locos de Correcaminos, la que ponga el circuito del próximo récord del mundo de maratón.

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