VALÈNCIA. Ricardo Íñiguez Calabuig (Alboraya, 23-01-1979) está en Rabat frente al trofeo que levantará el campeón de la Copa África de Naciones de 2024. Ha metido a Libia en las semifinales de la competición y afronta el reto mayúsculo de tumbar al organizador Marruecos si quiere pisar la final.
Después de la sesión de vídeo con sus jugadores y tras clasificar a Libia como segunda de grupo con una obligada goleada ante Namibia en la última jornada de la fase de grupos, el técnico de Alboraya relata a Plaza Deportiva el desafío que tiene delante. "Tenemos la posibilidad de volver a hacer campeón a Libia, algo que no sucede desde 2008", dice el entrenador valenciano que acota que, además, hay otro premio en juego en el torneo. "Hay tres plazas para el Mundial, vía Copa África. Si perdemos contra Marruecos jugaremos el domingo ante Angola o Egipto, los otros dos semifinalistas, y estaremos en el Mundial si ganamos ese partido por el tercer y cuarto puesto", comenta Íñiguez, que destaca que jugar el Mundial de Uzbekistán en septiembre es "otro sueño".
Primero en Guinea Ecuatorial y hoy en Libia, Ricardo Íñiguez está mejorando su marca personal en África como técnico de fútbol sala, mientras trata de que progrese el jugador "callejero" con el que entrena, para "mejorarlo" en aspectos tácticos, y alucina con la afición que hay en el país al futsal. "Es una locura. La gente se sorprendería bastante si lo conociera. Pabellones llenos, retransmisiones con drones, patrocinadores y empresas que se vuelcan con este deporte", explica.
- Ricardo Íñiguez está especializándose en el futsal africano. Primero en Guinea Ecuatorial y ahora en Libia.
- Entrenar a la selección de Guinea Ecuatorial surgió a través de Toni Falcó, que tenía contactos en Guinea y supo que buscaban un entrenador. Todo se puso en marcha. Hablamos con la Federación y firmamos. Toni se vino conmigo de segundo entrenador. Fuimos a la Copa África y quedamos quintos del continente. Estuvimos desde 2015 a 2020. Además, en 2018, compaginamos esa labor de seleccionador con la de entrenar al club Los Ángeles Malabo. Con Los Ángeles clasificamos para jugar la Copa Intercontinental de clubes de Tailandia. Fue un éxito.
- ¿Luego llegó la oferta de Libia?
- Nuestro trabajo en Guinea llamó la atención de la Federación de Libia, que se entrevistó con nosotros, y nos hizo una oferta. Empezamos en febrero de 2023. Y ahora estamos en Rabat, la capital de Marruecos, disputando con otra selección, en este caso la de Libia, la Copa África de Naciones.
- Estás en semifinales, por lo que ya has superado lo que hiciste con Guinea Ecuatorial.
- Jugamos el viernes las semis contra Marruecos, el equipo anfitrión. Nos espera un partido muy complicado. En fase de grupos quedamos segundos detrás de Egipto, que nos ganó 4-0 en el primer partido del torneo. Luego vencimos a Mauritania por 5-4 y goleamos a Namibia por 11-5. Teníamos que ganar por seis goles de diferencia y lo hicimos, afortunadamente.
- ¿Libia ha ganado ya alguna Copa África?
- Sí, en 2008, como país organizador. Tenemos la posibilidad de volver a hacer campeón a Libia, algo que no sucede desde aquel año.
- Además de la posibilidad de disputar una final está la opción de clasificar para el Mundial de Uzbekistán de septiembre.
- Hay tres plazas para el Mundial, vía Copa África. Si perdemos contra Marruecos jugaremos el domingo ante Angola o Egipto, los otros dos semifinalistas, y estaremos en el Mundial si ganamos el partido por el tercer y cuarto puesto. Ese es otro reto importante para el grupo que tenemos en la mano si hacemos las cosas bien. Un sueño.
- Estás trabajando en Libia, vienes de Guinea Ecuatorial. Los dos países son africanos, ¿pero supongo que no tienen nada que ver sus culturas respectivas?
- Nada que ver. Libia es un país más estricto que, evidentemente, está marcado por el Islam, y Guinea es más desenfadado y alegre. Hay muchos contrastes. Pero ambas son experiencias únicas. He ido con mucha ilusión a los dos países.
- ¿Qué se encontró en Guinea Ecuatorial?
- Un país muy alegre. La gente es más despreocupada que en España, por ejemplo. Hacía mucho calor y eso condicionaba los horarios de los entrenamientos. Creo que en Guinea hicimos un buen papel. Estábamos en un hotel en Malabo, el Hotel Federaciones, que está dentro de la ciudad deportiva, y que sería algo así como la de Las Rozas en España. Malabo, la capital del país, está en la isla de Bioko. También trabajábamos en Bata, que es una ciudad portuaria. Tienen buenas instalaciones. La ciudad deportiva tiene un pabellón y unos medios brutales para entrenar y trabajar.
- Has dicho que los entrenamientos los condicionaba el calor, como es normal por el país y el clima.
- Sí. Entrenábamos a primera hora de la mañana o a última hora de la noche. Había días que las sesiones empezaban a las siete de la mañana. Más tarde era complicado porque había 40 grados de temperatura y el viento era muy caliente, similar al 'ponent' de València. Además, la humedad era muy alta.
- ¿Alguna situación a la que le costó acostumbrarse?
- A la comida. Soy muy conservador para comer y si como pechuga, por ejemplo, la carne tiene que estar hecha. Al estar en un hotel la carta es la misma y no salía del bucle: pechuga, arroz, pollo, pasta. Tampoco me atrevía a probar otras cosas. Higinio Camarasa y Toni Falcó, que estaban conmigo en el cuerpo técnico, comían de todo y eran más atrevidos.
- ¿Y en Libia?
- Mismo continente, pero otra cultura. La vida la hacen por la noche. Por la mañana tardan en ponerse a trabajar. En Libia, por ejemplo, el desayuno es a las 10:30 horas y la sesión de la mañana la marco para las 12. La de la tarde la realizamos a las 20 horas. Con la temperatura no hay problemas porque es similar a la de España. Es un clima aceptable.
- ¿También vivías en un hotel?
- Ahora sí, pero cuando llegué me instalé en una casa enorme de 500 metros cuadrados que alquila la Federación. La compartía con Ramón Catalá, que era el director técnico de la Federación y ahora está trabajando en Catar. Solicité vivir en un hotel porque el mantemiento de la vivienda no era fácil y porque no necesitaba tanto espacio. También lo hice por seguridad. Un día llegó Javier Clemente, que tenía amistad con Ramón porque estuvo de seleccionador de fútbol de Libia, y pasó un tiempo con nosotros. En el país lo aprecian. Buen tipo.
- ¿Se mudó al hotel por seguridad?
- Hay muchas milicias urbanas en Trípoli, la capital, y por la noche se escucha algún tiro.
- Esa situación debe de generar tensión. Cuéntame.
- Una noche se liaron a tiros en la ciudad y Ramón, para tranquilizarme, me dijo que eran petardos, pero yo le dije que soy valenciano y distingo perfectamente un petardo de un tiro, ja, ja, ja. Además de que había hecho la mili en Manises y sé cómo suena un tiro.
- ¿Y el fútbol sala?, ¿es muy pasional?
- En Libia hay mucha afición. La gente se sorprendería bastante. Las ligas locales son un espectáculo. La retransmisión la hacen con ayuda de drones que llevan cámaras instaladas. El 'speaker' del pabellón comenta en directo el partido todo el tiempo como si fuera un narrador. No tienen problemas de patrocinio. Los pabellones están llenos y hay empresas que se vuelcan con este deporte. Aquí pagan mejor que en España y, claro, los jugadores no quieren salir a otras ligas, aunque les iría bien, porque pierden dinero. La gente es muy apasionada y 'raja' bastante en Facebook, que es la red social que utilizan.
- ¿Cómo armó la selección de Libia?
- En el país son unos seis millones de personas. En Egipto, por ejemplo, son 107 millones. En todo caso, me recorrí el país en coche y fui a ver todas las ligas.
- ¿Hay varias ligas?
- Está la primera división, con 16 clubes, que es la que organiza la Federación, y, además, diferentes empresarios montan ligas privadas a las que acuden los mismos clubes. Está la liga del Ramadán, que se disputa durante este periodo de ayuno en el mundo árabe, la liga que se organiza en verano y varias más. Es una locura.
- ¿Qué tipo de jugador es el libio?
- Callejeros. Jugadores de calle. Son buenos en técnica individual y en el uno contra uno. Date cuenta que desde los tres años están con una pelota. Tienen mucho descaro y se atreven.
- Tácticamente la cosa cambia, claro.
- Sí. Son más desorganizados tácticamente. Les dimos un protocolo defensivo y uno ofensivo para poder competir en alto rendimiento. Trabajo con el vídeo para insistir en ese aspecto, con la ayuda del traductor. A veces les ves las caras y no hace falta saber árabe porque el lenguaje corporal dice mucho. Sabes inmediatamente si te entienden o no.
- ¿Se han adaptado a los cambios tus jugadores? ¿Son más disciplinados tras este trabajo táctico?
- Se han adaptado bien, pero este aspecto es mejorable todavía. Forma parte de un proceso. Llevamos año y medio trabajando con ellos y la mejora es ostensible. Hace poco eliminamos a Argelia que tiene jugadores jugando en primera división de Francia y aquello fue un éxito para el equipo, tremendo. Para mejorar, los jugadores tendrían que salir del país a jugar en España, Italia o Francia. Serían más competitivos. Son gente joven que puede aspirar a más. Marruecos, por ejemplo, ha invertido en que sus jugadores jueguen fuera para mejorar a la selección.
- ¿Cuánto tiempo tiene de contrato para llevar adelante estos cambios en Libia?
- Acabo este mes, pero si clasificamos para el Mundial renovaría automáticamente hasta septiembre, que es cuando se disputa el torneo. Jugarlo es una oportunidad para todos.
- ¿Cuánto echas de menos a la familia?
- Mucho. Aquí estás muy sólo. Pero ser seleccionador, en lugar de técnico de club, te permite más libertad para desplazarte. Tenía derecho, por contrato, a cinco viajes al año en clase business y los cambio por nueve en turista. El viaje es largo, voy desde Libia a Estambul y luego a València. Suele haber retrasos y me pego alguna que otra paliza, pero vale la pena. En primera división en España, entre preparar sesiones, partidos, vídeo y viajar en autobús, estás menos tiempo en casa.