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Todos son motivos para estar al lado del Valencia

Foto: CARLA CORTÉS
24/02/2022 - 

Sí, ya lo sé. Hacerse la pregunta de por qué seguir al lado del Valencia es parte del fracaso. Supone reproducir viejas actitudes de antiguos rivales, echados al diván y con el único propósito de hacerse los atormentados. Nuestro problema, el de los seguidores del Valencia, es que de verdad lo estamos. Atormentado: sí, soy. 

Pero conviene, de tanto en tanto, preguntar para reafirmarse. Saber, como algunas voces se plantean, qué sentido tiene seguir esperando a que renazca la vinculación del Valencia con su propio entorno e historia, si quienes ejercen su posesión practican un cruel ejercicio de desarraigo.

¿Por qué seguir al lado del Valencia?

Uno. Porque el Valencia no es una foto fija, sino un estado evolutivo incluso cuando parece no moverse ni un centímetro. En un escenario donde la adicción a la inmediatez marca la mayoría de decisiones, podría concluirse que este instante en el club es ya el destino que le espera. Hace menos de tres años celebrábamos en una de las noches más felices de la modernidad valencianista. Qué complicado no caer en la trampa de esperar sin rechistar, pero qué tentador quedarse solo con la algarabía del momento y renunciar porque todo está mal y el club vive bien lejos de nosotros.

Dos. Porque el Valencia es también el reto de los clubes de fútbol desubicados que se quedaron, aparentemente, sin futuro. A pesar de parecer un fenómeno específico, la lucha del entorno del club será compartida cada vez por más sociedades. La misión dificilísima de recuperar la cercanía de una institución instalada en una constelación lejana de intereses. No estar cerca contribuye precisamente a colaborar con la causa que vacía de sentido y sentimiento al Valencia. 

Tres. Porque el Valencia -no sé si también el fútbol- es una de las pocas cosas que permite no tener que razonar los sentimientos. Es un arraigo diverso que puede venir dado por haber mamado a pocos minutos de Mestalla, o por estar bien lejos pero sentirte conectado con una causa con la que empatizas. Los sentimientos, es cierto, necesitan estímulos, pero también compromisos. Este momento tan áspero es perfecto para comprometerse con un club que solo avanzará a partir de las adhesiones colectivas. 

Cuatro. Porque estar al lado, ya sirve. Leo estos días mucha flagelación sobre cómo de mustio está Mestalla. Cómo ya no es el estadio inclemente de antaño. Como ahora el coche de Cúper zarandearía a la afición y Benítez, en sentido apócrifo, cantaría Mestalla-vete-ya. La afición suplicará a Ortí que le dejase hablar. Pero, qué demonios, en una situación así de enrevesada, así de duradera, estar ya es mucho. Muchas veces en este tiempo pensé que Mestalla debería ser una bocanada constante de protesta. Pero intuyo, en un contexto donde cada cual en el interior de sus casas ya tiene sus problemas, que el simple hecho de resistir (cada cual a su manera), ya es mucho. Sirve para que subsista el arraigo. 

Cinco. Porque no, no solo se disputa la fidelidad por el club de fútbol. Estamos inmersos en una partida a largo plazo donde se dirime la capacidad de una sociedad local para acercar lo que de una manera u otra le pertenece (ampliamente, más allá del núcleo accionarial), o por el contrario renunciar pasivamente como aquello que se pierde para siempre. 

Como se ve, todo son motivos para estar al lado del Valencia. 

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