Hoy es 11 de octubre
Esta afición se ha hecho mayor: hace años, a estas alturas, estábamos pidiendo más cabezas que Robespierre frente a Versalles. Y no lo hemos hecho, porque sabemos que este grupo de futbolistas es bueno y que su técnico merece un tiempo para trabajar. Sí, lo tienen, pero la paciencia también exige resultados y si no los tiene se transforma en rechazo, en intolerancia, en abandono.
VALÈNCIA. No sé qué me pasa últimamente, pero no acabo de ver los mismos partidos que ve Marcelino: cuando repasa el juego del equipo a veces me parece que está sacando sus propias cuentas (esas que todo técnico tiene para sí) o me está contando cuentos. Lo digo sin intención de criticar, sinceramente. Pero lo digo de corazón, como todo valencianista esperanzado pese a todo, pues también es cierto que estamos en las mejores manos posibles y si alguien puede cambiar esta situación es nuestro actual míster.
No obstante, quisiera revisar algunas de las fragilidades que intenta ocultar Marcelino ante los micros: afirma que los palos y la falta de acierto en momentos puntuales han lastrado los resultados del equipo. Bueno, yo no he visto tantas oportunidades falladas, pero sí he visto intervenciones providenciales de Neto y no sé si esas se contabilizan en la balanza del míster, pues digo yo que algunos rivales pensarán para sí que sin la intervención del guardameta brasileño ahora tendrían más puntos en su casillero.
No me parece acertado ese análisis del entrenador, porque desvirtúa la realidad de los hechos, pues parece que el Valencia CF se ha convertido en un equipo que tiene veinte llegadas al área, que no tiene acierto cara al gol (porque remata, pero lo hace a los palos), que destila ocasiones, y que los rivales, con muy poco (eso sí es cierto: con muy poco fútbol nos crean demasiado) nos castigan con goles. No es así. No veo ese partido por ningún sitio.
Sí he visto cómo un equipo, el nuestro, se apaga progresivamente una vez pasa el mediocampo. Y también veo que somos previsibles en la creación, y que llegamos a la frontal y somos incapaces de romper una línea con algo más de calidad o con actitud (¡Gameiro, despierta!). Repaso los partidos y sigo viendo que centramos (solo desde la izquierda, pues Piccini está desaparecido en ataque casi siempre) pero que no llegamos a rematar y esto no es una ocasión de gol, es una aproximación al área. Y, además, hasta donde yo sé, ni las ocasiones ni las aproximaciones te dan puntos extra para ganar un partido ni se suman en tu casillero para la clasificación. La meritocracia no vale para casi nada en este país y menos aún en el fútbol: por mucho que merezcas estar más arriba lo cierto es que estás a tres puntos del descenso y esa cantinela del “por este camino nos recuperaremos” no es tan fácil una vez se entra en barrena.
Quiero también analizar lo del crédito de la plantilla, porque me parece un mensaje ya gastado, manoseado y sin ningún tipo de rédito en el aficionado: todos confiamos en este excelente grupo de jugadores y les estamos muy agradecidos por los servicios prestados, pero el año pasado no hicieron ni más ni menos que su trabajo. Sí: su trabajo. Correctamente. Notablemente, si se quiere, pero no podemos olvidar que cobran acorde a las exigencias que este club (o empresa) tiene, ni más ni menos. Si no tuvieran la obligación de entrar en la Champions League no estarían en el Valencia CF y, ni mucho menos, estarían ganando salarios que el 80 % de los futbolistas profesionales de este país no ganan ni ganarán. El agradecimiento se ha mostrado domingo a domingo y en sus cuentas bancarias, por partida doble: me niego a seguir pidiendo perdón por recordar esta realidad, pues son los futbolistas quienes siempre apelan a la profesionalidad. Tienen razón, pero yo (y tanto como yo) también, así que quien no quiera esa exigencia o no esté preparado para llevarla dignamente, que se vaya del equipo, que otros vendrán.
A partir de ahora todo me va a sonar a excusa si no vienen las victorias, y con ellas las responsabilidades y las decisiones. Esta afición se ha hecho mayor: hace años, a estas alturas, estábamos pidiendo más cabezas que Robespierre frente a Versalles. Y no lo hemos hecho, porque sabemos que este grupo de futbolistas es bueno y que su técnico merece un tiempo para trabajar. Sí, lo tienen, pero la paciencia también exige resultados y si no los tiene se transforma en rechazo, en intolerancia, en abandono. Llegar hasta ese extremo sería una mala noticia para todos y es lo que no queremos, pero que tampoco se entienda la calma como un gesto de complacencia o ignorancia: me niego a que me la intenten colar con datos que no son y que la única explicación que tenga delante sea un “cuando llegue una victoria todo cambiará”. La victoria llegó, lo recuerdo.
Si el Real Madrid está en una importante crisis que ha dado con su entrenador en la calle, ¿qué vive el Valencia CF ahora, cuando tiene tres puntos menos en liga y cuatro menos en Champions que el conjunto merengue? Todo está unido a las exigencias ¿o estamos más cerca del Español o del Celta que del Real Madrid? Sr. Marcelino, los cuentos ya no valen, aquí solo se le recordará si saca las cuentas adelante, pues, como bien sabe, el fútbol no tiene memoria. O quizá sí, pero solo si en el año del Centenario no somos capaces de estar al nivel exigible a una plantilla como esta: entonces, en estos casos, le recordarán como un técnico, a secas, marcado por ser incapaz de hacer que su plantilla tuviera regularidad más allá de su primer año ¿Nuno? No, de momento. Aquello también empezó con un “Érase una vez…”