Hoy es 7 de octubre
VALÈNCIA. En Plaza Deportiva las fotogalerías que acompañan la información del Valencia CF son cosa de Carla Cortés. Carla es un exponente más de los estupendos fotoperiodistas que hay en la ciudad como mis amigos Alberto, David, Nacho, Jorge, Paco o José Manuel. Sus fotos alimentan el periódico y adornan los temas de los 'plumillas'. Es el caso de la imagen que corona esta opinión. Carla no sólo hace fotografías del juego y de los jugadores, también fija su objetivo en los aficionados que pueblan la grada. A mí me gustan tanto esas fotos como las de los jugadores. Pues bien, esta temporada veo rostros serios, tristes; caras que reflejan impotencia y miedo a lo que arrastra la torrentera de Meriton cuando desborde la vieja acequia de Mestalla con sus aguas fecales.
Llevo meses siendo optimista respecto al descenso a segunda división, a la B, como dicen los argentinos, pero he llegado al punto de que todos mis argumentos los desmonta semana a semana el equipo con un juego superficial, exento de compromiso y pasión. A mis argumentos, a punto de pudrirse como los jugadores, solo los sostiene la caña de la matemática, los puntos en juego. Nada más. Ni Gayà, ni Mamardashvili, ni Almeida, ni Cavani... Ninguno alimenta ya la esperanza. No hay nadie como no hay club.
Hace años, cuando estaba en la facultad, recuerdo que mi amigo Nacho Sapena me regaló una botella vacía de cava de una marca de la que ya me había hablado y que a mí me había hecho mucha gracia. Ahora hay mucho vino moderno con etiquetas molonas que te llaman la atención; entonces, finales de los ochenta, principios de los noventa, no. El cava en cuestión se llamaba Cava la fosa y la etiqueta, muy simple, era un esqueleto con una pala en las manos huesudas delante de una fosa. El esqueleto es el Valencia, la pala es Meriton y el sepulcro es lo que le espera al equipo si pierde la categoría, que la va a perder si Peter Lim sigue al volante.
Porque de lo que estoy convencido es que, aunque el equipo se salve este curso como un mal estudiante, su destino es descender. Hace años que hago este razonamiento. No hace falta ser adivino, es la deriva perversa de Meriton. Y tras el descenso, llegará el día después, un invierno crudo, uno prácticamente nuclear del que solo nos librará, como en el teatro griego, un deus ex machina.
A la cabeza me viene la imagen que se viralizó hace seis años del Tano Pasman, aquel seguidor de River Plate, desesperado ante el televisor, viendo perder a su equipo porque los de la banda sangre se escurrían hacia la segunda argentina. "No, no, no, no, estamos en la B, estamos en la B", clamaba el Tano cuando Belgrano marcaba el 2-0, con los puños apretados, balanceándose en su sillón orejero, en un brillante ejercicio de malabarismo sin tirar el cenicero del reposabrazos ni derramar ni una gota de la copa de vino que descansaba al lado de su pie derecho. "Es foul, es foul, la concha de tu hermana, pitála; es foul al defensor, la puta que te parió", vociferaba quejándose de una falta que el árbitro no apreció.
Ese lamento es el de toda la temporada entre los aficionados que retrata Carla. Es el miedo a bajar a la B. Y a convertirse en otro Deportivo, en otro Zaragoza. Se busca un deus ex machina, razón: Mestalla. Porque acecha la maldita B.