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LA CANTINA | ANÁLISIS

David Casinos se hace remero

30/10/2020 - 

David Casinos tiene dos hijos. A la mayor, que ya suma siete años, le puso de nombre Cayetana. Y al segundo, que nació hace dos, decidió con Celia, su mujer, admiradora de Michael Jordan, que el pequeño iba a llamarse Jordan, como la leyenda del baloncesto. "Es muy inspirador", se justifica el tetracampeón paralímpico. Como si en esa casa hiciera falta buscar una inspiración externa, siendo él, como es, un personaje que con cierta frecuencia da charlas sobre su ejemplo de superación después de haberse quedado ciego de adulto.

El atleta de Moncada estuvo en cinco Juegos. Ganó cuatro títulos paralímpicos (tres en peso y uno en disco) y en los últimos, en Río, arañó una medalla de bronce que tuvo un gran valor porque tenía 44 años y las manos destrozadas después de tantos años de lanzamientos.

En Río no solo vio su cuerpo maltrecho, también comprobó que no paraban de llegar jóvenes enormes que no iban a dejar muchos resquicios en los podios del futuro. Casinos, inconformista por naturaleza, decidió dejar el atletismo para intentarlo en el ciclismo de pista. Tenía fuerza y explosividad, y creía que con un buen entrenador, como Eloy Izquierdo, y un buen piloto al frente del tándem, con José Antonio Villanueva, podría llegar hasta a Tokio a pedales. "Pero el ciclismo me fue como el culo y el piloto me dejó tirado", explica con sinceridad.

En el velódromo, como en el círculo de lanzamiento de Río rodeado de jóvenes, Casinos comprobó que, casi más importante que el esfuerzo del deportista con discapacidad, era crucial que el guía fuera un portento. Y 'viendo' las piernas descomunales de Robert Förstemann comprendió que la gloria olímpica no vendría en el óvalo.

Hace unos meses recibió una llamada de la Federación Española de Remo. Este organismo había decidido potenciar su flanco paralímpico después de pasar por Río sin representación. Iba a iniciar un nuevo programa y todos los aspirantes debían pasar una prueba con el ergonómetro, una especie de remo de gimnasio.

El valenciano superó la criba y ya está entrenando en el canal de la Marina de Valencia. Sin meterse presión pero, conociéndolo, soñando en silencio por acudir a unos nuevos Juegos Paralímpicos frisando en los 50 años. El remo ha cambiado su aspecto. Un deportista de 90 kilos se ha quedado en 78. Porque, en el bote, cada kilo cuenta. Y cada gramo de más que subas a la embarcación, estás obligado a compensarla con una determinada cantidad de vatios. Así que hubo que buscar un equilibrio que le ha llevado a perder doce kilos.

Por el camino, David Casinos descubrió la dieta cetogénica, que, con la supresión de los hidratos de carbono, se ha convertido en una aliada para su diabetes. "Así quito mucha insulina y hace que tenga menos hipoglucemias", añade. Una novedad que, dice, le ha cambiado la vida. Sin volverse loco. Y si un día especial hay que comerse una hamburguesa con los niños, lo hace. O si los suegros le reciben con una paella, da buena cuenta de ella y al día siguiente vuelve a la dieta.

Casinos tiene 48 años y diabetes, y sabe que no puede vivir con tantas alegrías y la despreocupación de antaño, así que se ha convertido en un experto sobre qué es bueno o malo para su organismo. Su obsesión ahora es beber mucha agua y, cada mañana y cada noche, tomar diez gramos de sal. Y también tres gramos de magnesio y potasio. "Busco el equilibrio del pH", detalla este hombre que no para de aprender. Porque la información, en su juventud, cuando se quedó ciego, le hubiera evitado muchos problemas. Y recuerda que el reflectómetro que usaban sus padre para controlar Sun diabetes no tenía ni números. "Solo una escala de colores". Tampoco existían las bombas de insulina y él tenía que utilizar una inyección. Por eso admira tanto a Steve Redgrave, el legendario remero británico que se proclamó campeón olímpico en cinco Juegos consecutivos y que también era "diabético de los de jeringuilla".

El deportista de Moncada pertenece ahora al Club de Remo Valencia y cada semana hace entre 100 y 120 kilómetros. Forma equipo en el bote con un timonel sin discapacidad, Miguel Ángel Arroyo, Erika González y un cuarto remero del club mientras encuentran a alguien con discapacidad -dos de los cuatro tienen que ser ciegos o deficientes visuales y los otros dos con discapacidad física o intelectual-.

A las siete de la mañana ya están en el agua, en la Marina, y eso obliga a David a salir de Moncada muy temprano con 'Farala', su perra guía. "Salgo de noche y voy directo al metro. Allí, por suerte, me he hecho amigo de los dos guardias de seguridad, que al principio debían pensar: '¿Dónde demonios irá el ciego este? Irá a vender cupones a alguna parte'. Pero ahora ya me conocen y me ayudan. Me viene bien porque he perdido mucha orientación".

Aunque para ayuda la de Celia, su mujer y el andamio de su vida. "Sin ella no hubiera logrado todo lo que he conseguido", la elogia. Aunque Celia se ocupa de los niños por la mañana y él por la tarde. Antes de nacer, la pareja tomó la decisión de no decirle a sus hijos que su David es ciego. El matrimonio ha preferido que la naturalidad de los niños se adapte y se exprese libremente a la particularidad de papá. Cayetana ya lo ha descubierto y por eso, sin decirle nada, intenta ayudarle explicándole cómo son sus libros del cole. El año que viene tendrá ocho años y quién sabe si esa niña tendrá la suerte de ver a su padre en unos Juegos Paralímpicos. Serían los sextos para David Casinos, la leyenda.

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