VALÈNCIA. Va a hacer falta mucho más para cesar a Mehdi Nafti. La apuesta personal del director deportivo no va a terminar ahogada a la primera que la bola caiga en el rojo vivo. Será necesario algo peor para que a Felipe Miñambres se le acaben las fichas, abandone la timba y retoque un proyecto que lleva especialmente sellada su firma. Sería poco original y demasiado inocente pedir la cabeza del técnico después del horrible inicio de temporada del Levante, por más que el equipo lleve puesta una cresta de gallo en todos los campos de la categoría. Déjenme predecir el futuro: el Levante ganará al Racing en Orriols, Nafti disipará alguna duda y el club mantendrá un rumbo titubeante que Dios sabe dónde acabará. Es el enigma de todo naufragio deportivo: si esperar a un resultado para decidir sobre un despido es una solución o es, en realidad, una patada hacia delante antes de hundir definitivamente el barco. Trabajo de Felipe.
Sea como sea, hay varias cosas que caen por su propio peso. La más preocupante, que el Levante siempre va tarde. Pero no en el camino hacia el ascenso -para eso todavía hay tiempo, incluso posiblemente sin relevo en el banco-, sino en el suyo particular. Este Levante vive en Babia casi como forma de vida. Se decidió tarde sobre el no mantenimiento del anterior entrenador y también sobre la contratación de su sucesor. El proceso de aterrizaje de Nafti, que no la negociación, se demoró demasiado. Se prescindió de Alessio Lisci, se le ofreció una migaja y, entre que unos dijeron que no y otro contestó que sí, pasaron casi tres semanas de incertidumbre y de una criba de técnicos que desembocó en apuesta arriesgada. Mientras tanto, contrastados como Lus García Plaza terminaron en otros puestos y Miñambres dio con los currículum que quedaron en el cajón: un técnico que conoce la categoría, que casaba con el perfil en búsqueda, pero que ni mucho menos fue el 'culo pelado' que justificó las formas del adiós de Alessio.
El Levante es el primer proyecto que Nafti asume desde el arranque, es su primera pretemporada de Segunda y hoy parece que el reto le supera, pero entiendo la lógica de su ratificación. Sin embargo, también es obvio que si Miñambres no actúa con celeridad corre el riesgo de llegar a la cita con retraso. Otra vez. Que el actual entrenador lo haya repetido hasta la saciedad no lo convierte en mentira: sí, la Segunda División es muy larga, habrá ataques de dudas y empachos de certezas, y además el paseo de otros tiempos por la categoría es solo un recuerdo poco menos que imposible de emular. No sé si hay que tirar ya de guillotina, pero aguardar a una reacción del equipo este domingo, si existe, no me parece hacer tarde. La confianza del vestuario en Nafti está, si no intacta por los golpes, sí en estado aceptable. Lo que será inaceptable es esperar a que el daño sea del todo irreparable. Lo del Racing ha de ser un match ball en toda regla, aunque suponga admitir un fracaso más temprano de lo que gustaría.
Lo que sí habrá de hacer Miñambres es dar explicaciones tarde o temprano, tanto si se endereza la dirección como si tiene que pegar volantazo. Han pasado demasiadas cosas sin que el director deportivo -sí lo ha hecho el presidente- dé alguna pincelada más allá de la escueta valoración una última noche de mercado en el parking del Ciutat. No veo razón, en cualquier caso, para que la continuidad de Nafti tenga que estar necesariamente ligada a la del astorgano. El mercado del Levante me parece exitoso: se quedaron figuras que dejamos por perdidas, se convenció a jugadores que quisieron marchar -a pesar de que cambiaran de opinión y vendieran fidelidad eterna a toro pasado- y se sacaron otros que legítimamente prefirieron continuar en la élite. El resultado, la mejor plantilla de la categoría a costa de que el objetivo de regresar a Primera no se pueda demorar ni un segundo. Es el precio y para eso sí conviene ser puntual.