VALÈNCIA. El partido de Carlos Soler ante Islandia volvió a poner de manifiesto cómo los modelos de juego afectan, en positivo y en negativo, a determinados jugadores. El canterano es un jugador redondo con España y uno menor con el Valencia, no por sus aptitudes, que son muchas, sino por su rol dentro de un equipo y otro. Mismo futbolista, distintas competencias y resultados dispares en rendimiento.
Más allá de la endeblez del rival, que fue barrido del campo por la selección, el foco que se posó sobre Carlos Soler con 'La Roja 'mostró a un jugador que sonreía con el juego, esto es, puso de manifiesto que tiene condiciones que lucen más, y mejor, y durante un mayor tramo de partido con el combinado nacional que con su equipo. Con el balón en los pies o rondando su área de influencia es más decisivo, y su lectura del juego, que la lleva incorporada de serie, destaca. Con la pelota sobrevolando su cabeza, sin participar apenas en la elaboración del juego, y dedicándose a posicionarse tácticamente, a lanzar el balón parado y a trabajar en la recuperación, Soler mengua como futbolista.
Mientras que en la selección la salida de balón y la iniciativa en el juego tiene que ver con la aparición de medios y jugadores relacionados con disponer del balón, en el Valencia apenas interesa el juego propositivo y se opta por uno más directo que accionan, con desplazamientos largos, el portero o los centrales.
El modelo de juego de José Bordalás perjudica a Carlos Soler porque, sin balón, reduce su influencia en fase ofensiva y lo convierte en un jugador exclusivamente táctico o posicional en fase defensiva, lo que alimenta las teorías de sus críticos respecto a que no es un jugador diferencial.
En el inicio de temporada, Bordalás recostó a Carlos Soler en el flanco derecho, lo mismo que hizo Marcelino durante su estancia en Mestalla, y en esa demarcación, el equipo le sacó más partido. Luego, la lesión ante el Real Madrid en la quinta fecha de la liga, las lesiones de otros compañeros, la salida de Wass y la inercia de la temporada, lo han llevado al centro como integrante de un doble pivote o de uno triple -que no es el mismo que en la selección- en las últimas jornadas. Su talento y sus condiciones le permiten adaptarse a cualquier posición y destacar, aunque se reduzca su potencial en el juego y su influencia en el colectivo.
El debate sobre cuál es su demarcación ideal sigue estando vigente y ha ganado en ruido estos días tras su partido con España. Su genio es notable para ejercer como mediocentro lanzador, como '8', y se reduce como '6', donde jugó en varias ocasiones con Javi Gracia, alternando ese rol con Uros Racic. Aquel doble pivote generaba confusión y chirriaba, porque los perfiles no estaban muy marcados, pero más que con el técnico navarro tenía que ver con la nefasta confección de plantilla a cargo de Meriton.
Bordalás ha tratado de corregir la ausencia de un '6' inventándose a Hugo Guillamón para parchear esa carencia. Pero Hugo no es un '6' y eso penaliza a Carlos Soler cuando juega a su lado. De la misma manera que Guillamón sería un fantástico '8' con un '6' puro a su lado, Carlos Soler sería más definitivo e influyente con un centrocampista físico y recuperador a su vera, cubriéndole las espaldas. La ausencia de esa figura condiciona a Bordalás y, probablemente, lo impulsa a insistir en jugar directo, dada su insistencia en firmar a un futbolista de ese perfil.
El martes con España, al lado de Koke y Marcos Llorente en un trivote, Carlos Soler mostró un juego más poderoso que en el Valencia. En contacto con la pelota, filtró pases, ganó duelos, se acercó al área, asistió... participó más del juego y estuvo presente en las acciones de dos de los cinco goles de la selección. En el 1-0, Morata ejecutó con calidad un envío de Guillamón que dejó pasar inteligentemente Soler. En el 3-0, Yéremi Pino cabeceó a la red otro envío de Jordi Alba, veloz al espacio para encontrar un buen pase de Soler, y sentenciar el partido.
El domingo el Valencia recibe al Cádiz y Carlos Soler volverá a adaptarse a otra realidad, una en la que el modelo de juego oprime su talento, pero en la que, pese a todo, sigue descollando, como sucedió con el pase a Guedes en el gol que le dio el triunfo al equipo en el Martínez Valero o ante el Granada con aquellas dos asistencias que desequilibraron el partido en el inicio de la segunda parte.
Sus cifras las dos últimas temporadas demuestran que, pese a estar alejado del balón, es determinante. La temporada pasada en 34 partidos marcó 12 goles (11 en Liga y 1 en Copa) y dio 9 asistencias (8 en Liga y 1 en Copa). Este curso ya lleva 10 goles (8 en Liga y 1 en Copa) y 5 asistencias (todas en Liga) en 28 partidos.