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Objetivo abstracto

20/09/2023 - 

VALÈNCIA. Entiendo a Felipe Miñambres. Y también a Javi Calleja. Y a toda aquella voz interna del Levante que, para atajar que el objetivo de esta temporada vuelve a ser el ascenso a pesar de todas las vacas flacas, hablan de "estar arriba". Llámenlo eufemismo, ambigüedad, cobardía... como quieran, pero es la realidad. Resulta complicado hablar directamente de "objetivo ascenso" puro y duro cuando la plantilla que fracasó en junio ha pasado por un cambio tan radical como que vale la mitad. Es pillarse los dedos. Porque no, el equipo que esta temporada ha armado Felipe no es mejor -ni se le acerca- al que el club decidió mantener hace un verano con la condición sine qua non de volver inmediatamente a la élite. Es evidente. Y lógico. La meta, esta vez, es más abstracta. Al menos hasta que en el ecuador del campeonato uno haya podido cerciorarse de hasta dónde pueden llegar estos jugadores, con este entrenador. 

Por eso mismo no criticaré, porque no me parece criticable, el hecho darle mil vueltas a lo del "objetivo ascenso" para acabar transmitiendo un objetivo del todo abstracto. "Estar lo más arriba posible". Es imposible ser menos concreto. Ni en la otra acera de la ciudad con aquello de "la permanencia cuanto antes". Seamos claros: ahí dentro, en el staff, aún no saben qué objetivo marcarse. Porque no hay un jugador diferencial como De Frutos, no existe un centrocampista de la talla de Iborra, o ni siquiera Oriol Rey, que es ya de lo mejor de la categoría sin ningún género de duda, es aún Pepelu García. Y seguramente ninguno de esos tres ejemplos cuajaron antaño la mejor de sus temporadas, pero eran futbolistas de Primerísima División.

Por eso Calleja dice, y seguirá diciendo, que "tener unas limitaciones para poder firmar no quiere decir que tengamos peor equipo". Claro que no, para eso hay una dirección deportiva que, en este caso sí, ha trabajado y machacado un mercado sin soltar un solo millón completo -aunque la planificación deje alguna duda por posiciones- y ha incorporado hasta doce piezas nuevas, entre fichajes y regresos de préstamo. Sin embargo, hay una realidad que difícilmente superará a la ficción: si la plantilla deportiva le costaba al Levante 20,9 millones de euros al cierre del pasado ejercicio, este rondará los 10. Habrá que ver esos números en las cuentas, pero ya Miñambres dio algunas claves: una reducción de la mitad del coste de la plantilla que, aún así, contunuaría excediendo el límite que marca La Liga, como ya lo estaba hace seis meses.

Para esta plantilla, el ascenso, efectivamente, es una ilusión y no una obligación. Justo al contrario que para el club: regresar a los ingresos de Primera es, y deber ser, imperativo ineludible. Porque los números lo piden a gritos -aunque llegue, como debería, el dinero de Danvila en octubre- y encadenarse una vida en Segunda es peligroso, cuanto menos. "Estamos ilusionados con el ascenso pero no obligados como el año pasado", dijo textualmente Maribel Vilaplana hace semanas, y añadió: "Evidentemente si se alcanzara ese hito sería impresionante y económicamente, una pasada". Blanco y en vasija. 


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