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Las ¿explicaciones? de Morales

17/06/2022 - 

VALÈNCIA. Esperaba a la despedida definitiva de Morales para cerrar el círculo de su marcha y por el camino me di cuenta de que no hacía falta esperar a nada. Albergaba alguna esperanza, en el fondo, de que la historia del Comandante en el Levante tuviera un final distinto a un vídeo emotivo y la recomendación incomprensible del club de evitar exponerse en público. Esperaba explicaciones concretas, iluso de mí. Capitán y presidente han coincidido en varias cosas en los últimos días, cada uno en su discurso, pero en una especialmente: "Las formas no han sido las deseadas, pero las circunstancias nos han llevado a ellas". Lo han dicho los dos. ¿Qué circunstancias? No paro de darle vueltas a aquellas cosas que se pudieron hacer mejor y, sin embargo, se han hecho peor que nunca... por ambos lados. No hay circunstancia que lo justifique.

Cierto es que este adiós no ha sido sencillo para nadie. Tan cierto como que no era tan complicado llevarlo con una pizca de naturalidad, verdad y, sobre todo, transparencia. Ni entiendo que Quico Catalán recomendara a la parte del jugador no ponerse ante las cámaras -porque precisamente si de algo puede presumir en 2022 este presidente es de enseñar el rostro-, ni comprendo que Morales no lo haya hecho por su cuenta. Fórmulas hay miles: hemos visto desde videoconferencias a ceremonias en hoteles de esta ciudad. Y al final, con todo, su despedida sí fue en el estadio. La verdad es la siguiente: el club puso sus instalaciones al servicio de su excapitán para que se despidiese como él considerase... pero sin el presidente a su lado. Así que Morales dijo adiós ante los focos que él eligió y no ante preguntas pertinentes u osadas. Se va con un mensaje bonito y emocionante -a mí me erizó la piel-, pero unilateral. Sin soluciones. Como la carta en la mesilla de noche del cónyuge que parte y nunca más nadie sabe por qué.

Me hago una idea de los levantinistas de pro que me odiarán un rato por hacer esta comparación, pero es inevitable acordarse, incluso para los más jóvenes del lugar, de la marcha de Mijatovic. Dijo que se quedaba -es el más horrible y único error de Morales en esta historia- para hacer las maletas al día siguiente. No dio más explicaciones, ni hizo aclaración alguna, simplemente fichó por el Madrid y aguantó el chaparrón cuando visitó más tarde Mestalla. Salvando las diferencias evidentes entre la leyenda que es Morales para el Levante y la mera gran figura que, en realidad, fue Pedja para el Valencia -lo que hace esto todavía más sangrante-, es esa la gran similitud entre ambos: que ninguno de los dos se desnudó ante los suyos. Con los años, el bueno del montenegrino sí ha ido soltándose al respecto y, 26 años después, ha arrojado luces en el Veus Fé-Cé de Plaza Radio. Lo hace ahora, cuando el tiempo ha obligado al valencianista más sentido a esconder su huella en el trastero, sin sentir rencor, pero tampoco cariño.

Supongo que sí es complicado explicar cómo un día sientes que quieres quedarte en Segunda -otra vez- y otro caes en la cuenta de que firmar por el Villarreal es una opción deportiva inmejorable, cerca de casa y en un club con unas aspiraciones de las que, probablemente, nunca ibas a gozar en Orriols. Al menos, es difícil que salgas aplaudido al instante, pero mucho más fácil que el levantinismo te reconozca con el paso implacable de los meses. El fútbol no tiene memoria, pero de haber ofrecido explicaciones a pecho descubierto en el momento oportuno, muy pocos quedarían en agosto subidos en el barco de haters del Comandante. Es más, conforme han venido dadas, soy de los que piensa que, a la larga, la leyenda de Morales caerá por su propio peso. El Ciutat sabrá separar el desaliño de la despedida y la grandeza del mejor futbolista de su historia. Pero el perdón tardará más, mucho más, y ojalá su historia no quede guardada en el último polvoriento rincón del trastero granota. 

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