VALÈNCIA. Hubo mucha verdad en las palabras de Marcelino García Toral después del partido: “Algo habremos hecho peor que en el resto de los partidos de la temporada cuando nos han facturado tres goles”. El asturiano batió la justa, tuvo que sacar a Guedes por molestias, por momentos superó al Atlético y no lo consiguió porque su defensa, marmórea en múltiples ocasiones, anoche estuvo por debajo de su mejor versión. También la del Atlético, la verdad sea dicha, porque unos y otros protagonizaron un intercambio de goles en el centro del ring, como dos boxeadores convencidos, hasta el hueso, de que uno de los dos tiene que besar la lona. La besó el Valencia, porque el Atleti compitió hasta el final en un choque donde a unos les iba Europa y a otros, seguir vivos en un campeonato donde sólo ellos han dignificado un título que siempre ha parecido azulgrana. En un partidazo épico, pasado por agua, al Atleti le pesó más la mano. Correa, verdugo ché el curso pasado y también este, calcó el tanto del triunfo colchonero. El año pasado recibió, giró y la puso en la escuadra. Anoche recibió, giró y la puso a un palmo del palo de Neto. Dos golazos, dos derrotas.
Volvamos a la verdad. A la que tuvo el partido, que la tuvo. Y sobre todo, a la que salió de boca de los futbolistas. Gameiro comentó que al VCF “le había faltado experiencia”. Oficio en ocasiones. Colmillo retorcido en otras. Pequeños detalles. Los que marcan los grandes partidos. Sostiene Simeone, que en esto del fútbol ha sido cocinero antes que fraile, que enfrentarse muchas veces a Real Madrid y Barcelona le viene muy bien a su equipo, porque le potencia para competir mejor, porque jugar contra los mejores te hace mejorar y porque chocar contra las superpotencias te hace aprender de cada derrota. Y eso es precisamente lo que necesita el Valencia CF para volver a poder instalarse entre los grandes de España y de Europa, que es la meta de un club que lo siempre lo ha sido y debe seguir siéndolo: un grande. A este Valencia, todavía vivo en tres frentes en los que se está batiendo con determinación, orden y buen tino, aún le falta un plus de competitividad, de equipo maduro, de experiencia y sobre todo, de fiabilidad. Ese punto que, en los grandes partidos y en las grandes ocasiones, consigue que el equipo salga a flote frente a cualquier rival, sea del potencial que sea y tenga la motivación que tenga.
Anoche el Valencia le miró a la cara al Atleti, le puso en dificultades en varias fases del partido y Marcelino le generó grandes quebraderos de cabeza al Cholo. Las cosas, como son. Pudo ganar, empatar o perder. Sucedió lo último y el golpe, en frío, podría ser mayor si el Getafe logra doblegar al Madrid, porque tendría la cuarta plaza en la mano. Eso sí, conviene saber de dónde venimos para ver dónde estamos. El Valencia necesita jugar muchos más partidos ante este tipo de rivales poderosos, para ir recortando diferencias con ellos, para ir acostumbrándose a chocar con ellos y para evolucionar aprendiendo a manejar esos pequeños detalles que ahora no le sonríen. Sólo así se gana. Sólo así se crece. El de anoche fue un buen partido y un mal resultado. Suficiente para, lejos de desanimarse, quedarse con lo bueno y aprender de los errores. Suficiente para coger impulso y superarse en una recta final de temporada que podría tener premio. El Valencia compitió con grandeza, no se escondió, intercambió golpes y aunque besó la lona, jugó como exigen su historia y su escudo. Jugando así, hay licencia para perder, aunque no guste.
Y si el valencianismo duda que de que el equipo de Marcelino está en el buen camino, que eche la vista atrás y mire cómo el Atlético de Madrid logró situarse en el estatus que le contempla ahora: llegó perdiendo muchos partidos por pequeños detalles, pero siguió aprendiendo, progresando, mejorando y compitiendo como si no hubiese mañana. Ese es el camino. Y lo que distingue a un buen equipo de un gran equipo. El Valencia sigue creciendo. Nunca gusta dar un paso atrás, pero a veces el fútbol es caprichoso y cuando parece que has retrocedido, en realidad has cogido impulso.